Tras las cartas a mi primer amor

22. Dolor

Alex

—¿Estás seguro de que no quieres venir? Recuerda, que a veces las mejores decisiones son las que se toman en frio —insistía Maia antes de despedirse en el aeropuerto. 

—Ya, pero creo que aún no es el momento...—concluí haciendo que desistiera en sus teorías, sobre las oportunidades que dejas escapar y no regresan. 

Vale, vale. No insistiré. Pero quiero que sepas que no dejaré que andes por las calles de Nueva York, como un alma en pena, como llevas haciéndolo estos días. ¡Debes actuar! Por mucho que cueste. ¿Qué más podría pasar?

Parece más sencillo de lo que es. Al menos para mí. 

—Sí, ya sé que leer esas cartas no te está ayudando a creer que Olivia puedo no guardarte rencor, pero ¿y si, lo ha hecho? ¿y si ya nada de entonces, importa ahora? ¿Es que no has pensado esa posibilidad?

—Tal vez, sí. Tal vez, no. 

¿Y si, sí? ¿Te vas a quedar con la duda, por no arriesgar? No pareces primo mío, eso está claro —se burló dándome un golpe en el hombro, como muestra de su disconformidad a mi indecisión. 

Estaba claro, que eso al menos, no lo había heredado de alguien tan valiente como ella, quien arriesgaba una y otra vez, sin miedo a caer en la desesperanza. Mis temores, seguramente infundados, eran una clara consecuencia de los desengaños sufridos directa e indirectamente a lo largo de mi vida pero, además, por aquellas cartas. 

*****

CARTA 7

Querido primer amor...

Una vez más, decides volver a mí, dándome lo único que necesito para ser feliz. Tu presencia; tus manos, tus besos y abrazos. Tus bromas, sonrisas, y horas.

Nada puede dañarme ahora.

Mientras te miro, veo a quien siempre quise tener. El sueño hecho realidad de toda chica enamorada. Tus ojos son el único cielo que conozco, tus manos la tierra que piso, y tus besos, el único alimento que anhelo.

Te daría todo lo que quisieras de mí. Todo. Y sería feliz sin nada.

Me preguntas tantas cosas irrelevantes, como; quien soy o quien quiero ser. Ahora nada de eso importa. Tú dices que te sientes bien conmigo, y con eso, soy todo.

Solo puede preocuparme el que dejes de necesitar estos momentos. Que dejes de llamarme, preguntando cuando volveremos a vernos. Que sonrías nada más verme, y seamos como dos seres con momentos sin nada más que añadir. Que pienses en mí de vez en cuando, y sepas que siempre te esperaré.

Suplico porque dejes de pensar en pequeñeces que nos separen; dos años no son nada para nuestros cuerpos. Ni tú eres tan adulto como crees, ni yo tan niña. Ahora me siento menos niña que nunca. Créeme.

Quizá si me miras con detenimiento, verías que soy alguien a quien la mirada le ha cambiado, que sonríe a solas mientras piensa en nuestros pequeños instantes. Quien está sumida en una nube constante de suspiros y anhelos, de sueños y esperanzas. Y todo ello se titula como tú. Alex.

¿Recuerdas la noche que bailamos a oscuras? ¿Aquella noche en la que nos alejamos de las miradas curiosas, porque no querías dar explicaciones de lo nuestro a nadie, mientras yo deseaba gritarlo a los cuatro vientos? 

Pues te confieso que desde entonces dejé de temer a la oscuridad, pues ella también me recordaba a ti. Tu olor embriagaba cada respiración, tu calor todo el frio que la noche pudiera irradiar, y tus brazos a mi alrededor eran el soporte que necesitaba para saber que seguía con los pies en el suelo. Porque hubiera podido volar con el alado aleteo de mi corazón, hacia el azul oscuro estrellado de tus ojos.

¿De verdad, sigues sin querer admitirlo? ¿Sin querer aceptarlo?

*****

Sí que lo recordaba, y hoy hubiera dado todo por retroceder en el tiempo de vuelta a sus brazos. A la manera que siempre tuvo de mirarme. A su dulce compañía incondicional. Pero no podía hacerlo, por mucho que quisiera, y esto solo era el principio de un final que yo mismo había propiciado. 

*****

CARTA 8

Querido primer amor...

En esta carta, solo puedo suplicar porque todo esto, sea parte de una pesadilla. Una de esas incesantes en la que despiertas de un salto precipitado y satisfecha de haber vuelto a la apacible realidad.

Intento despertarme, pero no puedo. Solo logro repetir; "no puede ser cierto, no puedes haberme hecho algo así".

Una llamada matutina, y una sola frase ha dejado todo nuestro castillo en ruinas. Nuestro amor hecho añicos. Y tú ni siquiera contestas a mis llamadas.

¿Por qué no contestas?

Mi corazón parece estar encogiéndose en el pecho, duele. Por favor dime que no es verdad. Que esto, solo vuelven a ser chismes perniciosos que quieren destrozar lo que quiera que seamos hoy. Dime todo es mentira, y yo te creeré una vez más, y aunque algo dentro de mí, diga que abra los ojos y vea la realidad.




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