David despierta en medio de la pesadez de su sueño. Lo intenso del llanto de Adrian, lo ha sacado a la fuerza de su profundo dormir. Gira hacia el otro lado de la cama y descubre que ella no está; así que supone Sam ha ido a atender al niño; pero los minutos comienzan a transcurrir y el pequeño llora, todavía, con más desespero. Con más rabia y con más gritos carrasposos cargados de furia. Algo que lo pone en alerta de inmediato; porque David se apresura a sentarse en la orilla de la cama y sacudiendo la cabeza en un par de ocasiones, intenta deshacerse del letargo y la visión nublada que le entorpece los sentidos.
Se adueña del monitor de donde emerge el llanto del bebé y arrastrando los pies descalzos hasta el otro lado del pasillo, comienza a buscar a Sam. La llama en un par de ocasiones, pero no obtiene respuesta alguna; tan sólo más gritos por parte de Adrian. Por lo que apresura los pasos e ingresa a la habitación de su hijo descubriendo que el niño se encuentra solo. Está sostenido de las barras que lo encierran en su cuna y en cuanto mira a su papá, extiende los bracitos aumentando la fuerza de su llanto.
—¡Paaapiii!
—Tranquilo, mi amor, aquí está papá —le dice David y elevándolo entre sus brazos con rapidez, comienza a consolarlo meciéndolo de un lado al otro—. ¿Dónde está tu mamá?...¿Qué hora es? —Pronuncia David para sí mismo y buscando la hora en el reloj que se encuentra en la pared, se da cuenta de que ni siquiera es media noche—. ¿Qué haces despierto a esta hora, Adrian? ¿Tienes hambre, mi pequeño? —El niño mueve la cabeza en negativa y con arrebatos de enojo, continúa llorando con desespero. Se aferra al cuello de David y permanece gritando. Al sentir su contacto, el padre se percata de que la piel del bebé está caliente. Su temperatura es muy elevada—. Tienes fiebre, por eso despertaste…¡Sam!...¡Sam, dónde estás! —Y asomando la cabeza en el pasillo, David permanece llamándola—. ¡Sam…Adrian tiene temperatura, creo que hay que darle su medicina! ¡¡¡Saaam!!!
—Papi, ¿qué pasa? —Pronuncia Ben saliendo de su habitación.
—Vuelve a la cama, hijo —le ordena David pasando frente al niño con el bebé en brazos.
—¿Dónde está mami?
—No lo sé, estoy buscándola. Vuelve a la cama…Haz lo que te digo, Ben. Vendré a arroparte en un minuto.
Ben ingresa de mala gana a su habitación y David baja las escaleras con el niño en brazos. Permanece ardiendo en fiebre y no deja de llorar.
—Tranquilo, bebé. Papá te dará medicina y pronto te sentirás mucho mejor. ¿Quieres tu fórmula?
Muy pronto el medicamento es suministrado y poniendo en la boca de su pequeño el biberón con la fórmula, todo vuelve a la calma con bastante rapidez. Adrian bebe con desespero su leche y mientras David lo mantenga en brazos, no romperá a llorar de nuevo.
—¿Dónde, rayos, está tu mamá? —Vuelve a repetir David mostrándose ya preocupado. Se encarga de buscarla prácticamente por todo el lugar; pero no la encuentra por ningún lado. Toma el teléfono de la estancia y la llama. El celular de Sam comienza a sonar dentro de la casa; David sigue el ritmo de sus tonos y los persigue hasta llegar al recibidor de la puerta principal. Lo haya hundido en el tazón de las llaves y al prestar más atención, se da cuenta de que las llaves de su auto no están.
—¿Qué está sucediendo aquí? ¿Dónde estás? —Comienza a decir mientras se asoma por las ventanas.
A lo largo logra divisar el portón de una de las cocheras abierto. No entiende por qué ella saldría así, de ese modo, sin decirle nada. A esas horas y en medio de la noche, sabiendo que él quedaría solo con los niños. Si se le presentó alguna emergencia en el hospital, al menos le hubiese avisado para haber estado al pendiente de los pequeños.
Adrian permanece recostado sobre su hombro, aún con el biberón en la boca y David comienza a manipular el celular de Sam. No tarda mucho en dar con la llamada que ella hizo poco antes de marcharse. Llama de inmediato a ese mismo número.
—Buenas noches, Hotel City Central. ¿En qué puedo ayudarle?
—Si, yooo…creo que llamé hace poco. Lo siento, estoy un poco ebrio, no recuerdo bien. Soy nuevo en la ciudad y estoy desubicado.
—Permítame un segundo… Si, señor, su llamada está registrada. ¿Puedo contactarlo con alguien que le ayude? Tengo en los registros que pidió usted información sobre la habitación 403.
La mirada de David entra en pánico.
—Si…si, así creo haberlo hecho. Al menos no me equivoqué de hotel.
—Leo aquí que preguntó usted por el Mayor Richard Crowe. ¿Quiere que lo comunique con él para que vaya por usted?
David corta allí mismo la comunicación; el teléfono cae de sus manos estrellándose contra el piso y buscando sentarse con pronta rapidez en el suelo, asegura a su hijo entre sus brazos mientras su pecho se convulsiona en apretadas respiraciones. Siente que va a vomitar.
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Editado: 27.05.2022