Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 33

 En cuanto cruzan por la puerta, Danny queda estupefacto; pero la ayuda a llegar hasta la cama al tiempo que continúa observando el lugar. No puede creer que ella viva así de esa manera. Si bien no es el nido de ratas aludido por Adam el día anterior, tampoco es, en lo absoluto, a lo que ellos están acostumbrados. Una pequeña sala en común con una diminuta cocina, a la par de una sencilla habitación y un baño; no le parece suficiente para solventar las necesidades de su hermana. Determina que ni siquiera hay espacio para poner una pequeña mesa de comedor rodeada por sus sillas. Claro, como en su mansión hay habitaciones completas hasta diez veces más grandes que el tamaño de este pequeño huevito, Danny siente pena de que ella viva de esta forma. Aun así no comenta nada al respecto, porque a él lo único que le preocupa es que ella esté bien.

—Me quedaré esta noche contigo para cuidarte —Le menciona mientras la termina de cubrir con una manta.

Pero Sam no está para nada de acuerdo con lo que le escucha decir, le urge que se marche.

—Vete a casa, Danny. No quiero que vayas a tener problemas con mamá por mi culpa.

—Y según tú, ¿qué podría hacerme ella? —Pregunta el chico con una malvada sonrisa cruzándole el rostro.

—Y según tú, ¿qué podría hacerme ella? —Pregunta el chico con una malvada sonrisa cruzándole el rostro

—No lo sé...Podría castigarte y quitarte tu mesada.

Un segundo en silencio y entonces, ambos sueltan la carcajada. Que tonto sonó el cruel castigo que podría recibir el niño.

—No te preocupes, en ese caso le pediré dinero a papá.

—No, estoy hablando en serio ―replica Sam―; no quiero que te quedes. Ni siquiera puedo brindarte un lugar adecuado en donde puedas descansar.

—No te preocupes, dormiré en el sofá.

—¿Tú en un sofá? No lo creo.

—Oye, ¿de qué hablas? ¿Acaso piensas que no he dormido en lugares más incómodos?

—No, no lo creo —responde ella con una clara expresión de escepticismo.

—Pues sí que lo he hecho. Y no soy tan débil como piensas —declara el chico después de una intrincada pausa. Su tono demuestra que realmente está ofendido—. ¿Crees que los campamentos militares a los que me enviaba papá, eran como un día de paseo por el parque?

—¿Campamentos militares? ―Repone Sam, incorporando medio cuerpo. Se apoya sobre su antebrazo en dirección a su hermano―. ¿De qué hablas? ¿Por qué iba enviarte papá a un lugar de esos?

—Bueno, sostuve problemas de conducta por algunos años, así que esa fue su forma de corregirme. Pero lo afronté como el hombre que soy, sin queja alguna. Así que sí, hermana, puedo soportar toda una noche durmiendo en un sofá.

—Comprendo —menciona Sam. Será mejor no preguntar más. De seguro que sus padres ahora han de ser más severos con los chicos a raíz de lo sucedido con ella. También acaba de descubrir que el hermanito frágil e inocente que conoció una vez, no existe más. De ahora en adelante tendrá más cuidado y respeto a la hora de tratar con él—. Bien, si no te incomoda, entonces duerme en el sofá.

—Lo haré...Oye, ¿quieres algo de comer? —Pregunta Danny luego de una pausa—. Ya es un poco tarde, pero puedo ir a comprar lo que quieras.

—No, gracias —responde ella. Le da la espalda a su hermano mientras enreda sus malestares entre la almohada y la manta que la cubre—; no tengo apetito, pero ve tú si quieres.

—No, está bien. Comeré cualquier cosa que haya en la cocina.

Los ojos de Sam se descubren con alarma, reaccionan junto al impulsivo movimiento que la lleva a desenmarañar su cuerpo de las sábanas. Este era otro importantísimo punto más a discutir. Una razón más por lo cual no lo quería allí, a él ni a nadie más. En su alacena no hay más que botellas vacías de licor y otras tantas sin abrir. Sam no tiene para ofrecerle a su hermano tan siquiera los restos rancios de algún cereal insípido a punto de descomponerse. Sabe que no puede dejar que ande husmeando por allí. Así que de pronto le da hambre.

—Oye, ¿sabes qué? ―Le dice―. ¿Qué tal una pizza, ehh? Si, eso se me antoja. Y de postre...de postre un bote gigantesco y delicioso de helado, ¿Umh? ¿Qué te parece? Sólo para evocar los viejos tiempos.

La expresión de Danny de pronto se aviva y su niño interior de inmediato recuerda. No pasan más de treinta minutos para que los dos hermanos se encuentren sentados sobre el piso de la diminuta sala. Degustando y chupándose los dedos con los restos de salsa y queso derretido. Coronando su falta de etiqueta con las cucharadas colmadas de delicioso y cremoso helado de vainilla. Sin paradas y directo hasta la boca. Que deleite.

Sam no mentía, la escena en verdad que parece evocar los viejos tiempos...Cuando los dos pilluelos se ocultaban en el ático del tercer piso. Para concluir su ritual de recompensa por haber logrado con todo éxito una misión más. Y se llenaban las entrañas, hasta congelárselas, con su merecido premio a base de lactosa y azúcar. Ahora que medita en ello, Sam no puede evitar pensar que es muy probable el que Danny deba agradecerle a ella los constantes viajes a los campamentos militares antes mencionados por él. Precisamente por eso, por el mal ejemplo que su hermana le dio. Le es imposible sentirse apenada y culpable por ello. Por fortuna, su padre parece haber corregido con todo éxito el problema, así que descansa su conciencia y continúa hablando por horas y horas con su hermano.




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