Tras las cartas a mi primer amor

29. Epílogo

Olivia.

Un año después...

¡Feliz Navidad! —gritábamos al unísono Jane y yo, riendo por lo sincronizada que seguíamos estando a pesar del tiempo que habíamos pasado sin vernos, y la distancia permanente en nuestras nuevas rutinas. Nos dimos un abrazo de esos eternos y reparadores, y dos sonoros besos en las mejillas. 

—Pero, déjame verte ¡Estas preciosa! Ya se te va notando esa barriguita ¿eh? —continuó alabando el cambio más que aparente en mi cuerpo, aunque tan solo estuviera en el tercer mes de embarazo. 

—Sí, creo que ya no podré seguir escondiéndolo —ironicé mirando a Alex, quien orgulloso de su futura paternidad, pasaba la mano por mi vientre con una ternura abrumadora. 

—¡La has liado pero bien! ¿eh, Alex? Ustedes sí que han sabido recuperar el tiempo perdido —se burlaba una vez más mi amiga, dándole una palmadita en el hombro a mi chico, quien empezó a ponerse rojo como un tomate. 

¡Mira quien vino a hablar! —contraataqué alegre por el buen ambiente de familiaridad que se respiraba en nuestro pequeño grupo de amigos — ¿Acaso no eres tú quien va a casarse en unos días con la chica que te flechó hace... cuánto, seis meses?

Jane entornó los ojos, girando la cabeza hacia esa Sara, su ya oficialmente, prometida. Una joven de pocas palabras pero que parecía amarla como tan bien merecía y de la que tanto me había hablado aquellos meses, haciéndome sentir que ya la conocía. Ambas se miraron a los ojos, con un sentimiento que no me era indiferente. El mismo que yo ahora compartía con mi Alex, y del que tanto me gustaba ser testigo. 

El amor real, vívido y embriagador, que es capaz de enganchar como la mejor de las drogas, y del que no deseas desintoxicarte, jamás.

Chicas, esta reunión es de lo más divertida, pero me temo que me esperan en otra menos alentadora —se disculparía Alex, dándome un tierno beso de despedida en la frente y luego otro en los labios, y dándole un corto abrazo de nuestras amigas con la promesa de pasar más tiempo juntos en los días que estuviéramos por la ciudad. 

Un "te quiero" susurrado, ya se había convertido en nuestra manera de decir "hasta luego", viéndole irse a cumplir uno de sus compromisos laborales y la segunda de las razones que nos había llevado a pasar las navidades en la ciudad de Nueva York. 

¿Y entonces? ¿puedo contar contigo para hacernos la sesión de fotos previa al matrimonio? —proseguía mi amiga, desesperada por obtener una respuesta al quedar tan solo unos días para su enlace.

Es posible... —la dejé en vilo solo para verla molesta, tomando un sorbo más de mi taza de chocolate caliente. 

—¿Serás...? ¡No tienes excusas! —rebatió aparentando estar conmocionada por mi respuesta, y dándome un pequeño empujón amistoso en el brazo — Además, me lo debes ¿recuerdas? 

Sonreí, aceptando con ese gesto de complicidad que compartíamos. Por supuesto que se lo debía; una y mil cosas más eran las que Jane había hecho por mí desde que nos conocíamos. La primera y más importante, era sin duda, su lealtad. Esa amistad que se convirtiera en mi mayor apoyo, sabiendo que jamás me juzgaría. Aun habiéndome marchado tan repentinamente, ella se había prestado a mediar con Jaime para suavizar el proceso de nuestra separación, e incluso su labor había sido más que determinante  para que Alex y yo, finalmente acabáramos reencontrándonos. Además, le debía las palabras que compartiría con mis padres haciendo que estos vieran con buenos ojos al hombre que había elegido como compañero de mi vida, y contándoles la verdad de lo sucedido con quien ellos habían llegado a idealizar. 

¿Cómo no iba a estar en deuda con ella?

Alargué mi mano, tomando la suya entre las mías, con un apretón que esperaba le transmitiera todo mi afecto. 

¿Acaso hace falta que lo pidas? —pregunté segura de que entendía mi emoción — Sabes que siempre serás mi mejor amiga, y que nunca olvidaré todo lo que has hecho por mí. Estaré contigo en tu gran día, viéndote cumplir tus metas y sueños. Tan feliz como siempre te has propuesto que yo lo sea. 

Ambas nos enjuagamos el par de lágrimas que bajaban por nuestras mejillas, riendo avergonzadas por lo ñoñas que parecíamos. Después de todo, era un día para celebrar, un reencuentro de lo más esperado para las dos. Aquellas serían unas navidades blancas, con la familia que uno puede elegir, y en aquella ciudad llena de sueños que se hacían realidad. 

—No es que quiera aguarte la fiesta amiga, pero he visto a Jaime... —comentó de repente y viendo cómo me erguía en el sillón con solo escuchar su nombre.  

—¿Está bien? —era todo lo que necesitaba saber. Jane ladeó la cabeza, dubitativa. 

Supongo que en algún momento lo estará —añadió finalmente encogiéndose de hombros y haciendo que me preocupara de más. 

—¿Dónde lo has visto? ¿Le ha pasado algo grave? —quise saber sin demora. 

—Creo que ya te conté lo de mi nuevo proyecto de psicología para pacientes con adicciones...—me recordó, como un avance a lo mal pintaba la actual vida de mi ex — Pues he coincidido con él en una de mis charlas —aclaró haciendo una pausa cautelosa. Yo callé, prefiriendo que continuara con la información que pudiera poseer. 

—Tengo entendido que su estilo de vida, no le ha traído más que problemas de faldas y adicciones pero —resopló compartiendo mi preocupación —, va a ser padre, y muy a su pesar, si no se recupera, esa mujer no le dejará formar parte de la vida de la pequeña. 

Bajé el gesto, alucinando con lo que me contaba. ¿Tanto podría cambiar nuestras vidas en tan poco tiempo? Temí, que yo tuviera parte de culpa en lo que estaba pasando en la vida de Jaime. ¿Podría mi abandono, haberle empujado a su autodestrucción?




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