Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano (volumen 4)

Capítulo 25

Esa noche ocurre lo inevitable, Sam sueña con el rostro ensangrentado de Cooper y el peso de su cuerpo inerte la aplasta impidiéndole respirar. La sangre tibia y espesa de su amigo se introduce por su nariz y por su boca ahogándole los gritos.

David la sacude por los hombros hasta sacarla de su pesadilla y la obliga a despertar. Mira como ella se lanza de la cama cayendo de rodillas sobre la alfombra, entonces se apresura y cae tras ella, arrastrando las sábanas junto con él.

—¿Estás bien? —Le dice sujetándola por los hombros.

—Si…si —trastabilla Sam en medio de trémulas y fuertes respiraciones—, sólo necesito respirar. No podía respirar —le dice hundiendo la frente entre los tejidos de la alfombra. Se llena los pulmones con aire una y otra vez y permanece con la descomposición de su rostro sumida en el piso.

—No dejabas de decir “Gabriel” —pronuncia David escuchando como leves sollozos comienzan a emerger de ella—. Él era tu compañero, ¿cierto? Él era Cooper, el que murió intentando salvarte.

—Uhmjú —asiente ella en un par de ocasiones con sus lágrimas sin lograr despegar el rostro del suelo—. Él era como mi hermano.

—¿Cuáles eran los nombres de los demás?

Sam intenta tranquilizarse.

—Jacobs —comienza a decir con apagados tonos y logrando sentarse con la espalda pegada al borde de la cama, se limpia el rostro con ambas manos—, Torres. Ellos dos junto con Cooper eran los más allegados a mí. Matt y Xander eran los pilotos. Todos murieron al momento del impacto. Después estaba Wendy, era tan sólo una chiquilla, David. Si hubieses visto su rostro; era tan simpático y tan jovial, estaba lleno de vida y de muchas pecas coloradas que se esparcían por doquier. Su cabello era rizado y rojo como el fuego mismo de una fogata veraniega. Se desvivía en cuidados y en atenciones para el anciano Dr. Grace…El Dr. Grace —repite Sam cubriéndose la cara con las manos mientras comienza a llorar de nuevo—. Él se lanzó sobre mi cuerpo y me cubrió a mí y a mi bebé del fuego enemigo. No tenía por qué haber muerto así, de esa manera tan horrible.

—Lo siento —pronuncia David y envolviéndola entre sus brazos, se queda junto a ella sentado sobre la alfombra. No se aparta de su lado hasta que mira que su llanto comienza a tranquilizarse.

—No pienses que estoy llorando porque tengo miedo de volver allá, David; porque no es así —le dice Sam tornando el trémulo brillo de su mirada hacia él.

—Tus pesadillas han regresado.

—No permitiré que se vuelvan adueñar de mi vida.

—Sam, yo —comienza a decir David—…escucha. Tú no tienes nada que demostrarle a nadie. Tú no volverás allá, ¿me entendiste? Sé que eres una mujer muy fuerte y valiente. Que tu llanto no está fundado en el miedo; pero tienes hijos en quienes pensar. Espero que lo de esta tarde haya sido tan sólo un arrebato de parte tuya. ¿No estarás considerando en serio en marcharte o si? —El silencio de Sam perturba en seguida la expresión de David; porque, entonces, sí; esto quiere decir que ella está considerando la posibilidad de volver a la vida militar—. Y qué hay de tu familia, qué hay de nosotros —pronuncia él, entonces, apartándose de ella en medio de alterados tonos. Se pone en pie y queda frente a Sam mirándola en la incertidumbre. En la oscuridad de aquella habitación abrumada ahora por el silencio de ambos.

David sale de allí con apresurados pasos dejando a Sam atrás; pero no pasa mucho tiempo para que sea ella misma quien baje con rapidez las escaleras, ansiosa por encontrar a su esposo. Lo halla en la cocina y en cuanto ingresa en ésta, David se encarga de darle la espalda mientras se sujeta con fuerza del borde de la encimera.

—David —pronuncia ella fundiendo su cuerpo con el suyo desde atrás—, no te pongas así —le dice mientras le abraza con fuerza y comienza a besarle en la espalda—. Ni siquiera puedo pedirte que intentes comprender la decisión que he tomado; porque sé que tú jamás la entenderías. Tú nunca has estado allá, no sabes lo que eso significa.

—Si no lo haces por mí, al menos hazlo por los niños. ¿Qué es lo que estás haciendo?

—Cumpliendo con mi deber.

—Tu deber está aquí, conmigo y con tu familia…con nadie más.

—Mi deber está con todo aquel que precisa de mis conocimientos y de la experiencia que obtuve durante aquellos años. ¿Qué habría sido de mí sin una Lorie a mi lado, David? ¿Te lo imaginas? Sin la amplia experiencia y los conocimientos de un soldado que me obligaba a entrenar día y noche, hasta asegurarse de que podría marcharse sabiendo que yo me valdría por cuenta propia de ser necesario.

—¿Me estás hablando de él?

—Si —responde Sam con firmeza—, te estoy hablando de él. Yo no estaría aquí, con vida y a tu lado, si no hubiese sido por Richard. Una vez sostuve un enfrentamiento con él similar a este y salí perdiendo cuando quise contender en contra de sus responsabilidades…de sus obligaciones de militar y recuerdo que me enfadé mucho. Del mismo modo en el que tú te estás enfadando esta noche conmigo. Ahora comprendo por qué lo hizo, yo pertenecía a su mundo y aún así no lo entendí hasta hace poco. Por eso no pido de ti que me entiendas, tan sólo que me apoyes del mismo modo en el que yo lo hice contigo cuando me hablaste de la naturaleza de tus funciones.

—Si, pero es que tú ya cumpliste con las tuyas. Te hirieron en múltiples ocasiones, por poco y pierdes la vida.




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