Treinta centímetros de vertigo.

Capitulo dos.

La tarde pasaba en la casa de los padres de Damián, Alesha en la mesa junto a los adultos entre risas mientras preparaban dumplings, todo parecía ser ideal.

Y los dos adolescentes, aunque no lo aceptasen..ni lo romantices o eroticen, amaban.

Quizá no a la persona correcta.

Quizá no a la luz de las miradas ajenas.

Quizá nada.... Y es que aquí me toca ser la villana de mi propia historia

El hermano mayor de Alesha volvía de “una tarde de juegos” con Damián dándole a la adolescente el peor choque de realidad.

Ambos entraron, sudados, con marcas de beso y dados de la mano. Y si, en minutos ella entendió todo.

Las noches en la que Mateo faltaba a casa por "quedarse a estudiar” con Damián siendo que al día siguiente no había realizado ningún deber.

Las tardes de “videojuegos” de las que volvían llenos de marcas de besos y algo pasados de cosas.

Todo encajaba ahora...sin decírselo ellos se habían vuelto pareja arruinando su idea del primer amor con Damián, haciéndola entender lo más esencial, la vida es cruel. Y el amor duele.

Las palabras no fueron necesarias para la menor, quien en silencio y siendo lo más madura que podía a sus trece años, tomo aire y siguió armando los dumplings para el almuerzo.

¿Es que acaso no dolía?, pues sí, claro que dolía. Pero entendía que no ganaba nada llorando.

Ma bien, se echaba la culpa a sí misma, ¿cómo era posible que jamás se dio cuenta de cosas tan obvias?




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