Tres Guerras

1: No me destruyas

No veía la memoria. Cuando pudo recuperar el equilibrio, Kai se había largado. Elías se incorporó. Sería mejor largarse antes de que la policía llegara al muelle. Era hora de largarse.

— Te odio - Balbuceó Elías - ¡TE ODIO!

        

Horas después de la carrera

— Quiero un recuento de los daños - Exigió Zeta.

Al parecer, cuando Kai entró a su casa de seguridad en Las Garzas, buscaba algo, muy probablemente la memoria, aunque Elías jamás la tuvo en sus manos.

Chatarrero, uno de sus matones sobrevivientes a la carrera, y su segundo al mando actual, esperaba órdenes a una distancia prudente de Zeta.

— Ni siquiera puedo volver a armar el Quincunce - Balbuceó - Todos me traicionaron al mismo tiempo.

— Señor...

Chatarrero se calló casi tan de pronto como abrió la boca en primer lugar. Elías solía descargar su ira con quien sea en momentos así. No es que él le temiese a su jefe, pero preferiría vivir con ambos ojos en la cara.

— ¿Sí?

— Aún tiene a Claude encerrado.

— Tienes razón - Sonrió Zeta - ¿Y DE QUÉ ME SIRVE ESE PEDAZO DE MIERDA?

— Déjeme interrogarlo - Pidió Chatarrero - Usted escuchará todo, por supuesto. Apaguen la cámara pero dejen el micrófono encendido.

Elías accedió. Tras haber perdido de esa manera la memoria, no había mucho que pudiese hacer.

Chatarrero dejó sus armas afuera de la sala de interrogación de la casa de Las Ventas. Claude ya estaba adentro, sentado como si no hubiese hecho nada malo, aguardando a que alguien entrase a felicitarlo o algo por el estilo. Chatarrero entró y cerró la puerta justo después.

— ¿Qué quieren? Pueden matarme de una vez. Tienen seis horas antes de que mis padres se preocupen en serio.

— No pensamos matarte - Lo calló Chatarrero - Además, creo que quizás podamos omitir la parte de tu castigo.

— Estabas ahí - Acusó Claude - Esperabas la orden de tu dueño para empujarme al agua.

— Es verdad. Aún deseo matarte, pero Zeta me dijo que debo esperar. Las cámaras están apagadas, pero si él estuviese mirando, no tendría ningún impedimento para tronar tu cuello con mis propias manos pero ¿Sabes qué? No nos conviene matarte.

— ¿A ti y a quiénes?

— ¿Gwen te habló del Otro Bando, no?

Claude asintió.

— Serás espía doble, sólo debes de hacer todo lo que te digamos. Puede que ahora incluso seas premiado de verdad.

— ¿Cómo saber que dices la verdad? Es decir, he traicionado demasiadas veces a Zeta como para que él quiera hacer un trato conmigo.

La puerta se abrió en ese preciso momento. Zeta la cruzó y disparó un arma de fuego hacia la cabeza de Chatarrero. Su cuerpo cayó al suelo inmediatamente, inerte y con una expresión de sorpresa, sin haber sabido siquiera quién lo mató o por qué.

— ¿En dónde trabaja tu padre Claude?

— ¿Para qué?

— Porque me gusta como el nuevo director del Bach 1 - Contestó Zeta.

— ¿Y por qué matar a tu Chatarrero?

— Él sabía del Otro Bando y lo negó. No me servía como mano derecha y tampoco podía dejarlo volver a su anterior puesto. Sabía mucho.

— ¿Qué piensas hacer? - Preguntó Claude por último.

— No sólo haré pagar a Carlos Rivera. Me aseguraré de destruir a todos sus amigos primero.

        

Seis semanas después

Muerto se sentó en un extremo de la mesa. En un antro obviamente ilegal de la Zona 2, había llegado la hora de disputar el control de los malasangres. Sin previo aviso, Muerto había llegado a pelear por el control de la pandilla, pese a que técnicamente no debería saber cuándo elegirían a su nuevo líder.

Habiendo derrotado a casi todos los otros contendientes, Muerto estaba cara a cara con el Teclas, un viejo teniente malasangre. Ahora que el líder de la banda había muerto, el propio Muerto quería reclamarla para sí.

— ¡Toques! - Gritó un malasangre de la multitud.

Los miembros de la banda comenzaron a gritar "toques" al unísono y pronto, un hombre huesudo llegó a la mesa y dejó caer una batería de coche entre Muerto y Teclas.

— La prueba es esta - Comenzó a describir el hombre - Ambos deben...

— Cállate y dame eso Pilas - Lo interrumpió Teclas.

— Déjalo terminar - Lo calló a su vez Muerto.

Pilas les explicó las reglas. Ambos tenían que coger un cable y formar una cadena de humillación. Cuando comenzase a pasar corriente eléctrica, comenzaba la competición. El primero en soltarse sería el perdedor.

Muerto respiró hondo antes de tomar su respectivo cable y cuando lo hizo, aprendió a insultar en nueve idiomas diferentes. El voltaje realmente no era tan alto, pero la presión mental para no soltarlo en cuando se lo ponían en las manos era intensa. No podía pensar correctamente y podía ver la expresión del Teclas retorciéndose.

Sólo tenía que aguantar un poco más. Muerto también se retorcía en su lugar, pero se negaba a soltarse. El Teclas se estremeció y acto seguido, dejó de moverse. Muerto no se soltó, no quería soltarse. Sentía cómo le ardía la parte interior de los ojos y cada hebra de pelo en su cuerpo estaba erizada. Sólo pudo escuchar a alguien gritar antes de sentir cómo se le freía la carne.

— ¡Déjalo! ¡Ya déjalo, está muerto! - Gritó una chica.

Muerto ya no podía ver cuando le quitaron el cable. Abrió nuevamente los ojos y vio que el Teclas no se movía ni mucho menos respiraba. Se había muerto electrocutado. La chica que lo sostenía no era nadie más que Rose Valdez. Teclas era su tío.

        

Kai esperó en la plaza al menos media hora antes.

Había quedado con Noah para ir a su casa, pero sus padres insistieron en que lo irían a buscar a algún punto medio. Ese punto medio era la plaza cerca de la zona de comercio, irónicamente cerca de donde estaba el muelle, junto a la central de abasto de la ciudad. Kai incluso charló con un guardia que se acercó a preguntarle por qué estaba tan temprano en la plaza.




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