Capítulo 1
Aquel es el final de un día muy largo. Ya en casa cansados y con la convicción de que, de allí en adelante, las cosas marcharán mucho mejor, Sam no deja de recibir en sus labios las constantes promesas de amor hechas por David. Además de un par de sutiles, mas malogrados intentos por parte de éste, de querer pasar la noche con ella. Se apresuran y le dejan, muy en claro, los deseos de llevar las cosas con más calma.
No así, Sam no se libra del todo de sus nuevas responsabilidades.
Esa noche los tres duermen juntos en la misma cama. David abrazado al cuerpo de su amada y ella junto a su niño. Entonces, Sam sueña con un largo sendero en medio de un tétrico y oscuro bosque. Camina descalza a través de éste y escucha el crujir de las ramas romperse bajo el trémulo peso de sus pies. Se elevan a través del espeluznante silencio que la rodea, llenándola de mucho miedo e incertidumbre. Permanece sobre sus pasos mientras mira hacia los lados, pues busca algo con desesperación, mas no sabe qué es. Mantiene un andar descoordinado, sin dirección alguna y continúa buscando aquello que desconoce. Se percata de que una presencia maligna, con aroma a muerte, la sigue muy de cerca y la acecha como a una presa sobre la cual su suerte ha sido ya echada. Su respiración se agita y comienza a buscar con frenesí una salida del espeluznante lugar en el que se encuentra. No obstante, el llanto incesante de un bebé se escucha provenir desde lo más profundo del bosque. Un horrible escalofrío la invade y recorre por completo todo su cuerpo. Una espantosa sensación que la obliga a desviar de inmediato su camino. Ahora sabe que lo que busca con desesperación es a su bebé perdido. Sam corre de inmediato de vuelta, sintiendo como los firmes y puntiagudos filos de las ramas se incrustan dentro de su piel. Cada paso ensangrentado que da, la lleva con vertiginosa velocidad en dirección a su hijo. Debe socorrerlo de inmediato. El dolor que se proyecta de su rosto, demuestra la determinación con la que sigue corriendo hasta llegar a él…al origen de su llanto. Esquiva los gigantescos y gruesos troncos de los árboles que se interponen en su camino y avanza más rápido aun cuando la silueta de Richard, de pie y en medio del ancho bosque, se manifiesta frente a ella, indicándole a grandes voces que huya de allí.
Un viento tempestuoso, como el de un gran torbellino, se levanta en medio de los dos. Golpea con fuerza el cuerpo de Sam, pero ella no se permite retroceder; sino que luchando contra las grandes ráfagas que silban alrededor de su silueta y recibiendo constantes bofetadas de las hojas que se estrellan contra su rostro, grita en dirección a Richard para que éste la ayude a buscar al niño. Pero Richard no atiende a su ruego:
—¡Sal de aquí! —Grita él una vez más. El desespero arrastra su voz con violencia y gravedad—. ¡Antes de que sea demasiado tarde!
Las ardientes arenas del desierto se abren paso, allí mismo, frente a ella y retumban bajo sus pies ante el contacto de las bombas.
—¡Corre!
Sam corre como una desquiciada, advierte como su vientre se encuentra abultado. Lleva al niño dentro de ella y debe ponerse a salvo del bombardeo.
—¡Maldita sea, Doc! ¡Por la puta madre, muévase!
—¡¿Gabriel?! —Pronuncia Sam. Las pupilas de sus ojos se ensanchan con asombro. No puede más, es inútil y se detiene cayendo frente a él. Su labor de parto ha comenzado y se precipita sobre la arena.
Gabriel la toma entre sus brazos y corre; pero antes de ingresar al túnel ambos caen al suelo. La sangre comienza a emanar de la frente de su amigo. La mirada perdida y fija de Gabriel la aplasta junto con su cuerpo inerte. Sam no puede respirar, él la está asfixiando, también a su bebé. La sangre llueve sobre su rostro.
—¡Gabriel! ¡Gabriel, noooo!...¡Gabriel!
—¡Sam! ¡Sam, despierta!
David toma a Sam por los hombros y la sacude.
Los ojos de Sam responden abriéndose en medio de violentas sacudidas. Una mirada llena de desquicio y desesperación que la consume. Se despoja de las manos de David con la ayuda de muchos manotazos. Un empujón le permite liberarse de él y lanzarse de la cama, para luego arrastrarse por la alfombra hasta topar con una pared en medio de la oscuridad.
David se lanza tras ella.
—Ben…Dios mío, Ben —comienza a gimotear Sam. El temblor de sus manos intenta mantener a David alejado de ella. Su cuerpo se encoge como un caparazón. Ni siquiera se dio cuenta cuando pasó por encima del niño para alejarse de las sábanas. Además de la pesadilla, teme haberlo lastimado y por eso llora con desespero.
—Él está bien…Sam, él está bien —repite David una vez más, mientras señala al pequeño con la punta del dedo —. Mira —le dice y le muestra el reposado dormir que todavía sostiene Ben bajo su cobertor de ositos—. Tranquilízate, ya pasó…Shhhh, ya pasó —E intenta sostener el llanto de Sam a lo lejos con la ayuda de sus manos vacías.
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Editado: 29.05.2024