Torbellino : La Sombra de un Pasado (volumen1 y 2 )

Capítulo 24

Los ojos de Sam se iluminan, como si fuese una niña, al ver las aprobaciones en los gestos de nana.

—Te quedaron deliciosas, mi niña —le aplaude ésta con la mirada y termina de comer frente a ella el arbolito recién salido del horno.

—¿Me lo juras, nana? ¿Tú crees que David y los niños piensen de igual forma?

—Por supuesto que sí y los que más disfrutarán de ellas serán tus pequeños, ya lo verás.

Sam continúa muy entusiasta sobre los pasos de nana, lleva una bandeja llena con más figurillas entre las manos, lista para introducirlas en el horno. Sin embargo, por poco se le sale el corazón por la boca y las deja caer al suelo.

—Hola —Se escucha la voz de David desde la entrada de la cocina.

Su rostro cargado de terror gira hacia él dándole la bienvenida.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —Se deja decir sobre éste allí mismo.

—Vaya, a mí también me da gusto verte —responde David con su sarcasmo. Es obvio que el recibimiento de Sam no ha sido el mejor—. Me tomé el resto de la tarde libre para estar contigo y con Ben —le dice éste e ingresando a la cocina pasa de su lado, sin siquiera darle el acostumbrado beso que Sam espera recibir en los labios.

En lugar de eso, David simplemente toma la bandeja de sus manos y la introduce él mismo en el horno—. Pero al ver que no estaban en casa —continúa diciendo—, supuse que se encontrarían aquí; así que vine a buscarlos.

Con todo y las manos llenas de harina, ya nada importa, Sam comienza a quitarse el delantal con frenesí y al no poder deshacer los nudos, lo hala con brusquedad y se lo arranca del cuerpo.

—Voy por Ben ahora mismo y nos vamos a casa —pronuncia dirigiendo la urgencia de sus pasos hacia la salida.

—Pero, mi niña —interviene nana en medio del extraño comportamiento de Sam—. El pequeño aún duerme. Podría enfermar si te lo llevas así —Y saliéndole al encuentro la obliga a detenerse.

«Dios mío, ¿qué hago?...¡¿Qué hago?! Calma, cálmate. Debes guardar la calma, Samanta —Permanece diciéndose a sí misma—. Mamá y papá no están en casa. Susan está en la biblioteca, así que todo está bien, no te desesperes. Respira hondo, tranquilízate y piensa rápido».

—David —menciona Sam a través de una presta calma y dirigiéndose hacia él, se asegura hasta de sonreír—. Mira, ¿qué te parece? Nana me está enseñando a hornear galletas. ¿Por qué no vas a casa y esperas a que Ben y yo lleguemos? De esta forma podremos decorarlas todos juntos.

—¿En serio estás horneando galletas? —Pronuncia David. Esboza en seguida, un gesto de burla y se planta frente a ella—. ¿Y cómo te resulta eso? Dime —Toma asiento frente a la isla y mira todo el desorden de ingredientes e instrumentos que están siendo utilizados sobre la faena—…Sabe —Se encarga de mencionar David mientras deposita toda su atención sobre nana—, ella no es muy hábil en la cocina. Por lo general soy yo el que prepara los alimentos. A Sam hasta el agua se le quema, ¿no es así? —Y volteando el rostro hacia ella, se encuentra de frente con la gravedad provocada por sus ofensas.

—David…—Se deja pronunciar ella, de inmediato. El asombro y el resentimiento se le escapan a través de la expresión.

No puede creer que él haya proferido un comentario así de malintencionado y mucho menos delante de nana. David siempre se ha mostrado tan amable con ella y con los intentos que ha hecho por cocinar. No entiende qué es lo que le sucede o por qué diría algo así.

—¿Qué? —Pronuncia él acompañado de más burlas—. Es la verdad y lo sabes. ¿Me dejas probar una? Gracias —promulga sin permiso de por medio—…Uhmm, te quedaron muy buenas, en serio —Y añadiendo un par de mordidas más sobre el angelito, termina de engullirlo de una.

La pesadez de sus movimientos se hace presente, allí mismo, delante de Sam y lo llevan a ponerse ambas manos sobre la cabeza mientras desordena su cabello con fuerza. Luego se frota los ojos en medio de un fastidioso gruñido y se queda así, con el rostro cabizbajo.

—Nana —menciona Sam en voz baja. Se adueña del brazo de la noble mujer y le ordena que suba ahora mismo y despierte al niño.

—Pero, mi niña…

—Nana, por favor, sólo haz lo que te pido —Se impone Sam ante ella por medio de alterados susurros.

Con nana fuera de escena, Sam se acerca con cautela hasta llegar a David y poniendo la mano sobre su hombro, a través de esa misma previsión, le habla con suavidad.

—David, ¿te sientes bien? Te noto algo indispuesto.

—No es nada —responde él, elevando el cansancio de sus ojos hasta ella—, anoche no pude dormir bien.

—¿Por qué?

David no responde nada y lo único que Sam advierte es como éste baja de nuevo la cabeza y comienza a frotarse el cuello.




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