Tras las cartas a mi primer amor

25. La decisión correcta


Alex

No me podía creer, que aquel hombre al que acababa de enfrentarme, fuera el mismo al que llamé mejor amigo durante tanto tiempo atrás. Incluso, en mis recuerdos, le estimaba por los momentos que compartimos en gran parte de nuestra juventud; fiestas, risas y charlas de madrugada, que me ayudaron en buena medida, a despejar los problemas que azotaron mi mundo por aquellos años. ¿Qué le había pasado? No podía dejar de torturarme al pensar, que toda su amistad, fuera tan solo una farsa. Un medio, para llegar a una finalidad.

Hice un esfuerzo por estirar el papel de las cartas, como si de mi bien más preciado se tratase. Al menos, para mí, ya lo eran. Observando cómo el sobre de la última de sus cartas, se mantenía bien cerrado y a la espera de ser leído. 

 Y sin más remedio, una parte de mí, sabía que debía hacerlo.

Me senté en el coche, casi tiritando, pues la fría y húmeda madrugada neoyorquina me empujaron a aligerar el paso hasta poder refugiarse dentro. Lo abrí con cuidado y con algo de temblor en mis dedos; tomé aire profundamente, y comencé a leerlo.

*****

Querido primer amor...

Han pasado años desde aquella última mirada, desde aquellos últimos besos.

Años en los que tu destino no ha querido rozarse con mi camino.

No es una sorpresa. Ya había previsto que así fuera.

Pero mi destino es algo más caprichoso, supongo, porque hoy ha puesto nuevamente las cartas del juego sobre la mesa, incitándome a tomar una nueva decisión sobre ti. Tres años después de nuestro pequeño instante, ha escrito sobre el tablero la posibilidad de un enigmático "nosotros"

He de admitir que nunca dejas de sorprenderme. Apareces de la nada y arrasas con todo. Incluso con la tranquilidad de mi corazón, y ahora, que estoy en esa fase de empezar a crecer como mujer, vienes tú y me propones vernos y hablar, poder quedar para rememorar y quizás...

En verdad, no sé qué querías decir con eso, pues ya no necesito que me hagas nuevas promesas para saber cómo todo esto podría acabar. A estas alturas, debo ser franca, sospecho que bastante mal para mi magullado corazón.

Pues aún sigue existiendo un poco de esa niña que tanto te quiso, en mi interior. ¿Lo entiendes? Y todavía, poseo algo del dolor de lo que una vez fuimos, y ya no.

Entonces, y siendo tan jóvenes, no temía la idea de tirarme de cabeza al vacío de tu amor, ni temer que en el fondo, no encontrara ni un rastro de tu afecto.

Pero ahora... Ahora, ya no.

Veía, cómo tu cara mantenía esas pinceladas de perfección que no hacía tanto, me derretían de pura devoción. Tu sonrisa, todavía conseguía removerme por dentro. Lo admito. En cambio, tus labios ahora solo insinuaban un nuevo encuentro, nada real, solo un espejismo.

—Me podrías pasar tu número de teléfono —insinuaste con esa risita picarona a la que debía temer.

No —me resistí, con el corazón a punto de salirse de mi pecho, implorando recuperar los latidos que perdió tras de ti —. Mejor, déjame el tuyo.

Era mi momento. Era yo, quien debía decidir.

En mi mano, ahora contenía la posibilidad de una nueva oportunidad. ¿Tentador? ¡Pues claro que sí! Porque ahí seguías tú, bien escondido en una esquinita de este alborotado corazón, latiendo con inquietud silenciosa, y susurraba "¿y si...?" Pero ese sueño, llevaba demasiado tiempo con las alas rotas, y tenía, tantas posibilidades de fracasar.

No obstante, una parte de mí, no lo hubiera dudado ni un momento.

Anhelando el estar a tu lado, una y otra vez, intentándolo y volviéndolo a intentar. Alimentando tu ego, sí, pero también siendo tu único lugar seguro.

Porque tú, podrías haber sido mi principio y mi final. Hubieras sido todas mis primeras veces, todos mis te quiero, el único propietario de mis abrazos, y mis besos. Hubieras podido sanar mis heridas, y yo hubiese hecho lo mismo con las tuyas. Nadie te hubiese mirado como yo lo hacía y seguramente, a nadie le hubiesen brillado los ojos como a mí, con tan solo escuchar tu nombre.

Hubiésemos sido tanto... Pero ahora, yo elegiría dejarte marchar.

Así que con la decisión tomada, (otra de las más complicadas de mi vida) arrugué ese papelito entre mis manos, y te vi marchar. Despidiéndome como tú lo hiciste aquella noche, y dejando cualquier duda al azar.

¿Sería un adiós para siempre? Eso, solo el destino lo sabrá.

*****

El destino. Siempre tan caprichoso y halagüeño. Sonreí un poco, extrañamente esperanzado. Pues, aunque en aquella carta hablara de su decisión, también lo hacía de lo mucho, que años después, me seguía queriendo. ¿Cómo no ser un poco optimista, al menos?

Debía tomar mi decisión definitiva, ahora muchas incógnitas de nuestro pasado habían salido al descubierto, aunque por supuesto, no tenía la certeza de que Olivia fuera consciente de todo ello. Poniendo la principal duda en la palestra; ¿quién estaría tan interesado en que yo lo descubriera, después de tanto tiempo? Ahora, eso no era relevante, pero ¿quién lo haría? Jaime, descartado, por supuesto. Olivia, era posible, pero ilógico. ¿Jane? sin duda, la más probable al conocer los secretos más íntimos de su mejor amiga.

Podría hablarlo en algún momento con ella, sopesé, si supiera dónde hallarla.

Pero, de repente, y como si me hubiera escuchado llamarla, Jane aparecía por el otro lado de la calle, visiblemente apurada y malhumorada.




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