Torbellino: Verdades a la Luz (novela Romance - Volumen 2)

Capítulo 5

—¿David?

—Hola —pronuncia David elevando la mirada. Descubre a Sam a su lado; ni siquiera la sintió entrar en su estudio, por lo que se muestra sorprendido—, ¿qué haces aquí, pensé que esta noche te quedarías en tu departamento?

Mas Sam no responde nada sino que, a través de pausados y lentos movimientos, tan sólo comienza a desabrocharse la blusa frente a él y sentándose de frente y sobre su regazo, termina de hacer a un lado cualquier objeto que se encuentre en las manos de David.

—¿Qué haces...?

—Shhh...

El dedo de ella puesto sobre sus labios le hace callar y el siseo que sale de boca de Sam en cuanto se acerca hasta él y a la humedad de sus labios, le acelera el pulso y las respiraciones.

—¿Estás segura? —Susurra David por medio de un tenue resoplido. Sin darse cuenta sus manos comienzan a recorrer con lentos movimientos la espalda de Sam hasta enredar los dedos en la cumbre de sus cabellos.

—Uhmjú —Es lo único que sale de ella antes de terminar de unir sus labios a los de él.

—Vamos arriba.

—No...aquí.

—¿Aquí? —Pronuncia él, casi que sin aliento. Siente como se le desatan los deseos y las emociones allí mismo. David termina de enredar las piernas de Sam alrededor de sus caderas y elevándose junto con ella, deja caer la espalda de Sam sobre el mar de planos que se extienden a lo largo y ancho de todo su escritorio. Y sobre ella el cuerpo de él, ardido y extraviado ya, por el fuego que lo consume por dentro.

David se abre paso a través de las piernas de Sam y llegando hasta ella, termina de desabrocharle la blusa. Comienza a beber con desespero de la piel de su cuello, de la humedad de sus senos. Sus manos recorren de arriba abajo las líneas de sus formas hasta enredarse de nuevo sobre sus cabellos.

—Quítate esto —pronuncia ella con igual ímpetu y haciendo arrancada, prácticamente, la camisa de él, deja que David caiga de nuevo sobre ella con todo el peso de su cuerpo, con todo el vigor de sus movimientos. La respiración de ambos es acelerada, sus embestidas exacerbadas. La cremallera del pantalón de David se desliza hacia abajo, la de ella también desciende por mano propia.

—¿David?... ¿Dónde está Ben?

—No te preocupes, lo llevé a una cita de juegos. Iré por él en un par de horas; así que tenemos la casa para nosotros solos.

—¿A una cita de juegos?

—Si —responde él sin dejar de besar su cuello. Los movimientos de David continúan excitados sobre el cuerpo de Sam; pero los de ella no. Los de ella se miran pausados a causa de sus pensamientos.

—¿Y a dónde lo llevaste?

—Déjame quitarte esto —pronuncia David en respuesta a su interrogante y en su desespero por desnudar a Sam, intenta despojarla él también de su blusa.

—No, no me quites la blusa. No quiero que mires mi espalda.

—A mí no me importa que tengas marcas de acné en la espalda, Sam.

—Pero a mí si...y no quiero que las mires...Por favor.

El rostro de David se posa de inmediato sobre ella.

—Está bien —le dice y comenzando a besarla de nuevo, se torna sobre ella de un modo más dulce, más pausado. Así como los movimientos que ahora se encargan de acariciar el cuerpo de Sam con tierna calidez, incluido su rostro. Los dedos de David recorren la piel de sus mejillas y de allí bajan a través de todo su cuerpo hasta llegar a la abertura de su pantalón. Es allí cuando el deseo se impregna de amor—. Ven, vamos —le dice—. No pienso hacerte el amor sobre una pila de papeles —Y tomando a Sam entre sus brazos, David se encarga de llevarla hasta la habitación. La deja caer con suavidad sobre la llanura de las sábanas...él de nuevo sobre ella.

—David... —pronuncia Sam. Puede sentir como los labios de David comienzan a recorrer de nuevo toda su piel— David, ¿dónde está Ben?

—Shhhh...ya te lo dije.

—Si, pero, ¿en dónde?

—Lo llevé a casa de tus padres —susurra David sin dejar de besarla.

—¡¿Quéeee?!

—Ben ahora mismo se encuentra jugando con tus sobrinos. Nana cuida de ellos, así que puedes estar tranquila...

»...Oye, ¿qué haces? ¿A dónde vas? —Pronuncia David, de pronto Sam se deslizó debajo de su cuerpo y se le ha escapado de las manos.

—Lo siento —responde ella. Se lanza de la cama porque ahora mismo no puede quedarse a dar explicaciones. Debe correr a la casa de al lado y traer al niño de vuelta.

Por eso mismo David la mira abrochándose la blusa a toda prisa y ajustarse los pantalones al tiempo que da pequeños brincos sobre la alfombra, subiendo el cierre de su cremallera.

—Pero, Sam...¿qué haces? ¿Y lo nuestro? Es decir...¿Y nosotros...?

Mas Sam ya no logra escuchar nada. Ha emprendido una desesperada carrera escaleras abajo sin volver a ver atrás. Los reclamos de David quedan flotando en el aire junto a la frustración que lo lleva a enderezar la postura y sentarse en el borde de la cama, mientras deja salir un vasto suspiro cargado de indignación.

Es esa misma indignación la que le hace, ni siquiera pasado un minuto, tomar el teléfono que tiene al lado.

—¿Se puede saber qué es lo que está ocurriendo? —Escucha Sam desde el otro lado de la línea. La voz de David se escucha ofuscada...molesta, por no decir realmente enfadada— ¿Qué fue todo eso?

—David, perdóname. Te lo explicaré todo en cuanto llegue a casa, por ahora debo ir por Ben. Ya casi es hora de comer y tú ya sabes cómo es mi madre. No quiero que piense que estamos cargando nuestras responsabilidades sobre sus hombros.

—Pero si fue la misma nana quien insistió en que Ben se quedara a jugar con los chicos de Adam —responde éste sin cambiar el tono de su voz—. No veo por qué a tú madre le tenga que molestar tanto la presencia de mi hijo, o ¿es que acaso mi pequeño también es indeseable a los ojos de la gran señora? ¿Es mi hijo poca cosa para ella?

—No, David, ¿cómo dices algo así? Es sólo que...es que...




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