Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano (volumen 4)

Capítulo 33

—¡Oye!...Hey —Pronuncia Warren y poniéndose sobre sus pasos, se lanza corriendo detrás de Sam hasta alcanzarla—. Creo que anoche te metí en serios problemas, ¿no es así? —Le dice ésta entre pendencieras sonrisas mientras se mantiene caminando junto a ella.

Sam alza el rostro de lado y la mira de reojo.

—¿Tú crees?...Me metiste en serios problemas —le confirma sin dejar de avanzar por el amplio pasillo que la lleva rumbo a su recámara. Ya falta poco para el amanecer y viene de terminar con su turno de noche. Lo único que quiere es introducirse debajo de las sábanas y dormir un par de horas. Sólo así podrá mantenerse alerta por el resto del día; aunque no sabe si logrará pegar los ojos sabiendo que David, en ese preciso instante, se encuentra en tan terribles aprietos—. De todos modos, te agradezco lo que hiciste anoche por mí, Warren —pronuncia Sam mostrándose sumamente agradecida con su compañera—, sin ti no hubiese podido verlo. Hablar con él y tranquilizarnos el uno al otro para así poder continuar con nuestras funciones. Al menos ahora sé que mis niños están bien, nadie en mi familia se enteró de lo sucedido. En cuanto logre comunicarme con ellos, podré explicarles con más calma cómo fue que ocurrieron los hechos…Gracias.

—No hay de qué —le dice la mujer, esbozando frente a ella un simulacro de satisfacción con un toque de pedantería—. No fue mi intención causarte problemas con Crowe. De ahora en adelante, supongo que debes ser…digamos que, un poco más cuidadosa. No será fácil para ti tener al marido y al amante en el mismo lugar, Kendall.

Los pasos de Sam se detienen de golpe a través estrepitosas y escandalizadas miradas.

—Pero, ¿de qué estás hablando? —Se deja decir frente a ella y sin más demoras, lanza sobre Warren una mirada cargada de fuego ante sus falsas declaraciones—. Yo no tengo ningún amante, Makayla. Ten mucho cuidado con lo que andas diciendo por allí, ¿me entendiste?

—Oye, cálmate —le dice Warren imponiendo ambas manos frente a Sam simulando sus supuestos temores—. Todos aquí sabemos que entre ustedes dos hay algo…O más bien, que nunca ha dejado de existir algo. Quienes les conocemos, a ustedes y a su historia, sabemos que los dos se aman y que aún están juntos. ¿Qué tiene eso de malo?

—¿Qué tiene eso de malo? Pues, que no es verdad. Eso es lo que tiene de malo —le deja saber Sam intentando guardar los tonos de su voz. Mas no así los de su rostro. Está que estalla de la furia frente a esta mujer.

—Oh, vamos —continúa Warren, mostrándose muy segura de sus conocimientos delante de Sam—; ahora no pretenderás convencerme de que ya no te encuentras pendida de las narices por el Mayor, ¿o si? Cuando ambos no han dejado nunca de destilar miel, el uno por el otro, como si fuesen un panal de abejas…¿O me vas a decir que en todo lo que tienen de estar aquí no te lo has cogido ni una sola vez? —Le dice Warren entornando los ojos frente a ella.

Los escandalosos gestos en el rostro de Sam se hacen presentes una vez más. Su boca permanece abierta en asombro.

—Por supuesto que no —le dice en seguida, advirtiendo ella como sonoras carcajadas se desprenden allí mismo de Warren. Se burlan en frente de Sam desestimando sus palabras.

—Si, claro, como no —Warren se sostiene del vientre y enderezando la postura a muchas penas, deja caer sobre el hombro de Sam dos certeros manotazos. Al instante le doblan la espalda y el rostro, frente a la puerta de su recámara, con abiertos quejidos de dolor—. Ahora cuéntame una de vaqueros, Kendall…Sigue durmiendo de ese lado, ¿me oíste? —Y señalándola muy divertida con el dedo, le da la espalda para continuar con su camino—. Que mientras tú te la creas, el mundo entero también lo hará. ¡Así es como se hace…bien hecho! —Le dice palmeando las manos en un par de ocasiones.

El rostro de Sam permanece pasmado y su figura estática; observa como Warren se aleja de ella agitando los brazos en alto en clara señal de victoria ajena. Como si los triunfos de sus supuestos amoríos clandestinos con Richard le pertenecieran a esta mujer. Esto no hace más que entristecerle el semblante y no es que se guíe por lo que dicen los otros. Lo que los demás piensen de ellos, la verdad es que la tiene sin cuidado; pero, sí se duele por Richard. Jamás pensó que el amor tan pulcro y cristalino que hubo entre ellos; tan libre y natural, ahora se mire manchado por la suciedad de las habladurías; por el morbo de las murmuraciones que hablan acerca de lo prohibido. El amor que hubo…que todavía hoy existe entre ellos, no se merece algo así. Además…también está David.

Sam deja salir, sin querer, un abatido suspiro y sus dedos comienzan a frotar sus ojos debido al cansancio que siente; así que mejor ingresa a la recámara para descansar. En el momento en el que cierra la puerta, la luz de la pequeña habitación se enciende a sus espaldas provocando sus inmediatos sobresaltos.

—¡Mierda! —Lanza Sam al aire mientras se voltea con la rapidez de sus movimientos. La espalda pegada contra la puerta y la mano puesta ya sobre la funda de su arma.

—Humm…Esa fue una buena reacción. Me gusta —le dice Richard levantándose de la silla que permanece situada bajo el marco de la ventana—. ¿Qué fue todo ese escándalo en el pasillo?




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