Travesuras del Corazón.

15.

Llegue del trabajo completamente agotado, me sorprendió el hecho de encontrar la casa en completo silencio, no había película ni fiesta de pijamas, Leo estaba tan cansado que que estaba sentado en la cama, con su pijama de dinosaurios, su manta doblada a un lado y los ojos achicados, al verme asomarme a la puerta me sonrió con mucha ternura pero al tiempo un poco triste.

—Papá, hoy hablé en serio con mamá en mi sueño.— Yo me senté en el borde de la cama, la lámpara de la habitación estaba encendida iluminando un poco el rostro triste de mi hijo, Lía al verme entrar salió un poco y se quedó apoyada en el marco de la puerta, con una mirada un tanto preocupada.
—Está bien, ¿Quieres contarme eso, campeón? —Le pasé la mano por el cabello consintiendo un poco.

Él miró el techo, parecía tratar de buscar las palabras en las estrellas de colores pegadas, uego bajó la vista y sacó una nota arrugada y doblada de su cajon, reconoci el papel, era igual al que me habia entregado al encontrarme en la entrada de la casa. La desdobló con cuidado y me la mostró, sus dedos temblaban un poco, y sentí un nudo en el pecho. Nunca me había imaginado que un pedacito de papel era un fragmento de su historia más dolorosa. Leí la nota en voz baja, casi para no romper la magia de sus recuerdos.

“Leo, sé valiente. Ve con tu papá, él te cuidará.”

Me sorprendió ver que la nota era completamente diferente a la que Leo me entregó al llegar, era una nota dulce, la nota de una madre preocupada por su hijo, aunque podía decir que era falso, que solo intentaba darle un paño de agua tibia.

—¿Eso te dijo tu mamá? —pregunté, sin dejar de mirar el papel. Leo tragó saliva y empezó a hablar en susurros.
—No se que dice el papel, un señor me trajo hasta la puerta de la casa, Mi mama me dijo que me quería mucho, que no podía quedarse, pero que tenía que encontrarte a ti, que tú eras el único que podía estar conmigo, ella tenía algunas cosas y yo no podía estar —se detuvo — ella me dijo que quería que yo te cuidara.

Desde el primer día, había sentido esa herida abierta, un niño buscando explicación de lo que había sucedido, un niño tratando de saber porque su madre se fue. Verlo ahí, con la voz entrecortada, reforzó en mí la convicción de protegerlo con mi propia vida, de no permitir que volviera a sentirse abandonado.

Lía se acercó y tomó una de sus manos, mientras yo sostenía la otra. Ninguno de los dos dijimos nada. Leo cerró los ojos un momento, respiró profundo tratando de no quebrarse.

—Mamá me dijo que viniera a buscarte y yo tenía miedo… porque no sabía si sabías querer a los niños, yo solo quería quedarme con mi mamá, pero ella me dejaba en muchas casas, tenía dinero pero no quería comprarme nada, no se por que ella no me queria, yo si la quiero a ella. —Me quebré por completo.

Tragué saliva y recordé mis propias inseguridades, mis esquemas, mis noches de insomnio preguntándome qué estaba haciendo mal, mi noches esperando a que mi madre llegara a mi lado, las veces que lloré desconsolado buscando su atención pero ella no tenía tiempo, la forma en que buscaba a mi padre y solo recibia su desprecio.

—Hiciste bien al buscarme Leo, a mi lado no estarás solo jamás.

—No quería que mi mamá se fuera, quería estar con los dos, no quiero perder a una mamá para tener un papá.

—Leo, a veces hay que perder para ganar, si bien tu mamá ya no está, tu papá está aquí a tu lado, y no te deja en casa ni te deja solo, para mi es más importante. —Habló Lia acomodando su pijama.

—Me gusta estar con mi papá —sonreí con su confesión.

—Te quiero, Leo. Más de lo que puedas imaginar y cada día aprendo a quererte mejor. Gracias por elegir quedarte en mi vida. —Él asintió apenas, se veía incrédulo, escéptico, tal vez no necesitaba solo escucharlo, necesitaba sentirlo de verdad. Después se acurrucó, apoyó la cabeza en la almohada y bostezo mirándonos intercaladamente.
—Buenas noches, papá. Buenas noches, Lía. —Acaricie su cabello y Lia se agacho un poco para besar su frente.

—No pienses tantas cosas mi pequeño Dinosaurio, solo piensa en lo feliz que te hace tu papá.

—Él me hace feliz. —sonreí al escucharlo y apreté su mano suavemente.

—Yo también te quiero. —sus ojos empezaron a cerrarse lentamente. No me quise mover de su lado, quería quedarme allí siempre, mirando como lentamente caía en un profundo sueño, quería saber que iba a soñar, que iba a pensar, quería saber todo.

Lia nos dejó un momento a solas, me quedé un momento más y dejé cobijado a mi hijo, apagué la lámpara y salí de la habitación a pasos lentos , en la puerta Lia se encontraba mirándome con una mezcla de ternura y duda.

Sacudí la cabeza, para alejar las cosas malas de mi cabeza, solo debía enfocarme en mi hijo y tal vez en la colorida niñera que no quería salir de mi cabeza.
—¿Estás bien? —pregunto tocando mi brazo.

—Estoy bien —dije, casi en un susurro —Pero necesito oírte decir que no me dejaras solo en esto, no se como ser padre. —La tomé de la mano con ternura. Sentí su pulso acelerado. Respiré profundo, consciente de lo mucho que la deseaba, de lo importante que era para Leo y para mí.

—Me quedaré —respondió —Prometo quedarme. —Solté el aire aliviado.

Ella cerró los ojos y se apoyó contra mi pecho. En ese instante, todo cambió a nuestro alrededor, sentí el latido de su corazón, el suspiro de alivio que se escapó de sus labios, y el calor que su cuerpo me transmitía.




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