Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano (volumen 4)

Capítulo 7

—Pero, ¿qué haces despierto a esta hora, pequeño?

—Se dispone a ver una película y a comer pizza —responde David en lugar de su hijo y acercándose hasta Steve, se acuerpan en un feroz saludo de hermanos, que retumban con los muchos manotazos recibidos sobre la espalda del otro y en medio de aquello, las sonrisas del pequeño Ben—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunta David—. ¿Por qué no me dijiste que vendrías? Te habría ido a esperar al aeropuerto.

—Fue una decisión de última hora. Además, no quise molestarte. Tomé un taxi desde la terminal aérea y bueno, aquí me tienes —pronuncia Steve por medio de amigables tonos—. Veo que continúas guardando las llaves de emergencia en el mismo lugar que lo hacían nuestros padres. Espero que no te molestes, Dave; pero las tomé y entré. Estaba haciendo demasiado frío como para esperar a que me abrieses los portones; por eso me tomé el atrevimiento —Y poniendo las llaves, de nuevo, en manos de su dueño, sonríe una vez más—. Lo siento, es que a veces se me olvida que ésta ya no es mi casa.

—Esta siempre será tu casa —le dice David y uniendo ambos sus frentes por medio de fuertes manotazos entregados en el rostro, sonríen a grandes voces. Hace muchos meses que no se ven y por eso los gestos cargados de alegría y las muchas emociones con las que permanecen saludándose.

El resonar de las voces bajando por las escaleras y haciendo eco en el salón principal, desvía las atenciones de Steve hasta poner la mirada sobre la chiquilla, de oscuros y largos cabellos, que los observa en silencio.

—¿Tienes invitados? ¿Y esta jovencita? —Pregunta a su hermano sin quitar la vista de ella.

David lo mira sin saber por dónde comenzar con sus explicaciones. Siendo Ben el encargado de dejar caer la bomba sobre su tío con sus inocentes manifiestos.

—Ella es mi “heimaina”.

—¡¿Tú, qué?! —Pronuncia Steve por medio de espontáneas sonrisas. Mezcla de asombro y confusión.

El pequeño hace que su tío lo libere de sus brazos y entonces, corre hasta llegar a Susan, abrazándose de inmediato de sus pijamas.

—¿Puedo tomar el agua? —Pregunta la niña dirigiéndose a David.

—Por supuesto —David se apresura y toma una botella de agua del refrigerador, de igual forma busca un vaso de vidrio y pone ambos objetos en las manos de su hija; quien, con la pasividad de sus movimientos, se aproxima hasta la isla, quita la tapa de la botella plástica y vierte su contenido en el vaso. Comienza a beber de éste y también se ocupa de poner pequeños sorbos en la boquita sedienta de Ben.

Ya saciada la sed de ambos, Susan busca de nuevo la mirada de David.

—¿Me puedo retirar? —Pregunta.

—Si, mi amor; pero, antes ven. Quiero que conozcas a alguien —Y tomándola por los hombros se encarga de presentarla frente a Steve—. Susan, él es mi hermano…es tu tío, Steve.

—Mucho gusto —pronuncia Susan y a través de su acostumbrada buena educación, extiende la mano frente a éste. Recibiendo allí mismo y de vuelta, el saludo.

—Esto es una broma, ¿no es así? —Pronuncia Steve. Permanece atendiendo el saludo de la niña; pero, sin dejar de ver a David. Inmerso en la seriedad de su semblante—. ¿Es un adelanto del día de los inocentes o qué?

—David, ¿dónde estás? —Se escucha la voz de Sam invadiendo de golpe la cocina—. Las pizzas ya llegaron, decidimos ver la película en la sala de tv, allí estaremos más cómod…

Sus pasos se congelan al descubrir a Steve en medio de la cocina, sujetando la mano de su hija y advirtiendo ésta como la seriedad de aquel semblante, de pronto, se torna sombría.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —Pronuncia Steve; dejando caer, de nuevo, todo el peso de sus interrogantes sobre David.

—Mami —libera el chiquitín de su boca, junto a los pasos que lo hacen saltar con premura hasta los brazos de Sam.

—¿Mami? —Se deja decir Steve. Su tono de voz es grave y ahogado; al instante se le frunce el ceño—. David, ¿qué diablos está sucediendo aquí?

—Niños, vamos…vamos —Se apresura a pronunciar Sam—. Susan, cariño, ven —Y tomando a sus dos hijos bajo la protección de sus brazos, comienzan a salir de la cocina.

—“Peyo, mami, yo quelo jugás con el tío Steve”.

—Después jugarás con el tío Steve —le dice Sam besando su frente—. Por ahora, papá debe hablar con él cosas de adultos…Vamos —les dice una vez más y se los lleva de allí.

De igual forma recoge a su paso a Lorie, a su hermano y los arrastra, a todos juntos, de nuevo hasta la habitación.

—Espera —le dice Dany—, iré por platos, vasos y servilletas.

—No, déjalo, yo voy. Tú cuida de los niños —E impidiendo que su hermano baje, se aventura ella misma a traer el encargo. Sin embargo, antes de entrar, Sam se esconde detrás de la puerta de la cocina y claramente puede escuchar la discusión que se está llevando a cabo del otro lado, entre los dos hermanos Oliver.

—David, ¿te volviste estúpido o qué es lo que sucede contigo? ¿Cómo rayos puedes saber si esa niña es tuya o no?

—Porque lo sé y eso es todo lo que debería bastar para ti —le responde David—. ¿Qué, acaso no la viste? Es el vivo retrato de las mujeres de nuestra familia.




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