Treinta días de soledad.

Día vigésimo: ''Cuando el alma me pesa.''

''Cuando el alma me pesa.''

Temor.

 

 

 

La ausencia de mi voz multiplica las horas de mi calvario.

Oh dulce malestar que se apaga con la multitud,

pero que subsiste en el fuego arrollador de mi pecho y alma.

No soy peón de ti, no juego al compás de la marea,

peor aún me muevo a tu andar

errático y descoordinado.


 

Eres fuego y cólera, ansiedad y tempestad.

Tu ser camina en el sendero inestable de mí pensar,

me animas en las penas,

pero me hundes cuando recuerdo tu mera existencia.

Puedo mirarte a diario, subestimarte y ponerte a salvo,

pero heme aquí, cálido y callado,

acostumbrándome a ti, a tu presencia.


 

Te lloro en tu ausencia, pesas en mi lecho, en mi espíritu.

Te aborrezco en tu llegada, apegándome a tu imagen.

Te dibujo en sueños, cuando el alma me pesa

y las lágrimas crean mares por debajo de mis pupilas.

Te añore en silencio,

susurrándole a las golondrinas de mi ventana que salgan en tu busca.

Te resguardo intentando no olvidar el tono de tu voz.


 

Fría y oscura compañía, tú que no me acunas,

que me ves como un suave discípulo.

Soy parte de tu rostro, de las lágrimas que se escurren de tus ojos,

de las quimeras que agreden a tus sueños,

de la emoción que te robaron al nacer.

Soy parte de tu rostro,

del llanto que me atemoriza y rompe.




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