Treinta días de soledad.

Día vigésimo tercero: ''Ojala me escuches, que mi voz te toque.''

''Ojala me escuches, que mi voz te toque.''

Desesperanza.

 

 

 

Ojala me escuches, que mi voz te toque.

A ti cielo que te abordo,

que clamo en tu nombre y que lloro cuando te presentas.

La vulnerabilidad que socava mi vientre me ata.

Me desmayo y en dolor susurro tu proximidad.

Te amarre y te obligue a volver a mí.

Mi ser, mi calma, la risa del invierno son próximos a tu aborrecimiento.


 

Ojala me escuches, que mi voz te toque.

Que en silencio vengas,

olvidando el pasado y conmemorando mi nombre.

El olor a otoño me entra en la vida,

me recuerda a ti y me señala mis errores.

Oh cielo, que te colmo de gracia.

Que a ti clamo la inesperada llegada,

que mi vida cobre aliento y el andar de sus pasos no pese en mi alma.


 

Ojala me escuches, que mi voz te toque.

Que el aire que te rodea me lleve a ti,

en silencio mi alma se acerca, cautelosa.

Si mis labios pudieran alcanzarte,

mi piel te tocaría y mi voz podría ser escuchada.

Cuando el silencio te aborda,

ojala mis palabras te abracen que te contemplen cada amanecer cuando descansas.

Amarrando tus cabellos en la tenacidad que añorabas.


 

Ojala me escuches, que mi voz te toque.

Oh, ojala me escucharas y que mi palabras te tocaran.




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