—David…David. Quiero a David, ¿dónde está?... ¿dónde?
—Ya está volviendo en sí —Se escucha la voz de Lorie—. Tranquila, mi amor…Shhh, tranquila, ya no llores.
Las sales que se introducen por su nariz, contraen los gestos de Sam en medio de sus gimoteos. Las palabras continúan arrastrándose fuera de su boca.
—¿Estás segura de que se encuentra bien? Se golpeó la cabeza demasiado fuerte…Mi amor…amor, respóndeme. Abre los ojos.
—Dale algo de espacio. Déjala respirar…¡Richard! —Lorie eleva los tonos de su voz al ver que éste se encuentra sobre ella, sin querer apartarse de su lado—. Déjala.
Richard se aparta del sofá en el cual él mismo corrió con ella en brazos, hasta dejarla allí para que Lorie la atendiese.
—Cariño, todo está bien, tranquilízate.
—Noooo —tiemblan aquellas palabras dentro de su garganta—. Quiero a David…mis hijos…¿Dónde están? Quiero verlos.
—Shhhh, tienes que calmarte —Lorie coloca de nuevo el algodón sobre su nariz, mas siente como la mano de Sam lo retira de ella con fuerza—. No, no lo apartes. Continúa respirando…Eso es, ¿lo ves? Sí, está mucho mejor…Tranquila.
—¿Dónde está David?
—Supongo que está en casa con los niños. Hoy es sábado, ¿recuerdas? Ellos están bien. Todo está bien.
—No…nada está bien —pronuncia Sam en medio de su llanto—. Lo vi, Lorie. Escuché de nuevo su voz —Sam se toma de la cabeza con ambas manos y continúa llorando con desespero hasta cubrirse el rostro—. ¿Dios mío, hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tendré que soportar todo esto? Ya no puedo más…Mi familia, mis niños. Me estoy volviendo loca otra vez, quiero irme a mi casa.
Los pasos de Richard se adelantan hacia el sofá al escuchar el llanto desesperado…los incontrolables gemidos que salen de ella. Mas los gestos de Lorie lo obligan a detenerse y le ordenan salir de allí.
Él titubea por un segundo; pero, al final, opta por obedecer y sale de la oficina. Permanece afuera en el pasillo y no deja de ver a cada instante al interior. Luego de un par de minutos y sin dejar de escuchar el llanto de ella, su mirada decae por completo y se deja golpear contra la pared por medio de movimientos lentos y abatidos. Se asoma una vez más y la mira llorar, sumida en el hombro de su amiga. Expulsando gemidos y más sollozos que sacuden el cuerpo de su amor sin piedad.
—Lorie, por favor, te lo suplico. Llama a David, dile que venga por mí. Quiero irme a mi casa, quiero ir con mis hijos.
—Está bien, cariño; pero, tranquilízate, ¿quieres? Iré por unos calmantes y de paso lo llamo para que venga por ti, ¿te parece, mi cielo?...Muy bien —pronuncia Lorie—, quédate aquí mismo, ya vuelvo.
Lorie sale de la oficina dejando a Sam sentada sobre el sofá, echa un puño de nervios. Sus piernas fuertemente abrazadas contra su pecho, el rostro hundido en un mar de lágrimas.
—No te atrevas a entrar, ¿me oíste? —Masculla en cuanto pasa frente a Richard y le apunta con el dedo—. No quiero que se altere más, mantente alejado de ella hasta que logre asimilarlo —Y pasando de su lado, se marcha por el pasillo.
Richard se mantiene en su lugar; sin embargo, su respiración comienza agitarse y los movimientos de sus manos se tornan cada vez más nerviosos. Se peina los cabellos en un par de ocasiones, se barre el rostro con ambas manos hasta que las deja caer y las sostiene sobre sus caderas. De verdad que lo está intentando y por eso vuelve a lo mismo. Más respiraciones, más movimientos exacerbados…más barridas de mentón y cuello. Al final no puede con todo aquello y sus impulsos lo llevan adentrarse, una vez más, en la oficina. El arrebato de sus pasos, se tornan enseguida más lentos y cautelosos. Lo llevan hasta el lugar en donde ella permanece con la postura cerrada. Como si fuese una fortaleza hecha a base de tristeza y miseria.
—Sam…¿mi amor?
La respiración de Sam comienza alterarse, su llanto se detiene. Su cuerpo se impulsa hacia atrás sin abandonar la postura.
—No…no, mi amor, por favor. No huyas así de mí, te lo suplico.
Richard se arrodilla frente a ella manteniendo los mismos cuidados y tomándola de ambas manos, le descubre el rostro de a poco.
—Soy yo, mírame. Estoy aquí y eso es lo único que importa, ¿cierto?... ¿cierto, mi amor?
Los gestos de Sam se rompen frente a él y el horrible gemido que sale de su pecho le desfigura el rostro con el ahogo de su llanto. Richard se abre paso a través del desespero de ella y adueñándose de su cuerpo, la envuelve entre sus brazos mientras siente como ella estrecha con fuerza su cuello.
—Es que esto no puede ser. Esto no está pasando.
—Nunca pienses en nada más. Tan sólo en el presente —pronuncia Richard provocando el estallido de sus gemidos. El tormento con el que Sam se aferra con demencia a su cuerpo—…Oh, Dios…Dios mío. Cuánto te extrañé, mi amor. Te dije que yo siempre volvería a ti. ¿Te lo dije o no, mi cielo? Yo te lo prometí y así mismo lo acabo de cumplir. Yo que reté a los designios de la muerte sólo por ti; para poder regresar a tus brazos y no descansé hasta que lo conseguí.
—Pero yo te vi caer sin vida sobre un pozo de sangre. Yo escuché la detonación explotar aquel día sobre tu cabeza. Tu padre mismo me enseñó el acta de defunción. Cuando por fin desperté y pude salir de aquella cama, yo corrí a buscarlo y él me lo mostró.
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Editado: 27.05.2022