Cinthia esperaba a Thais en la puerta del club. Todas estaban esperando en el lugar por ella; la primera en llegar al sitio fue Johana, y para ella no era sorpresa aquello. Era consciente de que su hermano estaba en el lugar, aunque no se lo revelara; lo conocía demasiado para saber qué planeaba. Y, aunque quizás fuese mal visto, ella estaba dispuesta a ayudar en todo lo que él planeaba.
—Cin…
El grito de Thais la sacó de sus pensamientos. Sonrió mientras repasaba cómo iba vestida y se alegró al ver que utilizaba el vestido que ella le trajo de su viaje. Dorado, cubriendo hasta debajo de sus muslos, aquel color quedaba fabuloso con su piel.
—Te ves espectacular, cariño. Ahora vamos, ya todas estamos esperando por ti.
La joven no iba a levantar sospechas de todo lo que se vendría aquella noche. Sabía que si Thais veía aquella fotografía, no sería suficiente. Y si Max estaba ahí, era porque tenía un plan.
—Hoy es un día muy importante para mí.
Dijo Thais mientras ingresaban al club. Cinthia no era consciente de los mensajes que su amiga recibía cada día; no sabía que aquella noche iba en busca de respuestas y a darle fin a cualquier situación. Se reunieron todas en el sector privado; entre risas y bebidas, pasaban las horas. Todas las amigas de Thais estaban felices por el paso que ella daría. Todas menos Cinthia.
—¿Por qué tienes esa cara de amargada?
Karina, una de las amigas del grupo, le preguntó a Cinthia.
—Algo no está bien y temo que Thais no se dé cuenta a tiempo.
Karina negó con la cabeza; nadie entendía por qué ella no soportaba a Federico. Ante todos, había logrado ser bien vista.
—Deja de ver fantasmas donde no los hay. Ahora vamos a bailar y disfrutar.
Cinthia siguió a su amiga; intentaría actuar normal, pero antes de actuar miró en todas las direcciones, rogando que Max estuviera con su plan en marcha.
—¡Es hora de nuestra fiesta personal!
Gritaron todas las mujeres al ver ingresar a los hombres con vestimenta de policía y bomberos, listas para aquel show especial. Los gritos femeninos y las hormonas se alborotaron tanto que muchas dejaron de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, obviando la salida de Johana y notando que Thais tenía su atención en su teléfono móvil.
…
«Habitación 566, ve y descubre la verdad.»
Fue el mensaje que llegó al teléfono móvil de Thais. Sus ojos releyeron el mensaje y luego observaron a sus amigas, todas divirtiéndose, con sus risas y sus bailes con los hombres que habían llegado. Agradeció que aún no habían ido por ella para aquel famoso baile a la novia.
Remojó sus labios con su lengua; sus manos temblaron y su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo aún con el bullicio de la música. Caminó marcha atrás, saliendo lentamente de la zona VIP; no quería que nadie la viera salir. Necesitaba salir sin ser vista y así lograría no perder tiempo. En su mente se repetía una y otra vez que ella podía, que no era cobarde y que aquello que descubriera esa noche sería lo mejor para su vida, así la rompiera en mil pedazos.
Sus ojos se dirigieron en todas las direcciones y caminó hacia el sector donde estaban las habitaciones, con pasos firmes, pero por dentro se sentía como un animalito desprotegido, como si fuese a entregarse a las manos de su verdugo. Buscó detenidamente el número de la habitación; aquel pasillo se le hacía eterno y el lugar que buscaba jamás aparecía ante sus ojos.
El teléfono volvió a vibrar entre sus manos y, de inmediato, abrió el mensaje.
«Un poco más y pronto verás la luz.»
Mordió su labio inferior, intentando detener el temblor de sus labios. Sus manos sudaron cuando, frente a ella, vio dibujado el número de la habitación. Pegó su oído a la puerta y logró escuchar los sonidos del pecado; aquellos que solo dos amantes hacían en la intimidad. Abrió la cámara de su teléfono y comenzó a grabar mientras abría lentamente la puerta. Su garganta se cerró y sus lágrimas empaparon como cascada sus mejillas.
Ahí estaba, la prueba más grande que necesitaba; aquella evidencia que estaba rompiendo su corazón en mil pedazos. Su hermana y su prometido juntos en aquella cama, tan íntimos que daba náuseas. Cada caricia y gemido de los amantes no solo se grabó en el teléfono, sino en el alma de Thais. Retrocedió en silencio, intentando no arruinar la sorpresa que ella misma iba a prepararles. Caminó con más prisa de la que había encontrado el lugar, regresó a su zona, a donde estaban todas divirtiéndose en su despedida de soltera. Bebió todo el alcohol que había en aquella habitación, hasta que se sintió algo perdida, pero no tanto como para olvidar lo que había visto.
—Me marcho…
Su voz salió algo golpeada y Cinthia lo notó. Supo que su amiga no estaba bien.
—Yo iré contigo; no te dejaré sola.
Thais negó con la cabeza; quería estar sola. El hotel donde todas se quedarían aquel día estaba junto al club; necesitaba la soledad de aquella habitación para pensar en todo lo que quería hacer.
—Necesito estar sola; te prometo que mañana te diré todo.
Cinthia sonrió, pero era una sonrisa que reflejaba la tristeza que sentía por su amiga. Sabía que algo había ocurrido, pero le daría tiempo.
…
Max observó todo a una distancia prudente; la vio derrumbarse. Pudo apreciar cómo su corazón se rompía, pero jamás se acercó a ella, no en ese momento. Aún no era prudente. La vio hablar con su hermana y, cuando supo que se marcaría, él también lo hizo. Se dejó llevar por sus impulsos, sin darle uso a la razón. Se marchó antes de que Thais saliera del club; no quería que ella lo viera en aquel lugar. Ahí no sería; la esperaría en donde menos ella lo esperara. Aquella noche no solo ardería el alma de Thais por lo que había visto, también ardería el alma de Max por darle prioridad a lo que su corazón le pedía.
…
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Editado: 03.07.2025