Torpeza perfecta

Capítulo 14: Escusas con estilo

Archie hojeaba el libro que tenía entre las manos, fingiendo un interés exagerado por las páginas, pero yo notaba cómo su mirada saltaba de mí a Martín con un brillo travieso. Entonces, sin previo aviso, se inclinó hacia adelante con aire triunfante.

—Perdona, ¿tú eres Elizzy, verdad? —preguntó, con una seguridad tan grande que por un momento me hizo dudar si lo conocía.

—Eh… sí… —respondí, desconcertada.
Martín frunció el ceño.

—¿Y tú quién eres?

Archie sonrió con esa expresión de quien ya tiene un plan bajo la manga.

—Soy el tipo que viene a salvarla —dijo con total naturalidad. Antes de que pudiera reaccionar, me puso un libro en las manos—. Te estaba buscando. Dijiste que necesitabas este ejemplar con las notas en los márgenes, ¿recuerdas?

Lo sostuve, atónita, como si acabara de recibir una bomba a punto de explotar.

—¿Qué?

—Sí, sí, el libro. ¡Importantísimo para tu trabajo! —insistió Archie, mirándome con esos ojos que decían claramente sígueme la corriente o nos hundimos los dos.

Martín soltó una risa incrédula.

—Ella ya tiene un libro.

Archie no perdió el ritmo ni un segundo.

—Pero no este —replicó, con tal convicción que casi me lo creí—. Este es el que separa a los alumnos mediocres de las leyendas.

Y antes de que Martín pudiera decir algo más, Archie ya se había puesto de pie. Se inclinó ligeramente hacia mí y, con un gesto rápido, me tomó del brazo.

—Vamos, Elizzy, lo hablamos afuera. No tenemos tiempo que perder.

—¿Qué? Pero yo… —balbuceé, mirando a Martín, que parecía procesar la escena en cámara lenta.

—Vamos, vamos —repitió Archie, tirando suavemente de mí, pero con la firmeza suficiente para no dejar espacio a la duda—. Te prometo que después me lo agradecerás.

Martín levantó una mano, como si estuviera a punto de detenernos.

—¡Eh, un momento!

—Momentos no hay, amigo —dijo Archie sobre el hombro, sin detenerse ni mirar atrás—. La literatura llama.

Y así, entre mi botella de agua apretada en una mano, el libro falso en la otra, y la media sonrisa descarada de Archie, salimos de la librería a paso rápido. Yo apenas podía seguirle el ritmo, todavía en shock por lo que acababa de pasar.

Cuando por fin nos alejamos lo suficiente, me solté de su brazo y lo miré con incredulidad.

—¿Qué fue eso?

Archie se encogió de hombros, divertido.

—Un rescate improvisado. Soy bueno en eso.

Lo miré, intentando parecer molesta, pero una risa involuntaria me traicionó. Y él sonrió aún más, como si acabara de ganar una pequeña batalla.

El aire de la calle era cálido, y el ruido de la ciudad parecía lejano después del caos que acabábamos de dejar atrás. Caminábamos uno al lado del otro, todavía en silencio. Yo no sabía si debía agradecerle o pedirle una explicación… o ambas cosas al mismo tiempo.

Finalmente, hablé.

—¿Puedo saber qué fue eso? —pregunté, alzando el libro que aún sostenía como prueba del crimen.

Archie sonrió, como si hubiera hecho la hazaña del siglo.

—Una operación de rescate. Nivel experto.

—¿Experto? ¡Estuviste a punto de arrancarme del asiento frente a todo el mundo! —exclamé, entre indignada y divertida.

—Bueno, técnicamente, te salvé de un tipo que parecía creer que “cita” y “tesis doctoral” son lo mismo.

No pude evitar reír.

—Ni siquiera sabes de qué hablábamos.

—No hace falta —replicó con un gesto despreocupado—. Tenía toda la pinta de estar analizándote como si fueras un texto de Shakespeare.

Lo miré de reojo, fingiendo fastidio, pero sus palabras tenían esa facilidad irritante de arrancarme una sonrisa.

—¿Y se puede saber quién te pidió que intervinieras?

—Nadie. Fue un impulso heroico —dijo con seriedad teatral, llevándose la mano al pecho—. Algunos nacemos para salvar el día, otros… para tomar café y observar.

—Y tú claramente eres del primer grupo.

—Exactamente. Aunque confieso que improvisé un poco.

—¿Un poco? Inventaste un libro con “notas en los márgenes”.

Archie se encogió de hombros.

—Lo importante es que funcionó. Además, admitámoslo: fue una salida elegante.

—Elegante no es la palabra que usaría —dije, pero mi tono traicionó una risa contenida.
Él me miró de lado, con esa sonrisa apenas torcida que parecía una provocación suave.

—Entonces, ¿prefieres que te deje con el otro chico la próxima vez?

—¿Próxima vez? —repetí, arqueando una ceja.

—Oh, sí. Uno nunca sabe cuándo habrá otra misión de rescate. Estoy en servicio las veinticuatro horas.

Negué con la cabeza, sonriendo sin querer.

—Eres imposible.

—Y tú sigues aquí hablando conmigo.

No supe qué responder. Había algo en su tono, algo entre divertido y sincero, que me desarmó por completo. Caminamos un rato más, y el silencio que siguió no fue incómodo. Al contrario… tenía esa calma extraña que ocurre cuando sientes que acabas de conocer a alguien que, sin proponérselo, acaba de meterse en tu historia.

El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de un dorado perezoso. Archie me había seguido hablando —o más bien divagando— hasta que sin darme cuenta, habíamos terminado en el parque que quedaba a unas calles de la librería.

—¿Siempre sueles secuestrar personas en mitad de sus tardes tranquilas? —le pregunté, acomodándome en el respaldo de un banco.

—Solo cuando están en peligro de aburrimiento extremo —respondió, sentándose a mi lado con la confianza de quien se siente en su propio territorio.

—¿Y tú eres el antídoto?

—Por supuesto. Estoy certificado en sarcasmo, improvisación y rescates sociales.

Solté una carcajada. Había algo en la forma en que hablaba que desarmaba cualquier intento de tomarlo en serio. Y aun así, no podía ignorar esa sensación en el pecho, ese pequeño latido que insistía cada vez que él me miraba.

Archie se inclinó un poco hacia adelante, observando el lago frente a nosotros.



#2139 en Novela romántica
#722 en Otros
#303 en Humor

En el texto hay: humor, romance, ficcion general

Editado: 08.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.