Tras las cartas a mi primer amor

2. Sospechas.

 ¿Jane? amiga ¿me escuchas?

Sí... ¿Olivia? ¿eres tú? Te oigo fatal, ¿dónde estas?

Es complicado, pero ¿podrías venir a por mí? —supliqué conteniendo las lágrimas — Por favor, Jaime...

— ¿Qué ha pasado? ¿Jaime está bien?

Sí, sí... Solo hemos tenido una discusión, ha perdido los nervios, y yo...

— ¿¡Qué significa que ha perdido los nervios!? ¿Te ha hecho algo...?

No, no... Luego te lo explicaré todo, pero no tardes en venir por favor.

Colgué la llamada consiguiendo controlar mi respiración, puse el oído tras la puerta del armario, intentando escuchar si mi novio había escuchado mi conversación. Pero no escuché nada. ¿Se habría marchado ya? Pensé mis opciones durante un segundo.

A ver... Jaime era mi novio, le conocía como a la palma de mi mano, no tenía por qué tenerle miedo; era un hombre bueno, cariñoso y jamás le había visto en un ataque de celos como el de aquella noche. Él nunca me haría daño.

En verdad, nada de aquello tenía sentido.

El sonido de unos pasos sigilosos muy cerca de mi escondite me hicieron ponerme en vilo... Él aún seguía allí, caminando de un lado para otro, seguramente buscando la manera de tranquilizarse, así que supuse que la mejor idea era esperar a que Jane llegara para salir a su encuentro, con algo de respaldo por si volvía a crecer la tensión cuando intentara marcharme.

No tardé en sentir el sonido insistente del timbre de mi casa, acompañado de unos golpes que hacían retumbar la puerta.

— ¿Jaime? Abre la puerta, soy yo, Jane... —vociferó durante un minutos eterno, hasta que los pasos indecisos de Jaime se acercaron finalmente a abrir la puerta.

—Jane, ¿qué tal estás?—escuché su voz, contenida y nerviosa.

 ¿Dónde está Olivia? ¡Dímelo Jaime!

Y en ese instante abrí la puerta del armario, dispuesta a que mi amiga me sacara de allí lo antes posible.

Jane, estoy bien —susurré abrazándola —, gracias por venir tan rápido.

Olivia, cariño... Yo, lo siento, no quería... -murmuró Jaime aproximándose por mi espalda haciéndome girar para mirarle directamente a la cara.

No te acerques, ahora no... —mi voz sonó tajante y dura pero sabía que la tensión entre nosotros tardaría un poco más en disiparse. Por eso y sin pensarlo demasiado, cogí mi bolso, echando dentro las cartas de la discordia, y sin mirar atrás, me marché.

*****

Tómate algo más fuerte, lo necesitas...

Supongo que sí... —decidí echando el último trago a la cerveza y viendo como el camarero nos servía una ronda de chupitos, obedeciendo a la petición de mi amiga.

—Por nosotras... —brindamos una y otra vez, sin necesitar alguna razón de peso para hacerlo.

Y cuéntame... ¿qué ha pasado para que Jaime se ponga así? ¿¡hay alguien más!? —dejó la pregunta cargada de sospecha en el aire.

 ¡No! ¿cómo me preguntas eso? ¿acaso no me conoces? —contesté sin poder creer que mi amiga pensara algo así de mi.

—Sí, perdona, no quería insinuar nada —se disculpó dándome un beso en la mejilla — Solo es que aún no entiendo qué ha pasado.

Creo que Jaime ha podido leer unas cartas que escribí hace muchos años —dudé un instante sin querer sonar demasiado convencida—, unas cartas de amor que nunca envié.

Jane abrió mucho los ojos, seguramente no esperaba que todo aquello se debiera a un hecho tan lejano.

—¿Cartas? ¿escritas en papel?

Sí... —reí un poco viendo su expresión confusa —, era bastante usual en mi adolescencia. Además, eran a modo de diario, no tenía con quien hablar de mis sentimientos entonces, así que me desahogué en ellas y ahora, las he encontrado, dispuestas a complicarme la vida.

Es tan romántico... —dramatizó con burla.

Lo fue entonces, al menos así lo recuerdo yo, pero también tuvo un final de lo más doloroso —suspiré tragándome otro chupito al rememorarlo.

Háblame de ese otro...

¡Oh, oh! entorne los ojos con incomodidad, ¿en serio me estaba pidiendo eso? Rellené el vasito una vez más, antes de empezar.

Se llamaba Alex —suspiré tontamente nerviosa, con solo nombrarle —, y fue mi primer amor.

— ¡Ow, qué bonito! Sigue, sigue, cuéntame más. Necesito saber qué pasó.

Le conocí cuando tenía novia, pero para mí, fue como un flechazo ¡era monísimo! Así que no dudé en hablarle la siguiente ocasión en la que coincidimos —tomé aire y resumí un poco los detalles —. Había pasado un año, y ya estaba libre de compromisos, pero... —admití la clave del asunto —, Jaime era su mejor amigo. Él nos presentó, y desde ahí, fuimos inseparables.

— ¡Oh, oh! —exclamó Jane entendiendo el camino de mis argumentos — Y Jaime cree que sigues enamorada de Álex.

No lo sé... pero si mis sospechas son ciertas, creo que esta crisis empieza por ahí.

Aunque no tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de mi chico, ni qué conclusión había sacado tras leer aquellas cartas.

Solo sé que se ha puesto como una fiera, como si desconfiara de mí y de todo lo que hemos vivido juntos. ¿Es que acaso cree que echaría todo por la borda por un amor de mi adolescencia?

Pues sí que es raro, tan de repente y sin hablarlo antes contigo... —frunció el ceño.

Sin embargo, quizá pueda llegar a entender a Jaime —medité en voz alta, viendo como Jane abría mucho los ojos como si creyera que me había vuelto loca —. Si no recuerdo mal, conté muchísimas cosas en ellas... ¡Estaba locamente enamorada! y ¡tenía quince años! ¿qué más podía hacer?

Y Jaime era su amigo...




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