—Hola…
—Hola —pronuncia David. Eleva la mirada y descubre a Sam a su lado. Ni siquiera la sintió entrar en su estudio, por lo que se muestra sorprendido—, ¿qué haces aquí, pensé que esta noche te quedarías en tu departamento?
—Y así era, pero cambié de planes —responde ella—. Bueno, si no te molesta. Espero no interferir en ningún compromiso que tengas esta noche.
—Naaa —responde David mostrando así su indiferencia—, le diré a la chica de turno que me acompaña, cada que tú no estás, que no venga.
—Ja, ja que gracioso.
David sonríe muy malicioso y extendiendo la mano hasta ella, la toma por el brazo y la hala haciéndola caer sobre su regazo.
—Me alegra que estés aquí —le dice recorriendo las formas de Sam con delicadeza y adueñándose de su cabello por detrás, la atrae hacia él llevándola hasta sus labios—. Si por mí fuera jamás te dejaría salir de esta casa —pronuncia uniendo su frente a la de Sam—. Gracias por venir.
—Te extrañaba y a mi pequeño también —responde ella suscitando el brillo en los ojos de David. Los labios de ambos se unen, una vez más, en un suave beso—. ¿Dónde está Ben?
—Lo llevé a una cita de juegos.
—¿A una cita de juegos?
—Así es —responde David sin dejar de besarla.
—¿No hay nadie más en la casa?
—No, sólo tú y yo —contesta él, advirtiendo como la mirada de Sam lo retiene por un segundo. Lo descubre como si fuese la primera vez—. ¿Qué? Iré por él dentro de un par de horas, no te preocupes.
Pero no es eso.
—Ven, vamos —pronuncia ella de un pronto a otro. Se eleva del regazo de David y tomándolo de la mano, lo obliga a caminar junto a ella.
—¿Qué haces, a dónde vamos?
Mas Sam no contesta nada, simplemente conduce a David escaleras arriba sin pronunciar palabra alguna. Él se deja llevar por ella de la mano como si fuese un niño pequeño.
En cuanto ingresan a la habitación el entendimiento de David se abre.
Ambos cuerpos comienzan a caminar entrelazados hasta que caen sobre la suavidad de las sábanas.
—¿Estás segura? —Susurra él depositando su peso sobre ella—. Podemos esperar hasta la noche. Te llevaré a cenar primero a un lindo restaurante. Uhm, ¿qué te parece?
El aliento de David, cargado de excitación, se introduce dentro de ella desmintiendo aquellas propuestas. En verdad le urge hacerla suya...ahora mismo, pero si ella así se lo pide, esperará. En cuanto advierte las sutiles negativas de Sam y las cuales le alientan a que proceda de inmediato, simplemente cierra los ojos y dejándose llevar, comienza a moverse sobre ella con desasosiego.
Sam no hace otra cosa que enredar los brazos sobre el cuello de David y someterse al ritmo de aquella excitación. En cuanto advierte cómo los latidos del corazón y las respiraciones en éste se aceleran.
—¿David?...David —pronuncia Sam. Se sostiene de los cabellos de David, mientras éste hunde el rostro en su cuello y se impulsa sobre su piel. Sam siente cómo la comienzan a despojar con rapidez de sus ropas. Botón tras botón su blusa yace abierta ahora de lado a lado. Él mismo se ha deshecho ya de un par de prendas con la ayuda de ella misma. Semi desnudo y sobre ella, David comienza a moverse una vez más sobre las formas de Sam. Sobre la desnudez de aquellos senos y de los cuales bebe ahora con vigor, hasta subir a su cuello y de allí nuevamente a sus labios. Las piernas de Sam son elevadas con premura, puestas sobre el nivel de las caderas de David y alrededor de él, en donde el sonido de una cremallera termina de descender. La falda de Sam se impulsa hacia arriba con rapidez mientras David se abre paso hasta llegar a ella—. David —pronuncia Sam una vez más—… Tú teléfono.
—Déjalo sonar.
—¿Por qué dice Mansión Kendall? —Pronuncia ella entre los agitados movimientos de su cuerpo.
—¿Qué?
David eleva la cabeza y se detiene por segundo mientras mira la pantalla de su celular.
—Ah, debe ser nana —pronuncia y vuelve de inmediato a lo único que le interesa por ahora—. Ben está en casa de tus padres jugando con tus sobrinos.
—¡Qué!
Las manos de David ya se dirigen hacia abajo con las pantaletas de Sam bien arraigadas a su excitación.
—Quítate…¡Quítate! —Pronuncia ella de un pronto a otro y con desesperación. Patalea un par de veces bajo el cuerpo de David y un severo empujón, sobre su pecho, termina de quitárselo de encima.
—Oye, ¿qué te pasa? —Pronuncia éste, de la nada mira a Sam deslizándose bajo su peso, al tiempo que se le escapa de las manos.
—Lo siento —responde ella. Debe correr a la casa de al lado y traer enseguida al niño de vuelta.
David la mira abrochándose la blusa a toda prisa y ajustándose la falda, en medio del vaivén de su cuerpo. La ve dirigirse con premura hacia la puerta. Se queda con las pantaletas de Sam en la mano.
—Pero, Sam, ¿qué haces? ¿A dónde vas?
Mas Sam ya no logra escuchar nada. Ha emprendido una desesperada carrera, escaleras abajo, sin volver a ver atrás. Los reclamos de David quedan flotando en el aire junto a sus deseos. Se queda allí, en la misma pose que ella le ha dejado. Sin camisa, con los pantalones a medio camino y admirando el vacío de la cama. Un vasto suspiro cargado de indignación se eleva de sus frustraciones.
Es esa misma frustración la que lo lleva a guardarse el orgullo dentro de los pantalones, subirse el cierre y tomar el teléfono que tiene al lado.
—¿Se puede saber qué es lo que está ocurriendo? —Escucha Sam desde el otro lado de la línea. La voz de David se muestra ofuscada…molesta, por no decir realmente enfadada—. ¿Qué fue todo eso?
—David, perdóname. Te lo explicaré todo en cuanto llegue a casa, por ahora debo ir por Ben. Ya casi es hora de comer y tú ya sabes cómo es mi madre. No quiero que piense que estamos cargando nuestras responsabilidades sobre sus hombros.
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Editado: 29.05.2024