—Hola, ¿qué haces? —Pronuncia Lorie. Se apoya sobre el marco de la puerta de la oficina de Sam y la observa nadando sobre un mar de papeles.
—Ya ves, termino de llenar informes. ¿Me pasas esa pila de expedientes, por favor? —Solicita a su amiga señalando el archivador que tiene al lado.
Lorie toma la pesada pila de archivos y los coloca sobre el escritorio de su amiga.
—¿Acaso has escuchado hablar de los archivos electrónicos?
—Qué te puedo decir —repone Sam en medio de una tenue sonrisa—; como dice Pascal: “Al parecer los hábitos son nuestra segunda naturaleza”. Creo que aún estoy atrapada en nuestras viejas costumbres.
—Si, al parecer así es —asiente Lorie, repasando como un acorde de guitarra las hojas que tiene frente a ella—. Oye y hablando de viejas costumbres —le dice—. ¿No te gustaría ir esta tarde al polígono de tiro?
La mano con la que Sam escribe se detiene por un segundo.
—Sabes que hace años que no toco un arma —pronuncia sin dejar de mirar los papeles. Entonces se encarga de continuar con su labor.
—Lo sé. Antes no podía hacerte salir de los campos de tiro, ¿recuerdas?
—Si, pero como tú misma lo acabas de pronunciar eso fue antes, tiempo pasado. Ahora no me interesa nada de eso y lo sabes muy bien.
—Es una lástima —insiste Lorie—, tú eras una de las mejores. Recuerdo que te pidieron a tus superiores para que te formaras como parte de…
—Lorie —interviene Sam acotando de tajo las palabras de su amiga—. Si no te importa, prefiero no hablar del pasado, ¿quieres? Además, debo apresurarme. Tengo que recoger a Ben de la escuela, le prometí que lo llevaría a visitar a Susan. Sabes lo bien que se han llevado los dos últimamente. Se han encariñado mucho el uno con el otro.
—Es como si supiesen que son hermanos, ¿cierto?
—Dicen que la sangre llama y en este caso, al parecer, así fue —pronuncia Sam, dejando de lado y por un momento, sus informes. Se lleva la mano hasta la barbilla, entonces su expresión se vuelve meditabunda.
—Por cierto, vi tu auto nuevo en el parqueo. Ufff, está de lujo, cariño —menciona Lorie abanicando la mano de arriba abajo.
El inesperado comentario saca a Sam del retraído semblante y sonríe.
—Si, bueno…tú sabes que fue David quien insistió —responde y continúa escribiendo—. A veces es tan necio. Como si estuviese en posición de adquirir más deudas.
—Es porque es un necio que se preocupa por tu bienestar. El auto de Richard estaba en muy mal estado, me alegra que lo hayas cambiado.
—Si, pero ni se piensen que me voy a deshacer de él.
—¿Cómo, aún lo conservas? ¿Dónde?
—No te lo diré.
—Está en el parqueo del edificio de departamentos, ¿cierto?
Sam deja todo el papeleo de lado y se impulsa con la silla hacia atrás.
—Cómo odio que me conozcas tanto —pronuncia con fastidio mientras reprime una amenazante sonrisa ante Lorie—. No se lo vayas a decir a David. Le dije que yo misma me desharía del auto cuando intentó llevárselo. Es lo único que me queda de él, Lorie. No voy a dejar que me lo quiten. No como hicieron con todo lo que era suyo y que luego me arrebataron de las manos —menciona Sam, recordando de un pronto a otro a su bebé y comenzando a tirar de los músculos de su cuello, se nota como se le altera el semblante.
—Está bien, tranquila, cariño. Nadie te está arrebatando nada —menciona Lorie con cautela—. Mientras no lo conduzcas, puedes conservarlo donde tú quieras.
—Lo siento —pronuncia Sam de inmediato, guarda un breve silencio y respira hondo sosteniéndose la frente. Piensa en lo acelerado de sus reacciones. De verdad que debe parecer siempre una loca frente a Lorie. Por ello las palabras de ésta y las manos que aún continúan extendidas frente a ella—. No quise hablarte de esa forma, perdóname.
—¿Y quién te culpa? —Se apresura a mencionar Lorie. Se acerca y se inclina delante de Sam, uniendo su frente a la de ella—. Si tú eres la persona más fuerte que yo conozco…Anda, ve con tus hijos —le dice poniéndose en pie—. Yo terminaré de llenar tus informes.
—¿Qué? ¿Estás segura? Mira que son muchos los que faltan por registrar.
—Si, si, anda —la insta ella por medio de fuertes palmadas que resuenan con premura dentro de los oídos de Sam—. Tú no te preocupes que yo me encargo de esto. Ve con tu familia.
Sin pensarlo más, Sam sale del hospital un par de horas antes de lo previsto y recogiendo a Ben de la guardería de la escuela, toma rumbo directo hacia la casa de sus padres.
Como era de esperarse su niña aún no retorna de la escuela; pero sí se encuentra de frente con la inesperada noticia de que sus padres han estado aguardando por ella todo el día.
—Me encargaron decirte que, en cuanto estuvieses aquí, subieras a verles, mi niña —pronuncia nana cumpliendo con las órdenes dictadas por los señores.
—¿Y no sabes qué es lo que querrán, nana? —Pregunta ella con indisposición. La experiencia le ha enseñado que nada bueno resulta nunca de este tipo de convocaciones por parte de sus padres.
Pero al no obtener nada conciso por parte de su nana, Sam no tiene más remedio que encargarle a Ben y sale a cumplir con su destino. Sube hasta el estudio de su padre y haciendo caso de la noble experiencia, antes mencionada, se asegura de mirar hacia ambos lados y como descubre los caminos despejados, une la oreja a la puerta con cautela. Al instante capta las voces de sus padres discutiendo en el interior.
—Pero, Alex, ¿qué quieres que haga? —Escucha pronunciar a Jim con severos tonos—. ¿Acaso pretendes que me lo deje yo? Hace más de cinco meses que volvió a casa. Es ilegal continuar reteniéndolo. Ella ya es una mujer adulta y mi madre se lo dejó como herencia. La prórroga de su testamento fue muy clara y específica. En cuanto ella y Adam cumpliesen los 21 años, ambos podrían entrar en posesión de su dinero y para nuestra hija eso fue hace mucho tiempo atrás. No puedo continuar ocultándoselo.
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Editado: 29.05.2024