Alex
Volví a casa dispuesto a preparar todo para mi viaje de regreso a la ciudad que me había visto crecer. Estaba muy lejos, a muchos kilómetros de mi nueva vida en la gran ciudad, pero ahora nada de eso era prioritario para mí. Debía hacerlo.
—¡Ya estoy aquí! —anunciaba Maia con su voz cantarina, llegando de pasar casi todo el día de excursiones turísticas a las afueras de la ciudad.
—¿Qué tal está siendo tu experiencia americana hasta el día de hoy? —sonreí al ver su cara de entusiasmo.
—Simplemente ¡Wow! —exclamaría tirándose de espaldas en su ahora, sofá cama — Creo que quedará como el mejor viaje que haré en toda mi vida, primo. Y he hecho como ¡mil fotos! —celebró acercándose eufórica — Y todo gracias a ti.
Posó un leve beso en mi mejilla como gesto de agradecimiento, haciéndome reír como siempre lo hacía, era como una hermana pequeña para mí y no había ni un poco de malicia en su conducta, por lo sus muestras de cariño me ayudaban a no sentirme tan solo en el mundo, ahora que no tenía la presencia de mi madre.
Permaneció callado un instante, supuse que arreglando sus cosas para salir a tomar algo como solía hacer al llegar la noche.
—¿Y tú? ¿qué has hecho hoy? —preguntaba curiosa —Veo que has estado ocupado, tanto que ni has revisado la correspondencia que te traje.
—¡Es cierto! —caí en la cuenta —Ahora mismo me pondré con ello, pues tengo pensado viajar pronto y quiero dejar todo organizado por aquí para compensar mi ausencia.
—¿Viaje de trabajo? —se interesó. Yo reí un poco como respuesta, haciendo crecer su curiosidad.
—No exactamente. Hoy he ido a la casa de Jaime, donde he podido hablar con la mejor amiga de Olivia. La cual... —hice una pausa dramática mientras ella me mirada con toda la atención centrada en las novedades.
—¿Lo vas a contar hoy? ¿o me dejarás en mitad del chisme? —se enervaba con facilidad, divirtiéndome a su costa.
—Me ha confirmado lo que sospechaba, Olivia ha vuelto a la isla, y...
Me miró nuevamente irritada, mientras yo quedaba en vilo ojeando el montón de cartas
— Ha dicho que Olivia no ha podido olvidarme —sonreí un poco, satisfecho de poder compartir esa posibilidad con alguien más —, que me hubiera elegido a mí si el malentendido de aquella tarde no hubiera pasado.
Me encogí de hombros, mirándola con algo de pesar.
—Lo lamento mucho, ahora, hasta yo misma me siento culpable por haber formado parte de ese malentendido.
—No te culpes —la contradije —, tú no tienes nada que ver con nuestro pasado, ni siquiera con que ahora no supiéramos hablarnos con la verdad de nuestros sentimientos, desde el principio. Es solo cuestión de horas que conozca la verdad, y quizá, darnos esa oportunidad que ambos deseamos.
Maia respondía a mi esperanza, con una sonrisa satisfecha.
—No dudo que lo vuestro estaba escrito Alex, por lo tanto, no tardes tanto en ir a por ella —me animaba, con una palmadita en el hombro y de camino a su retiro a mi bañera de hidromasaje, su rutina tras un día extenuante.
Lo haría, aunque antes debía poner en orden el trabajo pendiente y... Pero, ¿qué diablos era aquello? Me pregunté dándole la vuelta a los sobres ajados entre mis manos.
—Olivia... —susurré viendo su nombre completo escrito en el sobre. ¿Cómo podían ser suyas? Abrí las cartas, eligiendo el sobre en el orden que el montón establecía y comencé a leer.
CARTA 1
Querido primer amor, esta es mi primera carta para ti.
Tú aún no me conoces, ni creo que tengas algún interés en hacerlo.
Te vi en una noche cualquiera, una fiesta cualquiera y aunque pareciera imperceptible para el resto del mundo, todas las luces parecían posarse sobre ti, haciendo que el resto del mundo desapareciera por un instante.
Y ahí estaba yo, tan joven y alocada como siempre, pensando solo en la manera de atravesar el camino que nos separaba. Buscar a nuestro alrededor la forma de llamar tu atención o simplemente cómo llegar a conocerte.
Tendría que encontrar una manera de hacer menos vergonzoso nuestro primer encuentro, alguien que pudiera ayudarme. Un amigo, o bueno, quizá no, más bien a ese tipo de conocidos demasiado amables para no saludar. Alguien que en aquel instante se apiadó de mi impaciencia por saber más de ti.
Tan solo un nombre, una pista de donde habías salido, quien eras y con quien más estarías allí, en tu aura de perfección, pues me negaba a pensar que yo era la única que no pudiera dejar de mirarte.
Se acercaba el momento, al fin estaba justo frente a ti, aún invisible al interés de tu mirada, esperando que ese instante donde una presentación apresurada, un suave beso en cada mejilla y una tímida sonrisa me dijeran, si eso era todo a lo que podía aspirar.
Y así era.
Lo poco que sabía de ti era lo necesario para darme cuenta de lo lejos que seguíamos estando.
Un chico recién llegado, alguien comprometido con alguien que podía estar a tu lado sin ser vista, absorbida seguramente por ese aura de perfección que te rodeaba. Una razón para entender que hubieras pasado desapercibido durante tanto tiempo.