Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 15

—Rayos, David, creí que era tu madre. Casi se me detiene el corazón. 

—Que bueno que despertaste —celebró él con un simulacro de sonrisa.

David puso la charola sobre la cama y sobre ésta, Sam miró como humeaba un tazón grande con sopa caliente y a su lado, una pieza de pan esponjosa, recién salidita del horno. Una botella de agua y dos analgésicos. Lo único que le llamó la atención de inmediato fueron los analgésicos, de resto se le revolvió el estómago. Luego advirtió como David se sentaba confianzudamente a su lado, lo que provocó que Sam huyera de él hasta golpearse contra el respaldar de la cama.

—Te traje algo de comida para que recobres fuerzas —le escuchó mencionar con inocencia. Con la dulzura de un remilgado timbre de voz, entonado de esta forma sólo para ella. Así mismo Sam lo vio colocar los alimentos frente a su remarcada expresión de repudio—. De esta manera te repondrás pronto ―mencionó éste por medio de su ternura. 

Ella de inmediato lo rechazó. 

—No, lo siento, no puedo. No creo poder pasar nada en estos momentos; por favor, llévatelo ―suplicó y mientras decía esto alejó la charola de su vista. 

—Pero tienes que comer algo, Sam, sino te debilitarás. Mira, no es nada más que una poca de sustancia de pollo. Pienso que debes tener algo en el estómago para que puedas tomarte el medicamento. 

 —Es que siento que tiraré todo de nuevo —mencionó ella con temor. 

David tomó por cuenta propia la cuchara que estaba al lado del tazón. 

—Prueba sólo un poco, para ver cómo te sienta. Vamos —Y sirviendo él mismo la cuchara con algo de sustancia la llevó hasta su boca. 

El alivio recorrió y cerró los ojos de Sam al instante, pues estaba calientita, tan reconfortante desde el inicio hasta que cayó con gentil suavidad dentro de su estómago. Tanto así que accedió y recibió sin protestar el siguiente bocado por mano de David, como si fuese una niña chiquita. La sensación de calidez y confort que tanto necesitaba. 

—Lo ves, no estuvo tan mal, ¿cierto?...Toma. 

Sam miró a David mientras recibía una cucharada más de sustancia sin protestar. Lo observó tan amable con ella como siempre lo había sido y hasta entonces se detuvo a pensar en lo lastimado que se veía su rostro. Sin poder recordar nada de lo ocurrido la noche anterior, era como si lo estuviese mirando por primera vez. 

—Dios mío, David —mencionó, llevando la mano hasta recorrer con lentitud la mejilla amoratada de su vecino. Aún se le miraba muy inflamado...«Son tantos golpes, tantas cortadas surcándole el rostro. Señor, ten piedad, mira su labio...David»—. ¿Te duele mucho? — Preguntó al borde del llanto. 

—No, no mucho en realidad —mintió él con ligereza, restando importancia al dolor—. Los medicamentos ayudan, no te preocupes —Tomó la mano que aún se posaba sobre él y la llevó hasta sus labios, rozando la herida que fingía no doler sobre los nudillos de Sam. 

Ella le retiró la mano de golpe, dejando a David con una confusa y silenciosa expresión en el rostro. 

—Tengo que irme, si tus padres se llegan a enterar de que estoy aquí...«Si la señora Oliver se entera» —temió Sam. Las advertencias de la noche anterior comenzaban a retornar a los orígenes de su memoria―. Debo irme, enloquecerán si se dan cuenta. 

—No te preocupes, no están en casa. Papá salió a trabajar desde tempranas horas de la mañana y mi madre, a ella la convencí de que me encuentro bien. Salió hacer sus diligencias y no regresará hasta dentro de varias horas, así que puedes estar tranquila —mencionó David, intentando apropiarse una vez más de su mano. 

—¿David…? 

—Si —contestó él mientras lograba su cometido. 

Sam lo miró en un expectante silencio. 

 —No, nada —De repente entró en negación y nada más se preocupó por recuperar la extremidad secuestrada―. ¿Qué hora es? 

—Ya pasa del medio día. 

—¡Qué! —Sam saltó de la cama derramando el tazón de sopa caliente sobre el desorden de las sábanas. Comenzó a buscar su móvil por doquier, con revoltosos movimientos. «No era posible que hubiese dormido tanto. Sus padres de seguro que ya la estarían buscando por todas partes»—. ¡Dios mío, David, ¿por qué me dejaste dormir así?!

—No te sentías bien, pensé que era lo mejor hasta que pudieras recuperarte. Aquí está tu teléfono, es lo que buscas, ¿no es así? Espero que no te moleste, pero lo tomé sin tu permiso. 

—¿Tú tomaste mi teléfono?...¡¿Por qué?! 

—Vi que en la mañana no dejaba de vibrar. Supuse que eran tus padres, así que lo tomé. 

—¡Le contestaste el teléfono a mis padres! —Respondió Sam al borde del delirio—. David, ¿cómo te atreviste? 

—No, espera. No lo contesté —Se apresuró éste en aclarar—. Lo hice porque pensé que quizás necesitarías algo de ayuda para poder volver a tu casa, así que llamé a tu amiga. Le pedí que te trajera todo lo necesario para que te cambiaras aquí. Todo está en la maleta —mencionó David, señalando la maleta en color rosa que se ocultaba dentro del armario —, puedes usar mi baño si así lo deseas. 

Sam quedó perpleja, sin poder dejar de mirar el equipo de rescate que David había conseguido para ella mientras que yacía inconsciente sobre su cama. De inmediato se dejó caer de rodillas, abrió la maleta y efectivamente, Casey había enviado todo lo necesario para que ella pasara su regreso a casa sin despertar sospecha alguna sobre su insensatez de la noche anterior. Una sonrisa se prendió de oreja a oreja sobre el agradecido rostro de Sam, no lo podía creer. 




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