Tres estrellas del multimillonario.Нotel para recién casados

Capítulo 7

Alena

Es como si el espacio explotara en pedazos.

Me tapo las orejas con las manos y cierro los ojos. Le tengo un miedo terrible a los truenos, pero no puedo lanzarme al cuello de Asadov para que él me proteja.

Aunque me gustaría...

De repente, las hojas de la ventana se abren de golpe, y el viento, impregnado de descargas eléctricas, irrumpe en la sala. Asadov y yo, sin ponernos de acuerdo, nos lanzamos a la ventana.

— ¿Usted siempre deja las ventanas abiertas?, — pregunta Artem y yo miro a mi alrededor. La chaqueta de trabajo de nuestro plomero Jonas cuelga en un soporte cercano.

— Parece que a Jonas se le olvidó cerrarlas, — murmuro, ocultando mi vergüenza-, hoy estaba programana una inspección profiláctica.

Asadov se arruga, pero calla. Y yo ya me veo amonestando a Jonas por la ventana abierta. Lo haré, pero después. Mientras tanto, me vuelvo hacia Artem, quien inspecciona con interés las tuberías de agua.

— Bueno, señor Asadov, usted ve que tenemos las comunicaciones en orden, — digo, soportando una pausa suficiente. —Usted perdió la apuesta. Así que ahora su noche de bodas es una resp...

Me detengo a media palabra, porque justo delante de mis ojos, la chaqueta de Jonas se enciende y en un instante queda envuelta en fuego. Ni siquiera tengo tiempo para entender cómo sucedió.

Las llamas lamen la pared y el piso, llegan hasta el techo y las miro sin poder moverme.

Asadov maldice entre dientes, me empuja a un lado y se lanza al soporte.

— ¡Un extintor, rápido!, — me grita y me arrebata la llave ajustable de las manos.

No veo lo que hace a continuación, porque voy corriendo a buscar el extintor. Hemos pasado tantas veces los entrenamientos de seguridad contra incendios, que mis acciones son bastante ordenadas.

Aunque las manos me tiemblan como si tuviera un ataque de epilepsia.

Regreso corriendo. Asadov, con su chaqueta increíblemente cara, intenta apagar las llamas de la chaqueta ardiente que arrojó al suelo. Y de todas partes, de las tuberías brotan chorros de agua.

— Démelo a mí, — grita Asadov y me arrebata el extintor de incendios.

El parche se desprende de la piel mojada. Lo despego y me limpio la frente y las mejillas con el codo.

Si me reconoce, que me reconozca. Eso no tiene importancia en comparación con lo que está pasando aquí.

Miro a Artem, su cara está ennegrecida como la de un fogonero. Vuelvo la mirada a mis manos y me doy cuenta de que mi cara no está mejor.

Los minutos parecen horas, pero logramos apagar el fuego bastante rápido. Le hecho una mirada llena de desesperación al local. Parte de la pared y el techo está cubierta de hollín negro, en el suelo hay una densa capa de espuma.

Artem y yo también estamos cubiertos de hollín y espuma. A mí no me reconocerían ahora ni mi abuela y mis hijos, así que él, mucho menos.

— Cerraré el agua, — dice Asadov. — ¿Dónde está la llave?

Agito suavemente la mano, él va caminando por la espuma como por la nieve.

— Artem, — lo llamo quejumbrosa cuando regresa, — ¿qué fue eso? ¿Poltergeist? ¿O magia?

— No diga tonterías, — se arruga, se inclina y despliega cuidadosamente la chaqueta quemada de Jonas. Involuntariamente observo que la calidad de nuestra ropa de trabajo es satisfactoria. Todavía queda algo de ella.

Artem examina los bolsillos y extrae un cilindro alargado, tan ahumado como él y yo.

— Bueno, eso es lo que suponía.

— ¿Qué es eso? — pregunto mirando el cilindro.

— Un cigarrillo electrónico, un vape. Mod mecánico. ¿Ve que no tiene batería?

— Veo. ¿Y qué significa eso?

— Ahora veremos, — Artem saca de otro bolsillo un trozo de alambre carbonizado. — Bueno, está claro.

— Pues yo no entiendo. ¡Explíqueme! Por favor... — agrego.

—¿Cómo se llama el plomero, Jonas? Bueno parece que su Jonas es fumador de vape con larga experiencia. Prefiere los vapes mecánicos, son muy simples. Están formados por un tubo y una batería. Nada de electrónica. Si accidentalmente presiona un botón en el bolsillo, puede explotar, por lo que las baterías de los vapers se usan por separado.

— ¿Cómo este vape pudo explotar?

— No, su empleado llevaba correctamente la batería en otro bolsillo. Pero aparentemente de manera mecánica puso un alambre junto en él, y hubo un cortocircuito. Probablemente cuando el viento abrió la ventana. Por eso la chaqueta se incendió.

— Fue por eso que Jonas no la cerró, porque estaba fumando su vape.

— Es lo más probable.

— ¿Entonces resulta... — al imaginármelo, me cubro de sudor frío, — que, si no hubiéramos venido, no se habría extinguido el fuego?

Artem me dirige una mirada indescifrable.

— Yo le dije que en cualquier lugar donde la gente trabajé, está presente el factor humano. Y no se puede ignorar.




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