Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano (volumen 4)

Capítulo 27

Sam pasa la noche en la estación aérea de tránsito y si alguien alguna vez le hubiese dicho que se sentiría tan aliviada de tener a Makayla Warren junto a ella, bueno…Mucho antes del amanecer ya se encuentran en pie, siguiendo los lineamientos de su itinerario a cabalidad puesta y constante; pues incluso adelantándose a los primeros rayos del sol, el helicóptero desciende por la pista aérea del enorme navío de guerra.

No pasa mucho tiempo para que se encuentren instaladas en sus recámaras, con sus órdenes y sus funciones ya predispuestas. Cada una en su debida área y fungiendo sin perder más el tiempo en favor de sus llamados. Todo el constante ir y venir de aquella gigantesca ciudad flotante en medio del océano podría ser catalogado con elegancia como un gran caos organizado; en donde los horarios, las zonas y las ininterrumpidas movilizaciones de los casi cinco mil tripulantes que sostiene la nave, le han permitido a Sam mantenerse alejada de las pistas de vuelo. El área médica se ha convertido en su nuevo refugio y sus responsabilidades la han sostenido atada por más de una semana a su rol de médico y tutora de las nuevas generaciones. Ahora mismo lleva en su haber una ronda con un grupo de cinco médicos que se acaban de recibir y los instruye con su guía y con sus conocimientos en el arte de la salud y la guerra.

—Pero, ¿cómo es posible llevar a cabo un procedimiento de tal índole viéndose prácticamente atado de manos y pies? —Pregunta uno de los jóvenes galenos a la experimentada doctora.

—No tendrás idea de tus verdaderos conocimientos y de lo que, en realidad, eres capaz de hacer hasta que te encuentres en una situación de vida o muerte disputando por tus elecciones. Créeme que siempre optarás por el lado de la vida; entonces, te darás cuenta de lo mucho que puedes lograr con tan sólo una cuarta parte del equipo médico que estás acostumbrado a utilizar. La esencia de un verdadero médico no se basa solamente en los avances y los desvelos de las nuevas tecnologías; si no en lo mucho que puedes alcanzar con las pocas herramientas que son depositadas sobre tus manos ante el inminente deseo de salvar vidas. La entrega incondicional hacia sus semejantes, aún a costa de su propia supervivencia. Eso es fundamental en la práctica de la medicina en el ámbito de la milicia y si no existe dentro de ustedes un espíritu tal de servicio hacia sus semejantes; entonces, lamento decirles que han errado de vocación. Ya se pueden retirar; mañana a primera hora los quiero listos y puntuales, si no quedarán por fuera de las rondas de diagnóstico —les advierte Sam con autoridad y despachándolos de su lado, vuelve a ver el reloj en su muñeca y se marcha en seguida a dar sus consultas.

No ha finalizado su turno, cuando busca con desespero el poder comunicarse con David y con los niños; es viernes por la noche y quiere hablar con sus pequeños y verles tan sólo por unos pocos minutos antes de que su padre les envíe a la cama; pero, para la mala suerte de Sam el constante cambio de coordenadas que han realizado en las últimas veinticuatro horas le ha errado los cálculos y cuando logra contactarse con David, se da cuenta de que sus criaturitas tienen más de dos horas de estar durmiendo. En cierta forma esto la tranquiliza; ya que el llanto de Ben, en cuanto el niño hace contacto visual con la madre, desencadena también las lágrimas del pequeño Adrian y cuando termina la comunicación, Sam sabe que David queda hecho un lío con los dos niños a su cuidado y ella con el corazón destrozado al no poder consolar el dolor que les causa aquella separación a sus dos angelitos. Él sólo puede estar con ellos los fines de semana y ahora ella se encuentra ausente por completo de la vida de sus niños. En fin, a su parecer, han resultado ser todo un fracaso como padres.

Permanece hablando con David. Ambos ríen y se consuelan mutuamente con palabras de ánimo ante la desazón que experimentan al verse tan lejos el uno del otro.

—No está tan mal —le dice Sam—; es un lugar bastante bonito, a decir verdad. Jamás me lo hubiese imaginado. Las condiciones son muy buenas; incluso, en ocasiones cierro los ojos y hago de cuenta que me encuentro en un crucero por el Mediterráneo.

Las carcajadas de David y los comentarios que se derivan al respecto amenizan la charla de ambos por más de media hora.

—Te extraño.

—Y yo a ti —pronuncia ella sonriendo con tristeza mientras acaricia con la mano la imagen de David proyectada en la pantalla del computador. Se encarga de mostrar delante de él la amabilidad de su rostro y la ternura de sus ojos—. Todo sería perfecto si tan sólo estuvieses aquí, conmigo.

—Sabes, anoche los niños…

—Si, anoche, qué —pronuncia Sam con intriga—...¿David?...Hoolaa —Y dándose cuenta de que le habla a la imagen congelada de su esposo en el monitor, deja salir un vasto suspiro cargado de fastidio—. ¡Rayos! —Exclama con enojo al ver que perdió la comunicación.

—¿Ese es tu esposo? —Pronuncia Warren. Los tonos elevados de su voz provocan los sobresaltos en Sam. La mujer se inclina desde atrás sobre su hombro y observa la imagen inmóvil de David con mayor detenimiento—. Wow, que lindo —le dice—. Ven, vamos.




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