Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 20

—Entonces, déjame ver si te entendí bien. Te casaste hace cuatro años, tienes un hijo de tres años y te divorciaste hace un año. Vaya, eso es mucho para muy poco tiempo —menciona Sam.

Ambos se encuentran en el parque, sentados sobre el césped cerca del lago. Descansando bajo el poderoso roble que brinda el alivio de su sombra sobre el agobiante calor del medio día. Por suerte la refrescante brisa logra colarse entre la espesura de sus ramas y consuela los acalorados rostros de David y de Sam, con la sedosidad de una fría caricia olor a amapolas. 

Llevan más de media hora charlando sin parar; comiendo la deliciosa hamburguesa doble con papas fritas y refresco de Kola que David se encargó de comprar en el lugar preferido de Sam. Y aunque fue por pedido de la propia demandante, no le ha dado más que un par de mordidas a su hamburguesa. Puesta sobre el césped, parece que no le apetece más. Por eso ya se ha convertido en fuente de alimento para la colonia de hormigas que sitúa el perímetro de pan, queso y pepinillos con doble carne. 

David se lleva la mano hasta el bolsillo de su camisa. 

—Aquí tengo una fotografía de él —menciona, refiriéndose a Benjamin, su pequeño. Saca un par de ellas, son de tamaño pasaporte. Las que recogió esta mañana para cuando deba inscribirlo en el jardín de niños. Toma una y la pone en manos de Sam. 

 Ella la mira y sonríe de inmediato, pues es un hermoso pequeño de ojos pícaros. Su cabello es de color rubio cenizo. La ternura de la inocencia mostrando sus dientitos de leche. 

 —Es muy bello —menciona—. ¿Y dices que ahora se encuentra con tu hermano? 

—Así es, pero estará por acá la próxima semana. Con las renovaciones de la casa no tendré tiempo de llevarlo de vacaciones antes de que comience con la escuela, así que Steve se ofreció a llevarlo desde ahora por mí. 

—Supongo que será difícil dejarlo ir con su madre para que comience con su educación...Tenerlo junto a ti sólo por breves temporadas —comenta Sam. 

No así, David sonríe ante el osado comentario. 

—Bueno, por fortuna ese no es mi caso —Se deja exponer frente a ella—; verás, yo soy quien conserva la custodia definitiva de mi hijo. 

—¡Vaya! —Sam exclama aquello sin más demoras—. Eso no es muy común. Casi siempre son las madres las que conservan las custodias de los frutos del matrimonio luego de una separación.

Mal comentario para alguien que es madre y se fue dejando por completo a su hija. Por lo menos la madre del niño pasará ciertas temporadas con el pequeño —Y reflexiona esto en demanda de su estupidez—, en cambio ella. Además, el resultado de su imprudencia se refleja de inmediato en la incómoda sonrisa que le brinda David. 

—Lo siento, no debí decir eso. 

—Está bien, no te preocupes —responde él. Da una mordida más a su hamburguesa y sonríe con pena—. Creo que ella no estaba preparada para convertirse en una madre soltera. Además, en cuanto solicité la demanda de divorcio, también pedí ante el juez que me fuese entregada la patria potestad sobre Ben. No tuvo mayor reparo en aceptar y entregármela ―Sam lo mira asombrada―. Quizás ayudó el que ella ni siquiera se presentara a la audiencia. 

 —Espera —interviene ella de inmediato—…¡¿Tú fuiste quien solicitó el quedarte con tu hijo?! 

—Así es —responde David—. Bueno, él es mi hijo, Sam. ¿De qué te sorprendes? Es natural que quiera tenerlo a mi lado. Jamás me conformaría con verlo en vacaciones y días festivos. Yo soy su padre. Él debe estar siempre conmigo, es mi responsabilidad llevarlo y guiarlo hasta que pueda valerse por sí mismo. 

—¡Ay, que mierda! —Masculla Sam entre dientes apretados—. ¡Maldita sea! —Por poco y vomita el único par de bocados que tomó de su almuerzo―. Nada más esto me faltaba —piensa al hilo de un infarto—, que David fuese el padre del año. El tipo de hombre que se sacrifica y entrega todo por sus hijos. Y no es que se esperaba fuese un desobligado con sus deberes paternos, no. Pero tampoco al grado en el que éste se lo toma. ¡Mierda! ¡Mierda! —Se revuelven sus entrañas—. Casi siempre que ocurre una ruptura los niños quedan al lado de las madres. Y los padres, éstos hacen acto de presencia en fechas y situaciones especiales: Fines de semana, actividades deportivas...el día de su boda. Pero no así David; él debe llevar plenamente a su hijo de la mano hasta que éste se convierta en un hombre de bien, responsable y capaz de sostenerse por su propia cuenta. ¿Ahora cómo se supone que le hablará acerca de Susan? Este hombre se va a volver loco en cuanto se entere de que tuvieron una hija y ella no le mencionó nada al respecto. Piensa que la decisión que tomó hace unos momentos de creerle a David no fue nada conveniente para ella. Si siempre temió, dentro de su corazón, el qué sucedería cuando llegase ese momento; ahora las convicciones de David no le están haciendo más fácil la tarea, si no que complican aún más todo el panorama de esta obra siniestra. 

Esto la hace temblar de cuerpo entero. 

 —¿Y dices que fue la esposa de mi hermano quien te ayudó? — Pregunta en su laborioso intento por aparentar una falsa serenidad. 

—Sí, tu padre fue muy amable al invitarme a cenar una noche. Recién llegaba a la ciudad y me encontré con él y con tu hermano en las afueras de la propiedad. Me pareció una buena idea pasar y saludar a la familia, tenía mucho tiempo sin verles. 




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