Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 21

Sam deja en claro frente a David, la total falta de información que posee sobre ellos. De todos modos él ya lo sabía. Se dio cuenta desde la noche anterior, así que para qué esperar más.

David, por su lado, logra abandonar la horrible visión que tenía frente a sus ojos y prefiere llevar el alivio al alma de su amiga. Imagina lo difícil que debe ser todo esto para ella. 

—Ellos están bien, Sam —responde—, no te preocupes. Tu padre sigue al frente de la firma y ahora tu hermano es el segundo al mando. Tu mamá...ella hace años supe que había extendido su emporio de modas abarcando muchas de las grandes ciudades. Tendrás que disculparme, pero no poseo el dato con su nombre. 

—¿Y mis hermanos, David? ¿Qué sabes acerca de ellos, cómo están? 

David vacila por un momento antes de contestar. 

—Bueno, como ya te dije, Adam ahora trabaja con tu padre, y los más jóvenes...la verdad es que no sé mucho acerca de ellos. Lo último que recuerdo es que Danny se había graduado de la preparatoria; supongo que ahora estará en la universidad y tus hermanas deben estar en la escuela...Lo siento, Sam —Se excusa David con un deje de pena surcándole la mirada—; no creo ser de mucha ayuda. No he estado tan cercano a ellos como para saber más. 

—Sí, claro, comprendo —responde ella—. Pero supongo que viste a las más chicas la noche en que fuiste a cenar, ¿no es así? 

—Sí, sí las vi —confirma él por medio de una sonrisa—; por cierto, son muy hermosas.

 Sam se abalanza sobre David con sumo interés.

—Cuéntame más sobre ellas —le suplica. Quiere saber todo lo que pueda. Pero en realidad no le interesa saber mucho de la mayor. Ella quiere saber de la más chica, de Susan; pues no es su hermana, sino su hija…Nuestra hija —piensa con el destello de sus ojos succionando las memorias en David—. Quiere que le diga cómo es la niña, tanto por fuera como todo lo que logró captar de su interior. Su forma de ser, de conducirse, hasta su manera de hablar. Se da cuenta de que todos estos años estuvo en lo cierto, le hicieron creer a todos que la niña era hija de ellos. Esto proporciona un alivio inmediato a su alma; así tal vez pueda presentarse ante sus padres sin que su pequeña sospeche nada. Tampoco sus hermanos menores, eran muy chicos como para recordar nada de lo sucedido. 

Danny nació cuando los gemelos tenían once años, así que crecieron con una gran diferencia de edad y Linda, la menor de los niños Kendall, nació unos cuatro años después. Cuando Sam huyó de casa, la pequeña tendría tan sólo unos tres añitos de edad, por lo que no pudo desarrollar relación alguna con su hermana.

No así le ocurrió con Danny, ya que el castigo favorito de Alexandra era dejar encerrada a Sam en casa un viernes por la noche, sin dinero y sin posibilidad alguna de comunicarse con sus amigos. Cuidando a su hermano menor mientras que ella y su esposo salían a cenar. Danny era revoltoso y muy lleno de energía...Y aún cuando los niños contaban con su propia nana, no le era permitido a la buena mujer brindar ningún tipo de ayuda a la reclusa entre tanto que cumplía con la condena. Nana había cambiado los pañales de los cuatro niños de la casa. Toda una vida al servicio de los señores. Una segunda madre para sus pequeños…sus niños, como siempre les llamaba. A quienes amaba y cuidaba con tal devoción igual que si fuesen propios. Pero como el castigo consistía en darle una lección a la muy mal portada jovencita, quedaba totalmente prohibido cualquier tipo de asistencia a la desbordante hiperactividad de su pequeño hermano.

Al principio todo esto era un gran fastidio para Sam; al verse lejos de sus amigos y privándose de las lujosas fiestas juveniles que éstos organizaban los fines de semana en sus casas. El imaginarse a Adam divirtiéndose a lo lindo mientras que ella fungía de niñera de un mocoso necio y majadero, era lo peor para su ego y por qué no, también para su orgullo. Sin embargo, para la sorpresa de su carácter, Sam se aclimató con bastante rapidez a la situación y hasta llegó a tomarle el gusto a los intentos de su madre por corregir sus modos. Alexandra jamás consideró el resultado de mezclar a un revoltoso con una revoltosa y al final del experimento, éste terminó explotándole en la cara. Porque Sam, en complicidad de su pequeño secuaz, de cinco años para ese entonces, tomaron esa noche a Melody...Melly como solía llamarle con cariño y consentida ternura su dueña. Era una fina y elegante poodle de tres años. Su maravilloso pelaje en color blanco se hallaba recién retocado, recién tratado de la estética canina con un bello e inmaculado estilo. La tomaron y cambiaron la pureza de su blanco matiz por los manchones en color púrpura que ahora se extendían por todo su corte. Como el tinte, con absurda rapidez, comenzó a botar de inmediato su estropeado pelaje, el ingenio de los pilluelos optó por crearle a Melly un nuevo corte al estilo Kendall (Como hicieron así llamar los bandidos al salón improvisado que crearon con el antiguo y costosísimo tocador de su madre). De paso también le echaron a perder todo su maquillaje.

Los finos perfumes, traídos directamente desde París en el último viaje que realizara Alexandra al viejo Continente, fueron derramados por toda la alfombra; así como los mechones y las motas de tinte morado que volaban por doquier. El acabose consistió en que Sam dejase a su hermano liberar el alma de artista que éste llevaba por dentro; permitiéndole al pequeño rayar todo el mueble, con la ayuda de las tijeras utilizadas para cometer el crimen contra Melly minutos antes y consagrando así dibujos abstractos sobre la fina madera de caoba. Claro que la seguridad y la responsabilidad del hecho estuvo siempre presente ante todo. Ella, como su encargada y hermana mayor sostuvo firmemente la manita del niño y así le ayudó a Danny a crear la obra maestra sin que el pequeño corriese riesgo alguno de lastimarse; siendo los rayones más creación de ella misma que de su propio compinche. —Listo — acordaron ambos, con la satisfacción misma de sus expresiones puesta sobre la obra de arte consumada.




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