Thais miraba con ilusión su vestido de novia; estaba a tres meses de ser esposa de Federico, el gran amor de su vida.
—¿Estás segura? —le preguntó una de sus amigas, que era la única que no había caído en el encanto de Federico Sesgan.
—¿Por qué sigues preguntando lo mismo? Sabes que sí, estoy segura. Lo amo y él me ama a mí. —Cinthia negó con la cabeza mientras veía cómo la hipócrita de Johana, hermana de su amiga, ingresaba a la tienda.
—Ahí llegó la dulce paloma de tu hermanita —dijo con desprecio. Para nadie era un secreto que entre Cinthia y Johana había serios problemas.
—Por favor, no digas nada. Ella vino por mí, se sentía enferma y, aun así, llegó —la mujer no podía creer que Thais no se diera cuenta de la clase de bicho que era su hermana: tan falsa, abusiva y desleal. "Toda una joyita", pensó.
—Espero que cuando la venda de tus ojos caiga, no te des contra un gran muro, Thais —le susurró su amiga antes de que la hermana de su amiga llegara hasta ellas.
—¿Cómo está mi hermanita preferida? —saludó Johana al ingresar, con su voz melosa, aparentando algo que no era, pero que Thais creía.
—Hola, mi preciosa dama de honor. Estaba esperando por ti para saber tu opinión sobre mi vestido —la abrazó con aquel amor sincero que sentía.
Thais era dulce, inocente, con un alma sin maldad. Su familia, su prometido y sus amigos eran lo más importante que tenía en su vida. Era una chica soñadora, creyente del amor verdadero, del príncipe azul y todas esas ideas de niñas que solo deseaban vivir el cuento de hadas como Cenicienta o Blanca Nieves. Thais ya estaba convencida de tener a su príncipe azul y pronto formarían una familia.
—Ese vestido te queda espectacular; creo que ese es el indicado, tiene tu esencia —le dijo con hipocresía, conociendo perfectamente los gustos de Thais, y aquel vestido no era para ella.
—Entonces me quedaré con este; estaba tan indecisa —tenía la ilusión dibujada en sus ojos, y su rostro brillaba tanto como el sol. Amaba a Federico, tanto que no podía ver la realidad que se presentaba ante sus ojos.
Cinthia cruzó los brazos y observó el intercambio entre las hermanas con una mezcla de frustración y resignación. Quiso decir algo, advertirle a Thais una vez más, pero sabía que sería inútil. Johana, como siempre, había tejido su red con precisión, y su amiga estaba atrapada en ella sin siquiera darse cuenta.
—Bueno, entonces celebremos tu elección —dijo Johana con una sonrisa forzada, tomando la mano de Thais con fingida emoción—. No todos los días se elige el vestido con el que vas a caminar hacia tu felicidad eterna.
Cinthia bufó. Johana realmente era una maestra de la manipulación. La observó de reojo mientras la mujer deslizaba los dedos sobre la tela del vestido con una mirada que parecía evaluar algo más que su diseño. Había algo en sus ojos, un brillo calculador, como si estuviera maquinando su próximo movimiento.
Thais, completamente ajena a la tensión que se cocía a su alrededor, se giró hacia la vendedora con una sonrisa radiante.
—Lo llevaré —confirmó con emoción—. ¿Podrían hacerle algunos ajustes en la cintura?
—Por supuesto —respondió la empleada, tomando medidas mientras Johana dejaba caer un suspiro teatral.
—No sabes cuánto me emociona verte tan feliz, hermanita —murmuró, acariciando con suavidad el brazo de Thais—. Ojalá todo siga siendo tan perfecto como ahora.
Cinthia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había una amenaza oculta en esas palabras, una advertencia disfrazada de cariño. Algo iba a suceder, de eso estaba segura. Johana estaba tramando algo, y cuando finalmente moviera sus piezas, Thais no tendría escapatoria.
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Federico tamborileó los dedos contra el escritorio mientras observaba los documentos esparcidos frente a él. No había leído una sola línea en los últimos cinco minutos. Su mente estaba en otra parte, atrapada en pensamientos que no deberían existir.
—¿Estás perdiendo la cabeza o qué? —La voz de Maximiliano lo sacó de su letargo. Su amigo se acomodó en la silla frente a él, cruzando una pierna sobre la otra con esa actitud relajada que siempre tenía.
Federico soltó un suspiro, masajeándose el puente de la nariz antes de responder.
—Thais eligió su vestido de novia hoy. Está radiante, convencida de que todo será perfecto.
Maximiliano soltó una carcajada, pero no había diversión en su expresión, solo incredulidad.
—Y eso te preocupa, porque… —Dejó la pregunta en el aire, como si la respuesta fuera demasiado obvia para necesitar ser formulada.
Federico se recargó en el respaldo de su silla, observando el techo como si allí pudiera encontrar una salida.
—Porque todo esto es una mentira, Max. Y ella no lo ve.
Hubo un breve silencio. Maximiliano entrecerró los ojos antes de apoyarse en el escritorio.
—No me digas que te está afectando —su tono fue serio, casi acusador—. Tú elegiste esto, Federico. Sabes cómo funciona.
Federico bajó la mirada, su mandíbula tensa. Sí, lo sabía. Sabía exactamente cómo debía jugar sus cartas, cómo debía mantener intacto el teatro que había construido. Pero había momentos, como ahora, donde Thais lograba hacerle cuestionarlo todo.**
—Deberías dejar de pensar tanto —continuó Maximiliano, encogiéndose de hombros —Tu sabias cuales podrían ser las consecuencias.
Federico soltó una risa sin humor. No le respondería. No podía. Porque en el fondo, sabía que su amigo tenía razón.
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Primer capítulo ¿Que les parece?
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Editado: 19.06.2025