Torpeza perfecta

Capítulo 8: Sombras en mi cabeza

No quería admitirlo, pero ahí estaba.
Desde aquella noche frente a su puerta, con ese casi beso que se quedó suspendido en el aire, Elizzy se había convertido en una presencia incómoda… y necesaria.
Cierro los ojos y todavía puedo sentirlo: el roce del silencio, la respiración contenida, la absurda cercanía que me hizo olvidar quién era yo por un instante. Es curioso cómo la vida se detiene en segundos así, como si todo lo demás dejara de importar.
No es que no haya conocido a otras chicas antes. No es que me falten historias para contar. Pero ella… ella tiene algo distinto. Algo que no sé si me intriga, me desconcierta o me está llevando directo a la locura.
La forma en que se ruboriza cuando habla, como si cada palabra la expusiera demasiado. La torpeza que debería ser un defecto, pero en ella se convierte en una especie de belleza impredecible. El modo en que parece estar en todas partes de mi cabeza, incluso cuando intento concentrarme en cualquier otra cosa.
Me odio un poco por eso. Por dejar que me desarme con gestos mínimos, con silencios que nadie más notaría. Me odio porque no quería esto: no quería estar pensando en alguien que apenas conozco, y mucho menos de esta manera, como si estuviera construyendo castillos en el aire.
Y sin embargo, no puedo evitarlo.
No puedo evitar buscarla entre la multitud.
No puedo evitar recordar cómo se rió, incluso después de lanzarme un café como si fuera un proyectil improvisado.
Elizzy no debería importarme tanto.
Pero lo hace.
Y cada día que pasa, la inquietud es más grande.

La voz de Archie me sacó de mis pensamientos.

—Llevas diez minutos mirando el mismo punto. O estás planeando un asesinato… o pensando en una chica.

—Exageras —respondí, encogiéndome de hombros.

—Ajá —dijo, apoyando los codos en la mesa—. Y yo soy astronauta en mis ratos libres.

Rodé los ojos, pero él no quitó la sonrisa socarrona de su cara.

—¿Cómo se llama? —preguntó al fin.

—¿Quién dijo que hay alguien? —repuse, aunque la voz me salió un poco más áspera de lo normal.

Archie levantó una ceja. —Hermano, si vas a mentir, por lo menos hazlo mejor. Tienes esa cara de idiota que solo te sale cuando alguien te gusta.

Lo fulminé con la mirada, pero él siguió hablando, disfrutando cada segundo.

—Déjame adivinar… ¿es la chica del café?
No contesté. El silencio me traicionó.
Archie estalló en risa. —¡Lo sabía! Dios, tu cara ahora mismo… ¿qué fue? ¿Te sonrió mientras te entregaba un latte y ya estás escribiendo tus votos matrimoniales?

Me pasé una mano por el cabello, certeramente frustrado. —No es tan simple.

—Nunca lo es —admitió, inclinándose hacia mí—. Pero tampoco lo niegues. Porque se te nota, Caleb. Se te nota cada vez que alguien menciona su nombre.

Cerré los ojos un instante. Tal vez tenía razón. Tal vez Elizzy ya había traspasado esa línea invisible que separa la curiosidad de la obsesión.

—¿Y qué vas a hacer? —preguntó Archie, con un tono ahora más serio.

Me quedé en silencio. Porque, por primera vez en mucho tiempo, no tenía respuesta.

Archie bebió un sorbo de su refresco, sin quitarme los ojos de encima.

—Déjame adivinar: todavía no pasó nada.

—No tiene por qué pasar nada —respondí.

—Oh, por favor —dijo, riendo—. Eres Caleb, el tipo que siempre tiene todo bajo control. Pero mírate: desde que apareció esa chica andas como si te hubieran desenchufado de la realidad.

—Exageras —bufé, aunque sabía que no tenía defensa.

—¿Exagero? —apoyó el vaso con fuerza en la mesa—. El otro día en clase te quedaste mirando al vacío como si estuvieras viendo una película romántica invisible. Tu cara era digna de foto.

No pude evitar soltar una risa seca. —Eres un idiota.

—Tal vez. Pero soy un idiota observador. —Se inclinó hacia mí, con esa sonrisa de cazador de secretos—. Vamos, dime qué tiene ella que no tengan las demás.

Me quedé pensativo. No era fácil ponerlo en palabras.

—Es distinta —dije al fin.

Archie rodó los ojos. —Eso dicen todos los tontos enamorados.

—No, en serio —insistí—. No es… perfecta. Tropieza, se pone nerviosa, dice cosas raras. Y aun así… —me detuve, buscando la palabra correcta—. Aun así logra que todo eso se sienta real, ¿sabes? Como si estuviera exactamente donde debería estar, aunque no lo parezca.

Archie me miró un momento en silencio, como calibrando mis palabras. Luego sonrió con malicia.

—Traducción: te tiene perdido.

No respondí. Y mi silencio volvió a traicionarme.

—Hermano… —Archie chasqueó la lengua, negando con la cabeza—. Estás hundido hasta el cuello. Y lo peor es que ni siquiera pareces querer salir.

Me recosté en la silla, dejando escapar un suspiro.

—Quizá no.

Archie rió, satisfecho de haber ganado la batalla.

—Perfecto. Ya lo aceptaste. Ahora falta que lo aceptes frente a ella.

Archie se frotó las manos, con esa mirada que siempre anticipaba problemas.

—Muy bien, ya que aceptaste que te gusta, hora de la parte divertida: plan de conquista.

—No acepté nada —dije, tajante.

—Ajá —sonrió, ignorándome—. Número uno: flores.

—Demasiado cliché.

—Número dos: invítala a cenar. Pero no cualquier cena… pizza de dos por uno. Eso demuestra economía y visión de futuro.

Lo miré con incredulidad. —Sí, nada grita como un cupón de descuento.

Archie se encogió de hombros. —El amor entra por el estómago… y por la billetera.
Sacudí la cabeza, conteniendo una risa. Él seguía con entusiasmo.

—Número tres: haz algo heroico. Ya sabes, salvarla de una abeja asesina o de un muffin rebelde.

Solté una carcajada. —Ya pasamos por eso, y créeme, no salió bien.

—Entonces número cuatro: misterio. Mantente frío, distante, que no sepa si vas o vienes. Eso las vuelve locas.

—Archie, no soy actor de telenovela.

—Y número cinco… —dijo, bajando la voz como si revelara un secreto—: escríbele una canción.



#2139 en Novela romántica
#722 en Otros
#303 en Humor

En el texto hay: humor, romance, ficcion general

Editado: 08.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.