La cena pasa sin contratiempo alguno. Por el rabillo del ojo se puede comprobar a un Jim que, muy complacido, observa a todos sus hijos alrededor de la mesa; misma que preside desde la cabecera… «Aún falta la pequeña ―piensa―; pero cuando ésta esté de regreso, por fin toda su familia estará completa».
Alexandra por su lado y en evidente descontento, no puede dejar de mirar a David. Haberlo visto entrar de la mano con su hija la tiene por completo a disgusto. Porque, para empezar, nadie le consultó a ella nada como para ver al chico sentado en su mesa.
En cambio, Danny. Él parece considerar que es una muy buena idea. La verdad es que no ha tenido el placer de tratar mucho con él; pero lo poco que sabe de David le es suficiente como para dar por aprobado el verlo al lado de su queridísima hermana.
Y Linda, ella como siempre no sabe nada de nada. Lo único es que no puede explicarse cómo es posible que el guapérrimo de su vecino esté en compañía del esperpento que dice ser su hermana. Hasta la horrible mujer de la cafetería de su escuela, con la espantosa malla cubriéndole la cabeza y con ese deslucido uniforme que viste, parece tener más estilo y buen gusto que ella. Aunque no puede negar que es muy bonita. Pero bien que sabe que, a ella, no le llega ni a los talones.
Adam saludó muy amigable y con toda cortesía a David. A Sam, ni siquiera se dignó en mirarla en cuanto ella se pasó frente a él ignorándolo por completo.
Y si hay algo en lo que Samanta acertara a cabalidad, fue en conservar a su nuevo amigo junto a ella. Nadie ha tocado en concreto el tema de su regreso; todo gracias a que David se encuentre esta noche entre ellos. Ya todos trataron por aparte y emitieron su parecer al respecto delante de Sam; así que por ahora parecen obviar el hecho de que es la primera vez, en doce años, que se reúnen juntos alrededor de la mesa para compartir los alimentos. Cualquier pregunta, comentario o vago deje de indirecta alguna, queda oculto bajo las apariencias que proyectan y que mantienen frente a todo aquel, que no pertenezca a su exclusivo núcleo familiar.
Por eso Sam se vale de ello para anunciar a su madre que por esta noche tendrán que prescindir de su presencia después de la cena..."Concertó con David un encuentro con anterioridad para ponerse al día y no le va hacer el desplante de dejarle. No después de que él fue tan amable y se tomó el tiempo de desprenderse de sus muchas ocupaciones para estar con ella". Pero promete que mañana mismo estará por allí, sin falta alguna y para la hora de la cena, así que no tienen nada de qué preocuparse.
Algo que no hace otra cosa que preocupar mucho más a Alexandra; no sólo porque no va a permitir que la sagacidad de Samanta se salga con la suya..."Que utilice al chico como excusa para escapársele, lo puede tolerar. Pero no la forma en que los vio conduciéndose el uno con el otro. Eso sí que no lo va a permitir". En cuanto los varones se reúnen en el estudio para charlar y beber una copa después de la cena, Alexandra arrastra a Sam junto con ella hasta la cocina. Ordena a todo aquel que se encuentre allí que se marche de inmediato y la dejen a solas con su hija. Todos obedecen al instante y la incertidumbre de Sam espera una vez más por las embestidas de su madre.
—Muy bien, ¿qué sucede?
—¿Que sucede de qué? —Responde ella mostrándose a la defensiva. La verdad es que ya se está cansando de agachar la cabeza.
—Hay algo entre ese joven y tú, ¿no es así?
Sam deja escapar una risa burlona, su semblante se relaja con jocosidad.
—¿Qué? No, mamá, ¿cómo se te ocurre? Ya te lo dije, nos pondremos al día, nada más que eso. Prácticamente no nos vemos desde que nos fuimos a la universidad.
—Entonces, ¿por qué entraron tomados de la mano? No tomas de la mano a alguien que no has visto desde hace tantos años.
— Bueno, pero nosotros sí lo hacemos ―Las palabras salen de boca de Sam con una calma tal, que ni ella misma se la cree―. Además, no sé de qué te escandalizas ―le dice―, David y yo fuimos muy buenos amigos por mucho tiempo, no le veo nada de malo.
—¿Qué tú y él fueron amigos? ¡Ja! —Difiere Alexandra con sarcasmo. Que ella recuerde el chico Oliver no formaba parte del círculo de amistades de su hija.
—Eso se debió a que tú nos prohibiste a Adam y a mí que así fuera; pero él y yo cultivamos una bonita relación de amistad mientras que estuvimos en la escuela.
Y Sam informa de esto a su madre advirtiendo que ni ella misma se había percatado de la novedad, al menos no hasta hace muy poco tiempo; pero piensa que para el caso es lo mismo, así que..―¿Qué más da? —Concluye con descaro. David y ella fueron…o más bien, siguen siendo muy buenos amigos y punto.
—No puedo creerlo —le recrimina Alexandra—; así que ni siquiera en eso pudiste obedecerme, ¿no es así?
—¡Ay, mamá, por Dios! —Protesta Sam—. Esas fueron cosas de chiquillos que ya ni vienen al caso. ¿No pretenderás prohibirme ahora que lo frecuente?
—No lo haría si no estuviese segura de que vas a cometer la imprudencia de involucrarte con ese joven más allá de tener una simple relación de amistad.
Sam resopla con fastidio, porque para empezar y aunque su madre no lo crea...Sí, esas son sus precisas intenciones. Ella no tiene interés alguno de sostener ningún tipo de relación con David o con nadie más, que vaya más allá de una simple y llana amistad. Pero como siempre, Alexandra tiene el poder de fomentar en ella la rebeldía. Esa reacción adversa que se produce en su interior y que la obliga, aunque no lo quiera, a llevarle siempre la contraria. Porque y si así fuera: ¿Qué tendría de malo el que ella se fijara en él? ¿Acaso no es David un buen hombre? ¿Acaso no cumple el amable vecino de al lado con todos los requisitos formales como para que pretenda cortejar el desastre que la distinguida señora tiene por hija? Más bien debería agradecer Alexandra la valentía del osado caballero; el premio que obtendría por su torpe heroísmo no sería otro que la calamidad.
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Editado: 12.05.2024