Ambos salieron colorados y sonriendo bajo el sofoco de la celebración de sus compañeros. Era obvio que la excusa de alejarse de todo el caos no era otra cosa que las intenciones de Taylor de proponerle que volviesen a estar juntos. Propuesta que Sam había decidido aceptar con anterioridad.
—Te tengo una sorpresa —le anunció él—, y sin permitirse soltar su mano, la guió hasta los elevadores.
—¿Qué haces? —Preguntó Sam con cierto recelo. Arriba no estaban más que las habitaciones del hotel y ellos no tenían nada que hacer allí. Es más, rápidamente consideró con temor que si su hermano se daba cuenta de que se había escabullido del salón, estaría en serios problemas.
Pero Taylor insistió, sosteniendo así con astutas maniobras las intenciones de que Sam se devolviese bajo la tutela del hermano.
—Te compré un regalo muy especial —le dijo arrastrándola de nuevo hacia los elevadores—. No te lo quería mostrar hasta el momento preciso. Es una joya y la tuve que guardar en la caja fuerte de una de las habitaciones.
—En ese caso ve por ella y yo te esperaré aquí —resolvió Sam con denuedo.
La mirada de Taylor resintió su desconfianza.
—Sí, pero es que...
—¿Qué? —Preguntó ella.
—No, nada... Está bien, supongo que regreso en un momento.
Transcurrido un segundo.
—Espera —dijo Sam. En cuanto se abrieron las puertas del elevador lo tomó por el brazo. ―, no te ofendas; pero es que si Adam...
—Está bien, te comprendo. Es sólo que había preparado algo especial para ti. Rosas rojas y champagne formaban parte de mi cursilería —mencionó Taylor con una abochornada sonrisa—; ya sabes, sólo en caso de contar con la dicha y que me aceptaras de vuelta mientras ofrendaba la joya frente a ti. Llevo semanas planeando todo dentro de mi cabeza —Y volvió a sonreír con pena—...No me hagas caso, vuelvo pronto.
La inocencia de Sam se conmovió con todas aquellas palabras y tomándose de su mano aceptó subir junto a él. Pero no entraría en la habitación; Taylor tendría que apresurarse entre tanto que ella le esperaba en el pasillo. Y continuaba mirando hacia todos lados, viendo como varios de sus compañeros entraban de forma despistada a las distintas habitaciones. Sam comenzó a rogar porque Adam no se hubiese enterado de su escapada.
Casi que de inmediato y para el alivio de su zozobra, Taylor salió de la habitación con una caja de terciopelo azul en una mano y en la otra, una hermosa rosa roja. Primero le hizo entrega de la rosa y luego, abriendo el delicado estuche frente a ella, ofrendó el costoso collar de oro blanco ante Sam. De éste pendía un pequeño diamante con corte de corazón y la tonalidad del cristal era de un hermoso color azul turquesa, así como el color de sus ojos.
Taylor lo tomó y se apresuró a ponerlo alrededor del cuello de Sam.
«Esto era lo único que hacía falta para hacer de esta noche la más inolvidable de todas» ―pensó ella y rodeándole el cuello con ambos brazos respondió " Si " al pedido de Taylor de ser nuevamente su novia.
El beso que recibió en los labios le confirmó a Taylor que una vez más había obtenido lo que quería. Y lo que obtenía ahora era suyo por derecho. Luego de tantas molestias para conseguirlo, pensó que eso le hacía merecedor de una pequeña recompensa por el esfuerzo dado. Pero Sam se apartó de sus labios en cuanto advirtió como él comenzaba a conducirla hacia la habitación.
—¿Qué haces?
— Nada —contestó él por medio de una inocente expresión de picardía—; pensé que podíamos celebrar la reconciliación con una copa de champagne.
—¿Una copa de champagne? —Vaciló Sam a través de una incómoda sonrisa—. Sabes que no tenemos edad.
—¡Oh, vamos! Como si nunca antes lo hubiésemos hecho. Vamos, sólo será una copa. Te lo prometo ―la besó de nuevo y la encaminó una vez más hasta la habitación.
Pero todo el avance que se había logrado esa noche con la astucia de Taylor, se vio sumergido en el fracaso ante el evidente nerviosismo de Sam.
—Si Adam se llega a enterar de que estamos aquí —pronunció tomándolo de la mano—... No, lo mejor será que nos vayamos, mis padres me matarían.
Taylor suspiró.
—Está bien —accedió mostrando ante ella su inconformidad—, sólo déjame entrar un segundo y cerraré la caja fuerte.
—Apresúrate, por favor —Sam se quedó afuera y rogando dentro de sí. Continuó mirando a ambos lados del pasillo; intercalando fugaces vistazos que la llevaban al interior de la habitación y luego, de nuevo al pasillo, preguntándose por qué sería que Taylor tardaba tanto en salir...Pero en eso...—¡AGGGH! ―Se escuchó un fuerte grito proveniente del interior de la habitación.
Sam corrió y entró en ésta con bastante rapidez. Encontró a Taylor postrado de rodillas sobre la alfombra. Se encontraba al lado de la caja fuerte y ésta aún permanecía abierta. Resguardaba la mano derecha con la izquierda y permanecía apretándola con fuerza contra su pecho. En su rostro se reflejaba el intenso dolor que estaba sintiendo.
—¿Qué te pasó? —Preguntó ella alarmada. Se inclinó con urgencia a su lado y tomó la mano del joven para revisarla. Sin embargo, antes de lograr percatarse del engaño, la mano de Taylor ya se encontraba sobre ella sujetándola.
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Editado: 12.05.2024