Tras las cartas a mi primer amor

21. Herida abierta

Alex

El teléfono no paraba de comunicar, un día tras otro sin tener noticias de ella. Definitivamente,  Olivia no deseaba contestar a ninguna de mis llamadas, y ni siquiera mis mensajes habían sido leídos.

¿Qué más podía hacer para llegar a ella? ¿Y si ya había decidido no dejarme la oportunidad de explicarle? ¿De compensarla durante toda mi vida, hasta poder hallar su perdón?

La semana había pasado fugaz, en mi complicada intención de dejar el suficiente trabajo avanzado como para poder ausentarme una temporada de las oficinas de Nueva York. ¡Debía hacerlo! Ahora, volver a verla era mi único deseo. 

Si tienes todo organizado para este fin de semana, podríamos regresar juntos a España —propuso Maia, esperanzada.

—Lo intentaré, pero tendríamos que despedirnos en Madrid, y yo seguiría rumbo a las islas. 

—Lo entiendo... —aceptó — Déjame decirte que ya vas con retraso. 

—¿Crees que no lo sé? —resoplé angustiado —Pero, ¡tengo responsabilidades! Y además...

No tienes por qué mentirme Alex —me condenaba con la mirada —, sé que algo más te retiene. ¿Acaso crees que te conozco desde ayer?

Negué con el gesto, y masajeé mis sienes en un intento de calmar el caos en el que se habían convertido mis pensamientos. 

—¿Cuando vas a luchar contra esa inseguridad que te posee? ¡Olivia te quiere!, ¿acaso no lo sabes? ¿No lo ha demostrado lo suficiente?

Acepté con la cabeza, dispuesto a darle credibilidad. 

Se ha marchado porque creía que seguías sin tomarla en serio, pero ¡eso no es cierto! Y ahora tienes la oportunidad de demostrárselo. ¿A qué esperas? ¿Qué más tiene que pasar para que espabiles?

Resoplé viendo la realidad, de una vez y por encima de aquel sentimiento de culpa que me hacía dudar de todos los pasos a seguir hasta comenzar la lucha por mi felicidad. Esa que tanto tiempo me fue negada. 

—O, ¿es que en verdad no la quieres tanto como dices? —propuso haciéndome levantar el gesto de sopetón —No. Digo. Como se te ve tan inseguro...

—No sé si la merezco Maia...

—Pero, ¿¡qué dices!? —rezongó con ímpetu caminando para sentarse a mi lado — No me puedo creer que digas eso. Eres un buen tío —afirmó sonriendo y despeluzándome el pelo —, jamás te he visto ser cruel con nadie, ni siquiera con quienes te han tratado con dureza. No eres capaz de odiar, ¡ni a ese que se hizo llamar, mejor amigo! Y que prácticamente, te quería robar a la novia. No has podido centrarte en el amor por mucho tiempo, ni podías seguir prometiendo intentarlo sin estar preparado para hacerlo... Así que, ¿a qué esperas ahora?

Maia tenía razón en muchos aspectos, aunque yo no tuviera tan buen criterio de mi propia persona. Había hecho lo posible por no herir a nadie, alejándome del mundo. Sin llegar a entender, que entonces yo sería el único afectado. Quien ahora, estaba aterrado por no ser correspondido, inseguro y temeroso de perderla, sin ni siquiera haberla tenido. 

*****

CARTA 5

Querido primer amor...

Cuando los días pasaban, también llegaron los extraños y temidos momentos, en los que pasabas de tierno y dulce, a lejano y reticente. Comentarios sin importancia, de un futuro donde siguiera habiendo un nosotros, parecían incomodarte y la palabra novios, parecía darte el mismo miedo que a mí el perderte.

Mi ruido interior se vuelve cada vez más inseguro, miedoso, triste. ¿Qué es lo que puedo hacer?

Me niego a seguir por el camino que te aleja más y más. No te forzaré, seguiré tu ritmo, el camino que tú quisieras, mientras pueda haber la posibilidad de un, tú y yo. Supongo que un corazón abierto, es como una herida abierta para ti.

Así que, no lo forzaré. No te perderé.

Intento darte el espacio que necesitas, tus amigos que ahora también son conocidos para mí, no te alejarán demasiado. Me gusta ver a lo lejos, como ríes seguro de ti mismo, como me lanzas miradas fugaces en un intento de no alejarte. Y yo no puedo más que sentirme dichosa de esa familiaridad que me muestras, como si nuestras miradas ya hablaran por sí solas.

Me alejo y te dejo ser. Eso es a fin de cuentas parte del amor, ¿no crees?

Las noches de fiesta, rodeada de amigas, mientras la oscuridad te oculta en otras calles, con otras compañías, donde creas los rumores maliciosos que me llegan sobre ti, que se ciernen sobre nosotros como una cruel tormenta. Mis celos ante la perspectiva de rivalidades femeninas son inevitables ¿Cómo no lo ves?¿cómo crees que yo podría compartirte con alguien más?

Me miras a los ojos y lo niegas todo, mientras mi corazón sangra dañado por el miedo. ¿¡Acaso no sabes lo que te amo!?

Pero como no voy a creerte, si es lo que en verdad quiero hacer. No ver más allá. No hay un más allá del tú y yo.

Y vuelvo a refugiarme en esos besos y esos abrazos que me dan la vida, ahora que todo parece estar bien.

Ahora que devuelves la paz a mi interior.

Ahora que has vuelvo al nosotros.

*****

Recordaba aquellos momentos, podía hacerlo. Pero viéndolo a través de mis ojos, ella no había sido consciente de mi ambigüedad. A veces, Olivia y su cercanía, era todo lo que necesitaba. Y en cambio, la idea de evitar cualquier compromiso que empeorara mis ánimos, me alejaban de ser respetuoso con sus sentimientos. 




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