Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano (volumen 4)

Capítulo 8

—Oigan, ¿ustedes dos no piensan subir nunca? La película empezó hace rato y el pequeño no hace más que llamar a su tío Steve. Tu amiga tiene más de media hora de estar roncando, sin interrupción alguna. Además, si Alexandra Kendall estuviese al tanto de la forma en la que hemos estado comiendo y bebiendo, directamente de las botellas, a esa pobre mujer le daría un infarto…¿Y aquí qué pasó? —Pronuncia Dany, deteniéndose a mirar, por primera vez, el desorden de sillas volcadas, imanes de refrigerador y papeles con dibujos, tirados por doquier.

—No es nada, Dany —Sam comienza a levantar las sillas y apresurándose a poner en las manos de su hermano todo lo necesario para que su madre no se infarte, le dice que suba. Ellos irán en un momento.

—¿Estás segura de que te encuentras bien?

—Si —responde Sam ante las preocupaciones mostradas por David—, se vio peor de lo que fue. En realidad, no me golpeé.

David deja salir un fuerte resoplido de su pecho.

—Muy bien, vamos —le dice mostrándose más conforme y tomándola de la mano, salen juntos de la cocina.

El llanto del pequeño al enterarse de que su tío se ha marchado sin despedirse, es inconsolable; entonces, es el nuevo tío Dany quien entra en acción y no se detiene hasta que el niño ríe a carcajadas montando sobre su espalda. Cabalgando, según él, sobre su brioso corcel.

—Dany, ten cuidado —le dice Sam, viendo como este caballo rubio está por desbocarse—. Mide tus fuerzas, recuerda que tan sólo tiene tres años.

No así, los galopes de su hermano los llevan a salir de la habitación y brincoteando por los pasillos del segundo piso, persiguen a Susan y el escándalo de risas, gritos y más carcajadas convierte todo aquello en una casa de locos.

—¿Qué dices? ¿Lo contratamos como niñera?

Sam se echa a reír y dejándose caer sobre el pecho de David, libera un fuerte resoplido de cansancio.

—Ha sido un día muy largo —pronuncia y sintiendo como los dedos de David comienzan a recorrer de arriba abajo su espalda, con matices consentidos, cierra los ojos y sin darse cuenta se duerme sobre él.

Cuando despierta, todavía se encuentra bajo el abrazo de David y los destellos de la tv iluminan, con intermitencia de colores, los privados rostros de quienes reposan dentro de la habitación. Lorie aún ronca sin parar al lado de ellos y asomándose fuera de los límites de la cama, Sam descubre a Dany y a los niños durmiendo en una delgada colchoneta que se encuentra tirada sobre la alfombra. Uno cruzado sobre el vientre del otro, de acuerdo a su peso y tamaño.

Sam sale de la cama con cuidado y comienza a recoger de puntillas las cajas de pizza y las botellas vacías de gaseosa que se encuentran tiradas por los alrededores.

—¿Qué haces? —Se eleva la voz de David sobre la oscuridad. Se escucha grave y ronca, envuelta en una terrible somnolencia.

—Sólo quiero poner algo de orden.

—Sam, son las tres de la mañana, deja eso y vuelve a la cama —susurra éste con impaciencia y se deja caer de nuevo sobre la almohada—. Terminarás despertándolos a todos.

—¿Por qué los niños duermen en el suelo?

—No quisieron separarse de tu hermano. Al parecer tu hijo tiene un nuevo tío favorito y no sabes cuánto me alegra que eso sea así.

Sam toma un par de cobertores del armario y los deja caer con cuidado sobre sus cuerpos, asegurándose de cubrirlos bien del frío de la madrugada. Toma el control remoto de la mano de su hermano y apaga la tv; entonces, se introduce de nuevo en la cama. Cubre con los mismos cuidados la espalda de su amiga con la frazada y se deja envolver, una vez más, por los brazos de David.

—Perdona, no quise despertarte —le dice y tomando la mano de David, se la lleva hasta los labios. Enseguida nota la humedad del vendaje—. ¿David?

—¿Mmm?

—Creo que estás sangrando —pronuncia Sam. Se impulsa sobre su cuerpo y enciende la lámpara de noche. En efecto, hay mucha sangre sobrepasando la capacidad de absorción del vendaje. De hecho, las sábanas están manchadas con la sangre de su mano—. Debiste abrirte los puntos con el forcejeo. Vamos —le dice y arrastrándolo escaleras abajo, lo lleva hasta la cocina. Lo sienta frente a la isla y le quita el vendaje para poder examinarlo—.  Hmm…Esto no se ve bien, tendré que suturarte, de nuevo.

—Suerte que cuento con mi propio médico de cabecera —susurra David e interponiendo frente a ella su rostro, espera por sus labios.

—No me tardo, voy por mi equipo y vuelvo —susurra Sam sobre sus besos y poniendo un par de besitos más sobre la adormilada expresión de David, sale de la cocina.

Para cuando regresa lo encuentra durmiendo cómodamente con el rostro puesto sobre la encimera, apoyado sobre su brazo izquierdo.

—¿Listo? Esto se sentirá un poco incómodo —pronuncia Sam y sentándose a su lado, se adueña de su mano y comienza a hundir la aguja en varios puntos de su piel.

—¡Aaaauch! Eso duele —pronuncia éste terminando de despertar.

—No seas llorón —le dice Sam por medio de una malvada sonrisa y permanece pinchándolo sin piedad alguna—. Sólo un par más…Muy bien, señor Oliver, ahora esperamos a que se duerma y luego suturamos.




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