Linda se queda allí con la mirada muy fija y puesta sobre Sam. Reclamando al mundo saber el por qué esa mujer se encuentra ahora mismo ahí, en su casa, recibiendo tantas atenciones y además de eso, tan especiales por parte de su nana. Quiere que alguien le dé una respuesta válida de lo que ha sucedido y por ende, se vuelca de lleno con sus interrogantes sobre ella.
—¿Quién eres y que estás haciendo aquí, en mi propiedad? —Pregunta una vez más con autoridad. Quiere saber por qué su madre reaccionó de esa manera tan alterada al verla. Pero lo más importante de todo, ella quiere saber: —¿Por qué le llamas nana a mi nana? ―Reclama la malcriada con arbitrarias demandas. Y no es que Linda ame mucho a su nana, porque Linda sólo ama a Linda. Pero al considerar a nana como un objeto de su propiedad, no admite que nadie más que su persona y demás hermanos, claro está, se dirijan hacia ella de tal forma.
Sam se interesa por mirar a la mocosa con detenida contemplación. Claramente se mira reflejada en ella a su misma edad. La pedantería y la falta de humildad que la acompañan no le son para nada ajenos de su antiguo comportamiento. Aunque debe reconocer que la chica tiene lo suyo. Es intensa como mencionó su padre; así que actuando a través de la simpleza se ocupa de ignorarla y no otorga importancia alguna a las demandas de sus interrogantes. Pero no así nana, ya que con la misma autoridad, como si de su propia madre se tratara, le ordena a la chiquilla que salga ahora mismo de la cocina.
—¡Pero, nana, ¿quién es ella?!
—Eso a ti no te incumbe, muchachita entrometida. Si pasaras más tiempo en casa en lugar de estar todo el día con tus amiguitas, sabrías muy bien lo que sucede con tu familia. Ahora sal de aquí ―le repite― antes de que te pierda la paciencia, jovencita.
Cualquier otro empleado de la casa se habría visto en serios problemas por hablarle de esa forma a una de las hijas del amo y señor de todo y cuánto les rodea, al grado de propiciar un despido si así fuese necesario. Pero no a nana, a ella se le obedece y se le respeta, si no será Linda quien se vea en serios problemas con sus padres. Así que taconeando con impertinencia da media vuelta, sale de la cocina y se encumbra escaleras arriba. La puerta de su habitación se azota tras su berrinche.
Danny escucha el fuerte golpe de la puerta, termina de hablar por teléfono con su novia y sale de su habitación. En cuanto pasa frente al despacho de su padre atisba voces saliendo de su interior. Es evidente la fuerte discusión que sostienen sus padres allí y más evidente aún que todo debe tratarse por el regreso de su hermana. Nunca los había escuchado discutir de esa forma tan acalorada, así que baja en busca de Sam. Las mismas chicas que huyeron de la cocina hace unos momentos, ahora chismorrean en el salón acerca de lo ocurrido. Ya son más de las nueve y no es habitual que anden deambulando por la casa si no están en horas laborales. Danny logra interceptarlas antes de que éstas intenten huir por la presencia del joven...—¿Qué sucede? —Les pregunta.
En cuanto entra a la cocina, en efecto, encuentra a su hermana siendo atendida por nana.
—¡Cielos! —Se lamenta de inmediato. Se apresura y se arrodilla frente a ella—. Lo siento, Sam.
Pero, Sam...ella se limita a sonreír y comienza acariciar el cabello de su hermano.
—Por favor, ustedes dos —menciona trasladando la mirada de un rostro al otro―; ya no se preocupen tanto. Era de esperarse que mamá estuviera tan enfadada. A decir verdad, nunca preví otro tipo de reacción en ella que no fuese el de esta noche.
—¿Estarás bien? —Pregunta él.
—Sobreviviré —responde ella. Plasmando un beso maternal sobre la cabeza de su hermano.
Lo que provoca que Danny no pueda sostenerse más en la incógnita.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo, Sam? —Pregunta con impaciencia—. ¿Y por qué te fuiste así, de esa manera? Llegado un punto hasta consideramos podrías estar...―Pero se detiene.
Aún así Sam no responde. ¿Cómo hacerlo? No podría. ¿Cómo podría ella hablarle a su hermanito de todas sus vivencias mientras que estuvo lejos de casa? No, eso nunca.
—Ahora no te preocupes por eso —le indica—. Lo único que puedo decirte es que me hace muy feliz el que no guardes ningún tipo de rencor hacia mí. Temía mucho que tú también me rechazaras.
—¿Por qué haría yo algo así? Si eres mi hermana favorita —aclara el chico con una sonrisa sobre el rostro.
Después de todos los improperios dichos por Adam y de los olímpicos golpes recibidos por parte de su madre, por fin las palabras de su hermano menor comienzan aliviarle el dolor. Aunque aún puede sentir como le arden las mejillas y la hinchazón de su boca duele mucho al sonreír. Su madre debió desquitar años enteros de indisciplina con semejante paliza que le propinó. Pero al final del caso ya nada importa para Sam, porque lo que realmente le interesa es lo único que no ha tenido la dicha de ver. Ya todos se cruzaron por su camino, unos para la alegría de su corazón y otros no tanto. «¿Pero y ella? ¿Dónde está ella?» —Se pregunta—. ¿Dónde está su niña y por qué es que aún no la ha visto? ¿Acaso duerme ya? —Consulta a su nana.
—No, mi niña —responde nana—. La pequeña está en un campamento de verano, no regresará sino hasta dentro de un mes.
—¡Un mes! —Exclama Sam. Su corazón se aprieta en un puño; contaba con la suerte de poder verla, al menos, desde lejos.
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Editado: 12.05.2024