Tres Guerras

5: Dorime

Dos chicos que supuestamente no eran de Alba Dorada ni conocían a Gwen Marie se refugiaban en una taquería en la misma calle en la que Gwen Marie vivía. Uno de ellos prácticamente no tenía cabello mientras que el otro parecía estar a punto de quedarse calvo del estrés.

— ¿Ya saldrá? - Preguntó Kai, intentando tragarse la orden de nachos con guacamole que pidieron mientras esperaban.

— De hecho acaba de salir. Cerró con llave, significa que no hay nadie más dentro y o ella o su madre serán las que abran la puerta al volver - Explicó Muerto, analizando la situación.

— ¿Traes las herramientas?

Muerto asintió en silencio. Kai levantó la mano y llamó al mesero más cercano para pedir la cuenta.

— Quédate con el cambio Moran - Sonrió Kai - Ya nos vamos.

El mesero sonrió y se quedó con varias monedas extras. Moran estudiaba en Bach 1 también, pero él trabajaba a medio tiempo en más de un empleo para intentar reunir dinero. Moran vio cómo esos dos chicos se levantaban de la mesa y se retiraban, caminando a lo largo de la calle, de regreso por donde vinieron.

Muerto sacó un pasador y abrió la puerta casi al instante. Según el soplo que Kai había recibido del propio Segovia, Gwen tenía la memoria, la maldita memoria que todo el mundo estuvo peleando por tener hacía apenas algunos meses.

Kai cerró la puerta tras de sí al entrar. Muerto subió primero y después, el propio Kai entró también directamente a la habitación de Gwen. Esta vez sería más rápido.

— Sólo debo poner la contraseña de Gwen y...

Se escuchó ruido en la planta baja. Muerto y Kai se quedaron de piedra, ni siquiera podían moverse o reaccionar hasta que escucharon los pasos de una persona con tacones en la planta baja, justo debajo de ellos.

— Escóndete - Susurró Kai.

Muerto entró al clóset de Gwen y se apretujó a como pudo. Kai se metió debajo de la cama de Gwen y se recargó en los soportes de madera, sosteniéndose a sí mismo a pocos centímetros del suelo, los suficientes como para que al asomarse, nadie pudiese verlo ahí abajo.

— ¿Estás en casa? - Preguntó una mujer, señora más bien.

Obviamente no hubo respuesta.

— ¿Gwen? ¿Ya saliste?

Era la madre de Gwen quien, al subir las escaleras, vio el cuarto de su hija abierto y con la luz encendida.

— Que horror con esta niña - Se quejó la señora - Se largó y dejó la luz encendida - Siempre lo deja todo encendido.

La madre de Kai cerró la puerta y se metió a su propio cuarto. Ni Kai ni Muerto podían arriesgarse a salir de su escondite hasta que la madre de Gwen se fuera de la casa.

La respiración de Kai se entrecortaba y él intentaba no toser ni estornudar gracias a su alergia al polvo. De todos los escenarios para fracasar, este era el que hasta el momento, lo aterrorizaba más. De todos los lugares, la habitación en la casa de tu exnovia lesbiana-bisexual cruel, sádica, manipuladora y medianamente popular era más o menos el peor para ser encontrado.

Media hora después, la madre de Gwen se bañó, se cambió de ropa y se quedó todavía un rato más antes de irse de la casa. Kai tenía entumidas las manos y su columna vertebral casi podía chillar del dolor provocado por estar en esa posición tanto tiempo.

Al oír el sonido de la puerta cerrándose y de las llaves poniendo seguro, Kai por fin se soltó de su sitio. Muerto salió del clóset apenas lo hizo Kai primero.

— Seguiré buscando. Nos queda muy poco tiempo.

Muerto asintió. Esta vez, él se acercó al barandal de la escalera, listo para dar la alarma si alguien más llegaba a la casa. Kai encendió de nuevo el monitor de la computadora de Gwen y volvió a ingresar las contraseñas hasta acceder a la base de datos secreta.

Kai comenzó a formar ideas en su mente. Gwen no sabía programar. ¿Quién habría accedido a hacer ese programa en primer lugar? ¿A quién se lo habría comprado? ¿Acaso alguien del Quincunce o del Otro Bando sabía programar? Si también era de Bach 1, entonces el abanico de posibilidades era mucho menor.

Ingresó las dos líneas de código necesarias para formatear la base de datos y dejarla en blanco. Pero eso no sería todo, tenía que hacer destrozos más grandes que ese en la computadora de Gwen para que pareciese un accidente. Decidió apagarla y encenderla de nuevo para poder acceder al código primario del aparato.

Hizo su mejor esfuerzo por traducir el más técnico lenguaje informático (en inglés, además). Cuando creyó haber llegado a la base del código de la computadora, comenzó a insertar o borrar caracteres al azar, intercambiándolos de sitio, copiando y pegando trozos de código en sitios poco recomendables. Cuando llegó la hora de guardar los cambios, Kai solamente pulsó una tecla y esperó a ver el resultado de su estropicio. Apagó la computadora y limpió superficialmente las huellas de sus dedos, apenas lo suficiente para que no pudiesen relacionarlo con eso.

— Muerto, vámonos - Ordenó Kai - Ya acabamos aquí.

— ¿Ganamos?

— Ganamos.

Muerto encendió su teléfono y le marcó a Keith. En poco tiempo, llegaron varios malasangres en motocicletas siguiendo a Keith. Muerto subió a una de las motos y Kai los vio a ambos, desconcertado.

— Sucede que me he ganado a la mitad de los malasangres - Le explicó Muerto a Kai - Creo que olvidé comentarte ese pequeño detalle.

— ¿Pequeño? - Reclamó Kai - ¿PEQUEÑO?

— ¡Toca fiesta! - Gritó Keith, conduciendo su motocicleta de dudosa procedencia.

        

Gwen se reunió con varias personas en el malecón al borde este de la ciudad, a la altura del distrito de Serra. Mirando al otro lado del río, podían verse los primeros edificios del distrito de Las Garzas. 

— ¿Ya son todos?

— Todos los que debíamos venir, al menos - Contestó un chico de piel morena, rasgos un poco toscos, apenas más alto que Gwen y con el cabello corto, negro y muy ondulado.




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