Tras las cartas a mi primer amor

9. Rivales

Alex

No pude negar que aquellas palabras quebraran todas mis esperanzas.

Jaime, era a fin de cuentas, alguien muy apreciado por mí. Aún y cuando no se hubiera dignado a seguir formando parte de mi vida después de mi marcha. Él supo el verdadero motivo, lo mal que me estaba enfrentando a las rupturas. Pero igualmente, se apartó en cuanto me vi obligado a marchar.

Ahora, podía intuir cual era la razón y lo bien que le había venido que yo, involuntariamente, me hiciese a un lado; Olivia.

Me asustaba el no saber si volvería a verla, ni siquiera si regresaría a trabajar por las oficinas. La había dejado marchar sin poder articular una respuesta a su confesión. ¿Cómo iba yo a sospechar algo así? ¿Cómo no quedar en shock ante aquella noticia? 

La confusa tormenta de sentimientos que me azoraba en aquel momento, no podían dejar que la razón y la lógica mediase. Tenía que actuar, o en esta ocasión nadie iba a detenerme. Así que sin dudarlo, entré en la base de datos de los empleados, con la ventaja de que el personal se había terminado su jornada y nadie más se daría cuenta de mi intrusión. No tardaría en tener en mi poder la dirección de donde Olivia, estaba viviendo con mi ex mejor amigo.  

Su traición corría por mis venas avivando mis ansias de desquitarme, buscar una explicación para su premeditado engaño. ¿Qué mal le había hecho yo para que me tratase de aquel modo? 

Incluso me había alegrado al verle en Nueva York, imaginándonos retomar nuestra inicial camaradería, saliendo a divertirnos y quedando para mostrarme cualquier entresijo que escondiera nuestra nueva vida en la gran ciudad. 

¡Qué iluso fui! ¿Cómo no haber sospechado que su actitud recelosa quería dejarme claro que ahora me trataría como a su rival?

Como de manera automática, desde el parking me dejé guiar por el GPS hasta su dirección. Solo diez minutos, me decía, era lo que tardaría en llegar al edificio de apartamentos reformados donde se alojaban. No era una de las zonas más caras de Manhattan pero la localización sin duda era excepcional, con vistas a la bahía y donde el aire viciado de la ciudad parecía esfumarse. 

Miré el reloj, viendo como la tarde se solapaba de nubes oscuras y con el corazón saliéndose del pecho de pura impaciencia. Releí el número al que debía pulsar en el extenso telefonillo hasta encontrarlo, cambiando de opinión en el último momento. 

Si sabían que era yo, no me dejarían pasar. 

Así que esperé caminando solo unos pasos hasta la esquina, sin tardar en aprovechar que alguien abriera la puerta desde el portal y accediendo sin levantar sospechas. Con la prisa invadiendo mis impulsos, entré en uno de los modernos ascensores deteniéndome al ver mi propio reflejo. ¡Tenía que intentar calmarme! Debía poder lidiar con aquella situación sin perder la cabeza, o las consecuencias podrían acabar con todo lo que hasta aquel momento, había conseguido. 

Las puertas se abrieron, ¡al fin! avancé unos pasos, casi dándome de bruces contra alguien que subía por las escaleras. 

¿Se puede saber qué haces tú aquí? —preguntaba Jaime cambiando su semblante neutral a uno de hostilidad, al verme una vez más. Caminó hasta enfrentarme cara a cara, ¿era en serio?

—He venido a hablar contigo —contesté tajante —. Creo que hay cosas que pasaste por alto la última vez que nos vimos...

No te debo ninguna explicación —casi escupió en mi cara —. No te debo nada. 

—¿Estás seguro? —le reté —Sé lo de Olivia; que están juntos, que ahora vives aquí, con ella —señalé.

La cara de Jaime pasó de la cólera a la confusión.

¿Quién te ha dicho eso? ¿y cómo te atreves a venir por aquí? —me increpó soltando el maletín que aún agarraba con fuerza entre uno de sus puños apretados, queriendo parecer amenazador sin conseguirlo. En cambio, solo había logrado contagiarme un poco de su confusión.  

¿Es que acaso Olivia había mantenido en secreto nuestro encuentro? ¿Qué más me estaba perdiendo de toda aquella situación?

Una puerta se abrió de repente, haciéndonos girar nuestra atención. 

—Jaime... ¿qué ocurre?  He escuchado... —decía Olivia automáticamente, quedándose paralizada y muda en cuanto se percató de mi presencia — Pero ¿qué haces tú aquí?

Eso mismo me preguntaba yo... —contestaría este desafiante, mirando hacia ella en esta ocasión. 

La escena me pareció una clara escena de celos por parte de mi antiguo amigo, donde Olivia se vería obligada a mentir para no desvelar su tapadera. Pero ¿y yo? ¿qué debía hacer? ¿Acaso podría abrir la caja de Pandora y dejar que el caos interviniera?

 Jamás lo haría, no a ella.

Olivia, me alegra verte —actué como si fuera la primera vez que lo hacía, viéndola con la mirada vidriosa y llena de pánico —. Solo he venido a hablar con Jaime, nada más. 

—¿Y cómo sabías dónde vivo? —dijo él intercediendo entre mi mirada y la de ella. 

Te busqué en la guía... —improvisé rezando porque tuviera alguna lógica lo que decía — Al enterarme de que estabas en la ciudad me apetecía quedar y que tomáramos algo para ponernos al día. 

Pero este rió con malicia, acercándose demasiado y haciéndome temer que mi patraña no había colado. Seguía teniendo los puños cerrados, apretados y la mirada turbada. 

¿Ahora quieres ir de amiguito? Menudo hipócrita estás hecho... ¡Has venido por ella! —exclamó señalándola con el dedo — ¿Acaso crees que soy tonto?

Quizá, un poco. Después de todo, era ajeno a toda la verdad entre lo ocurrido entre Olivia y yo. Sin apartar la mirada y ni demostrarle la más pequeña emoción me impuse, elevando el gesto con la misma arrogancia que me demostraba. Era imposible en cambio, no notar cierta decepción al ver convertido a mi más fiel amigo en una versión insegura e insana, de la que una vez demostró.




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