Todo esto ha sido demasiado para ella. Los eventos que ha vivido en los últimos días han sido en sobremanera estresantes. David se dio cuenta de la verdad acerca de su hija, por un momento creyó haberlo perdido a él y a los niños. Sus padres se enteraron de sus mentiras, recayó una vez más en el vicio y su cuerpo no ha dejado de atormentarla debido a la abstinencia. David también descubrió los problemas que ella tiene con el alcohol. Toda una locura de acontecimientos que le han drenado por completo la energía…y de paso, la cordura.
Los espasmos que agitan el cuerpo de Sam, sacan a David de un sueño profundo y le hacen despertar en medio de un temible sobresalto. Descubre a Sam atada aún a sus brazos, mas revolviéndose entre las sábanas con locura y desespero. Con gemidos carrasposos que salen de su garganta como si se estuviese ahogando. Como si alguien la estuviese sujetando por el cuello hasta dejarla sin aire y por ello la mira retorciéndose, intentando halar oxígeno a través de la demencia de sus movimientos. Sonidos guturales que rompen la voz de Sam en mil pedazos al sujetarse ella misma el cuello con ambas manos.
—¡Sam…Sam, despierta! —Exclama David. Se posiciona sobre ella y la sujeta de los hombros, sacudiéndola con fuerza. Intentando sacarla de su pesadilla, pero no puede. No sabe que ella ha cruzado más allá del punto de retorno y ha caído en el oscuro abismo de sus memorias, donde el infierno de su tragedia se repite ahora mismo dentro de su mente.
Las rápidas y violentas reacciones que se desatan de los brazos de Samanta, al sentirlo sobre ella, golpean el rostro y el pecho de David en repetidas ocasiones. Tratando por todos los medios de liberarse del ataque que está sufriendo dentro de sus pesadillas.
—¡¡No!! —Consigue dejar salir como un grito desesperado—. ¡No! —Se rompe su voz, una vez más y permanece ahogándose debajo del cuerpo de David, quien continúa sobre ella intentando liberarla de aquella locura.
—¡Déjenme…noooo! ¡Richard haz algo…No dejes que se lo lleven! ¡Richard! —Arrastra Sam su nombre una y otra vez con demencia—. Mi bebé…Mi bebé, por Dios, ya está muerto. Por piedad, no se lo lleven…¡Richard! —Se desgarra su voz.
David está seguro de que la está lastimando, pero con tal de hacerla despertar continúa sacudiéndola. De un pronto a otro la libera y se aparta de ella. Se asusta al ver los ojos de Sam al descubierto y salidos, casi por completo, de sus órbitas. Su rostro empapado de sudor y vestido de locura recorre con sobresaltos el entorno que la rodea. No forcejea más y se mantiene atada a la cama con la respiración a punto de explotarle el pecho.
—Sam, ¿qué te sucede? ¿Estás bien?...Sam, tuviste una pesadilla.
David puede advertir el pánico reflejado de su mirar; sin embargo, ella se mantiene en silencio y mirando hacia la nada.
—¿Qué te pasa? —Le dice y advirtiendo como el cuerpo de Samanta comienza a incorporarse, con la ayuda de lentos movimientos, David la observa sentarse tranquilamente sobre el borde de la cama. Se coloca detrás de ella y la sujeta con cuidado por los hombros—. ¿Quieres que te traiga un vaso con agua?
Sin embargo, ella permanece muda, con la mirada perdida en el vacío. Es como si no lo escuchara, como si estuviese extraviada en el tiempo y en el espacio.
“—Sabes que no soy buena en el combate de cuerpo a cuerpo; por eso siempre llevo mi arma junto a mí.
—Si, amor, lo sé; pero si en ese momento no tienes un arma, entonces dime, ¿qué harás? Debes aprender a defenderte con lo que sea. Haz uso de tus manos si es necesario. De tus uñas o incluso de tus dientes si hace falta. Utiliza las armas de tu cuerpo como te lo enseñé. Golpea con los puños, ataca con las rodillas, con los codos o con cualquier parte de tu cuerpo que te brinde una oportunidad para escapar. Recuerda, no la desperdicies, quizás no tengas otra salida”.
El codo de Sam se eleva por los aires hacia atrás y sin dar tiempo a nada, se estrella en contra del rostro de David, abriendo allí mismo la fuente de su nariz. Los chorros de sangre caen sobre las sábanas e impulsándose sobre él, Sam hunde las uñas sobre su espalda y toma la vieja lámpara sobre la mesa de noche. David si acaso cuenta con el tiempo suficiente para echar el cuerpo hacia atrás y esquivar el golpe que amenazó con destrozarle el cráneo. Apenas consiguieron rozarle la cabeza. La mayor fuerza del impacto explotó contra el respaldar de la cama, destrozando la lámpara por completo.
—¡Pero, ¿qué estás haciendo?! ¡Detente! —Le grita allí mismo y sosteniendo la herida de su cabeza, siente como un pequeño y tibio riachuelo de sangre se abre paso a través de su rostro. La sangre continúa saliendo a borbotones por su nariz y la habitación, gobernada ahora por las tinieblas, gira en contra de los mareos de David. Tiene que doblegar el cuerpo hacia el frente, sobre la cama y sostenerse con fuerza de ambas manos para no perder el conocimiento. Escucha un bulto caer sobre el piso y las alarmas se activan sobre su rostro, en cuanto el cuerpo de Sam comienza a arrastrarse sobre la alfombra.
—Mi arma…mi arma —la escucha decir con la voz ahogada entre las penumbras de la habitación—. ¿Dónde está?
El sonido inmediato de la alfombra rasgándose y de más tablillas siendo removidas de su lugar, lo alteran en seguida. David se lanza de la cama con desesperación, se va de medio lado contra la pared y rebota sobre ésta buscando con frenesí el interruptor de la luz. Ahora mismo puede escuchar el sonido metálico en medio de la manipulación de un arma que está siendo cargada.
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Editado: 29.05.2024