Torpeza perfecta

Capítulo 1:El café del destino

Elizzy, con la confianza de un infante de kinder, juró que ese lunes iba a empezar con dignidad.
Se había puesto su blusa favorita, una celeste de manga corta con tiras y perlitas por encima del escote. Había ensayado su sonrisa frente al espejo y había prometido que no haría nada torpe en público. Spoiler: falló en menos de cinco minutos.

El café estaba lleno de estudiantes estresados, laptops abiertas y el olor glorioso a pan recién horneado. Elizzy pidió un latte, y mientras esperaba, decidió que era buen momento para practicar su aura de misteriosa chica interesante.
¿El problema? La misteriosa chica interesante no suele quedarse pegada a la manga de otro cliente porque su bolso se atoró en el abrigo equivocado.

—Eh… disculpa —dijo una voz masculina, profunda, pero con un ligero tono divertido.

Elizzy giró la cabeza y se encontró con un chico de ojos oscuros, sonrisa cuadrada y… ¿un muffin en la mano? Sí. El muffin más perfecto del mundo.
Intentó zafarse del abrigo con elegancia, pero terminó tirando el muffin.
Al suelo.
De manera cinematográfica.
En cámara lenta.

—¡NOOO! —gritó el chico, inclinándose como si acabara de ver morir a su mascota.

La gente en la fila los miró. Una señora de abrigo beige, suspiró y con sus arrugados y sabios ojos, musitó: “Juventud…”.

—Lo siento mucho —dijo Eliz, con la cara más roja que la señal de “No pasar”.

—Acabas de asesinar a mi muffin —contestó él, incrédulo, llevándose una mano al corazón—. Era de arándanos. Arándanos… ¿sabes lo que eso significa? ¡Era saludable disfrazado de postre!

Elizzy soltó una pequeña risa nerviosa.

—Te juro que te compro otro.

—¿Lo juras sobre tu latte? —la miró fijamente, como si aquello fuera un juramento sagrado.

Antes de que pudiera responder, el barista gritó:

—¡LATTE DOBLE PARA... ELIZABETH POPSSY…!

Y ahí estaba, su nombre completo, escupido en voz alta como si fuera una sentencia judicial.

El chico la miró, sonrió de medio lado y dijo:

—Elizabeth, la asesina de muffins. Me gusta.

—¡Oye! —protestó ella, pero no pudo evitar reír.

—Soy Caleb, por cierto. —Le tendió la mano, aún con migas de muffin en los dedos.

Ella la estrechó, aunque se prometió mentalmente nunca contarle a nadie que su primer contacto romántico había sido… pegajoso.



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En el texto hay: humor, romance, ficcion general

Editado: 22.09.2025

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