Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 27

―Cada quien recoge lo que siembra. Tú fuiste quien echó a perder su vida. Tú fuiste la que falló. Pero se te hizo muy fácil hacerme pagar a mí los platos rotos, ¿no es así? Se te hizo muy fácil huir de tus acciones y eludir, de paso, tus responsabilidades con la niña. Bien pudiste contar la verdad a nuestros padres y no haber optado por la salida más fácil. ¡El mayor castigo que te habrían impuesto sería el estar, ahora mismo, en el lugar en el que me encuentro yo!

—¡Callé por respetar nuestro pacto! —Le recrimina ella. Se muestra horrorizada de lo fácil que escucha salir las palabras de boca de su hermano―. Cuando mamá me ordenó que tenía que casarme con él, yo callé porque era lo que ambos habíamos acordado…¿O qué, hubieses preferido que hablara? ¿Habrías preferido que les contara a nuestros padres, como tú mismo enviaste aquella noche a Taylor al hospital por lo que intentó hacer? 

—Lo que hice, lo hice por ti. Ellos lo habrían comprendido perfectamente. Jamás...escúchame bien, jamás habrían contemplado, si quiera, tal opción si tú hubieses hablado...Y lo sabes muy bien, Samanta.

Pero la mirada de Sam rechaza por completo tales argumentos.

—¡Eres un hipócrita! —Le adjudica con su enojo— Eso dices ahora; pero en aquel entonces jamás habrías aceptado el que nuestros padres se enterasen de que habíamos sido nosotros los protagonistas de semejante escándalo. Ver arruinado el impecable concepto que poseían ellos de ti...que aún poseen ellos de ti. Eso jamás, ¿cierto, señor don perfecto? El que nunca comete errores. Porque eso fue siempre lo que tuvimos que hacer, lo que siempre debimos aparentar ante los demás. Nuestra conducta intachable. Nuestra perfección, cuando ambos sabemos que eso jamás estuvo más lejos de la verdad.

—¡Habla sólo por ti! —Arremete Adam en contra de ella, defendiendo así su firme posición—. Yo sí cumplí con ellos. Tú fuiste la que falló. La que causó, como siempre, todos los problemas. Ahora no quieras venir a compararte conmigo, cuando la que deshonró el nombre de la familia fuiste tú. Al menos con tu ausencia todo estaba en reposo; pero ahora...ahora no vienes más que a causar problemas. De eso no tengo la menor duda.

Sam baja la mirada, la deja caer al igual que la guardia sostenida por la discusión. Piensa que todo esto es una estupidez, una tontería que al final ya ni viene al caso.

—Yo no vine hasta aquí para pelear contigo, Adam. Tampoco con nadie más; mucho menos me propongo causar problemas, como dices. Yo lo único que quiero es poder ver a mi hija, nada más.

—¡¿Tú qué?! ―Su hermano estalla de la risa allí mismo, en completa burla delante de ella—. Perdóname; pero, que yo sepa, tú no tienes ninguna hija...Mamá sí la tiene, pero tú no.

—¿De qué hablas? Digan lo que digan ella es mía, Adam. Yo soy su mamá —declama Sam. Pero no le queda más que apreciar con rabia como su hermano continúa burlándose... riéndosele en la cara.

—Por favor, hermanita ―le escucha decir―; no te llenes la boca con esa palabra que no te cabe. Mamá es su madre, no tú.

—Pero yo la di a luz, así que también soy su madre, aunque no te guste.

El rostro de la burla adquiere seriedad al oír su descaro, Adam la mira con repudio.

—¿Y desde cuándo el ser madre es sólo dar a luz?...No, Sam —difiere su hermano en contrita reprimenda—. Hasta los animales paren a sus crías sin mayores complicaciones. No vengas hasta aquí para atribuirte méritos donde no cosechaste más que deshonras. Tú sabes muy bien lo que hiciste. Vienes hasta acá llenándote de excusas e intentando buscar culpables, cuando la única responsable de todo lo sucedido aquí fuiste tú. Sólo espero que todas las estupideces que hayas hecho en los últimos años hayan valido la pena para justificar tu forma de actuar. Aunque no lo creo mucho —remarca Adam mirándola de arriba abajo—. Mírate, no eres ni la sombra de lo que algún día fuiste...Te ves vieja y cansada. Incluso mamá a sus cincuenta años se ve mucho más joven...mil veces mejor que tu arruinada apariencia.

―Son cuarenta y nueve ―difiere Sam, divagando tontamente en sus correcciones.

―¿Qué?

—Nada —le dice—...Y si es por apariencias, no me interesa lo que pienses. Además, ni siquiera fuiste tú quien vio por mi niña como para tener que aceptar tus reproches.

"Touche" pronuncian las cejas de Adam con remarcado asombro. Punto para su hermana. Retrocede en silencio y con vaso en mano se guarda de sus comentarios por unos pocos segundos...Aunque no por mucho tiempo.

—Tienes razón —Y lo acepta ante ella en voz alta. Le da la espalda mientras se llena el porte con distinción; al igual que Sam lo mira verter y llenar la profundidad del vaso que sostiene en la mano con más wisky. Su paladar seco de inmediato se relame por dentro. Observa el ansiado líquido derramarse sobre las verdades que le están siendo anunciadas. Porque Adam con escueta rapidez, se apresura a girar y le responde que sí, es verdad: —Yo no me ocupé jamás de ella, como bien sabes decir. Pero, al menos, la he visto crecer y eso...eso es mucho más de lo que tú puedes decir hasta ahora, ¿no es verdad, "mamá"?...Ten, toma ―Sam lo mira sorber de su trago, acercarse de nuevo al escritorio, tomar el dinero, ir hasta ella y depositarlo de forma directa en sus manos. Sin preguntarle si quiera si pensaba aceptarlo—. Ya hablaste con papá y me temo que es inevitable el que debas presentarte frente a mamá…Pobre mamá —suspira Adam, moviendo la cabeza de lado a lado—; cuánto no daría por evitarle el disgusto. Pero bien, ¿qué le vamos hacer? ―Y luego de una breve pausa―. ¿Qué estás esperando? Guárdalo, es tuyo...Ve...ve —la ahuyenta con la mano mientras bebe de nuevo—. Aunque sea ve y cómprate algo decente para vestir. No pensarás presentarte ante ella con esa desaliñada apariencia. Supongo que en el nido de ratas en el cual vives y del que seguro cruzas la calle para servir café en la pocilga donde laboras, te verán muy bien luciendo de esa forma; pero no delante de mamá.




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