Tras las cartas a mi primer amor

5. Una visita inesperada

Alex

Nueva York en la actualidad.

Era temprano, demasiado quizá. Pero ya no podía seguir durmiendo. La noche había sido de esas en la que no podía sino dar vueltas en la cama, de un lado para el otro, un vistazo largo al techo y vuelta a empezar con el baile nocturno.

El ruido de la ciudad tenía la culpa en mayor parte, además del nerviosismo que todavía me producía mi nuevo cargo en las oficinas principales de A.C.W Marketing (Advertising Company Worldwide.) Nada más y nada menos, que Community manager; uno de los cargos de mayor rango dentro del mundo del Marketing publicitario. Suspiré una vez más, animándome al notar como la mañana comenzaba a iluminarse.

Esperaba no tardar mucho más en adaptarme a los cambios de ciudad, empleo y horarios; la lejanía de todo lo que conocía hasta ahora como mi hogar, era el mayor de los retos que había asumido en mi vida. Aparte de la aceptación del fallecimiento de mi madre, a la que extrañaba tanto o más que hace tres meses, y a la que seguía imaginando con toda su vitalidad esperando a que regresara de la universidad.

Miré su retrato, consolándome con esa sonrisa eterna retratada en el papel y en mis recuerdos. Podría superar aquello, y un nuevo día en aquella bulliciosa cuidad. Haría que se sintiera orgullosa de quien me había convertido gracias a ella. Mi padre se había puesto en contacto conmigo tras enterarse de su fallecimiento y se había sentido orgulloso por mi decisión de continuar con mi vida, aunque fuera a cinco mil kilómetros de él.

¡Mierda! Ahora debía darme prisa, siempre me pasaba que ir con tiempo me hacía relajarme demasiado y finalmente, terminaba acelerado porque me había relajado de más.

En fin... ¡mamá cuánto te echaba de menos! Con ella esas cosas no me pasaban.

Entré a la oficina a la hora en punto, caminando como si el trabajo se me fuera a tirar al cuello en cualquier momento.

Good morning boss! -saludó amablemente y como cada mañana, la recepcionista; Mary creo que se llamaba. La miré un segundo de más, asegurándome de no equivocarme nuevamente al contestarle, echando un vistazo rápido a la chapita de su pulcro uniforme.

Buenos días Mary —dije finalmente continuando mi paso como si nada pasara.

Sr. tiene una visita en su despacho... —volvió a irrumpir en mi camino.

¿Quién es? No recuerdo tener reuniones antes de las diez...

Es una de sus empleadas, señor. Ha dicho que le conocía y que era importante verle a su llegada. Parecía urgente...

¿Qué me conocía? Pero ¡si acababa de llegar! y casi ni conocía al personal de aquella oficina. Intrigado acepté con el gesto y me dispuse a entrar finalmente en mi despacho.

—Buenos días... —dije nada más entrar, viendo la figura de una mujer de espaldas a mí.

Dudé un segundo, antes de entrar en el tema de su visita para analizarla. Sin duda, me resultaba familiar y mi cerebro comenzó su búsqueda entre todos los nuevos conocidos tras mi llegada a Nueva York. Pero ella, giró parte de su cuerpo antes de localizar ese recuerdo, esclareciendo automáticamente de qué nos conocíamos.

Buenos días, jefe... —sonrió Olivia, saludándome con un tono de ironía tan extraño como aquel reencuentro.

—¿Olivia...? —murmuré sin comprender qué hacía ella allí, ni por qué me había llamado jefe. La miré parpadeando más de la cuenta, sin dejar de observarla. Quizá fuera un delirio, o un recuerdo confuso del pasado.

¡No! ¡Era ella! Me convencí alegrándome al instante, como si los años desde nuestro último encuentro no hubieran pasado.

Pero, ¿qué haces aquí? ¿desde cuándo estás en Nueva York? —me acerqué emocionado buscando respetar el habitual saludo de amistad de nuestro país; un beso en cada mejilla, y notando cómo permanecía paralizada en el mismo lugar. 

¡Wow! Pues sí que estaba guapa.  ¿Acaso siempre había sido tan linda?

Hace casi un año ya... —dijo insegura, tras pensarlo un instante.

—Wow... Me alegra mucho verte —confesé — ¡Y fíjate qué casualidad! Justo a mi llegada coincidí con Jaime ¿te acuerdas de él? —pregunté alejándome un poco y volviendo tras el escritorio. Quizá mi euforia era quien la hacía comportarse de ese modo —, era mi mejor amigo entonces... ¿lo recuerdas?

Ella aceptó rápidamente, tragando con dificultad y bajando la mirada para acariciar el sobre que llevaba bien sujeto entre sus manos.

¡Y cuéntame! ¿A qué se debe esta agradable visita? —fui directo al grano, apoyando mis codos en la mesa y haciendo un gesto para que tomara asiento algo más cerca.

Quizá si la dejaba desahogarse podría averiguar qué le pasaba por la cabeza, y por qué se comportaba con esa extraña formalidad. Vi como cedía, sonriendo con timidez y con los ojos un poco empañados, haciendo crecer mi intriga.

—Pues... me temo que he venido a presentar mi dimisión.

Soltó sin mirarme directamente. 

Y, ¿se puede saber a qué se debe? —pregunté con el buen ánimo desvaneciéndose. 

—He tenido algunos problemas últimamente, problemas personales —aclaró. Yo acepté con toda mi atención —. Y la nueva campaña para "Natural Island Perfum" me obliga a estar lejos de la ciudad casi todo el día. Por ahora, me temo que será imposible hacerme cargo de este trabajo y, prefiero tomar esta decisión ahora que he entregado buen material que no deje al equipo desamparado.

Acepté sin contestar, sopesando las opciones y recibiendo la carta de renuncia de sus manos. Resoplé con decepción, pues me temía que la campaña que Olivia abandonaba era de uno de nuestros grandes colaboradores.

Y, ¿no habría otra forma de solucionarlo? Quiero decir, es injusto que tengas que abandonar solo por un problema pasajero ¿no crees? —pregunté confuso, pues tenía entendido que muchos matarían por un puesto de trabajo como el que ella tenía. Aquella empresa se había convertido en un trampolín al éxito empresarial, sobradamente codiciado en aquella ciudad.




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