Claude entró en silencio al aula de la profesora Silverado. Gracias a su padre, él podía tomar las llaves de la gaveta del escritorio del director. Abrió en silencio. Para ese momento, todos los de quinto curso ya deberían haberse marchado.
Claude no encendió las luces, apenas un ventilador del techo. Aunque el aula de diseño gráfico de Silverado era grande, no tenía ventanas más que una mísera rendija en la parte superior de los muros. El punto era no llamar la atención.
Tocaron a la puerta. Claude escuchó con atención el patrón y abrió al reconocer la contraseña que su novio y él habían acordado.
— Pasa rápido, no hay nadie.
Cuando Axel entró, Claude cerró la puerta con llave.
— ¿Qué tal tu día? - Preguntó Axel poniéndose cómodo sobre el escritorio de Silverado.
— Estresante. Si supieras todo lo que tengo que hacer - Se quejó Claude - Aparte, tengo a varios idiotas conmigo o detrás de mí, Elías...
— ¿Elías? ¿Ese que dicen que es ese tal Zeta?
Claude asintió.
— Lo detesto, no me deja en paz nunca y...
— Oye, tranquilo - Lo detuvo Axel - Relájate amor, no te estreses tanto.
Axel masajeó los hombros de Claude, quien intentó liberar un poco de tensión. Si supiese que en realidad Claude estaba obligado a obedecer a Zeta. Claro, ya lo había intentado traicionar varias veces, pero no quería atreverse a intentarlo justo ahora.
— ¿Mejor? - Preguntó Axel.
— Sí, ya estoy mejor - Aceptó Claude, suspirando.
Axel lo rodeó con sus brazos desde atrás de Claude. Con todo esto, Claude se sentía un poco mejor teniéndolo a su lado. Quizás ya habría perdido la cabeza si no pudiese estar con él para liberar la tensión.
— Entonces... ¿Aprovechamos el tiempo, o qué? - Sonrió pícaramente Axel.
Claude se dio la vuelta y ambos quedaron cara a cara, a escasos centímetros. El teléfono de Claude sonó, pero él decidió ignorar el mensaje que había llegado apenas. Cuando estaba besándose con Axel, otro mensaje llegó. Eran varios, pero aun así, Claude no quería atender. Estaban tan ocupados entre ellos que ninguno escuchó el leve sonido de la chapa de la puerta abriéndose lentamente.
Las bisagras de la puerta, recientemente engrasadas por Silverado y sus alumnos, ni siquiera sonaron al abrirse. Cuando los tuvo enfrente, decidió entonces cerrar de un portazo. Axel y Claude se separaron dramáticamente, pues Claude lo empujó con ambas manos, intentando poner tanta distancia como era posible, pero era tarde, pues una persona que antes usaba su máscara, estaba de pie frente a ellos, mirando a Claude con una sonrisa cargada de burla.
— Hola animal - Lo saludó Elías.
— ¿Qué quieres? No vuelvas a decirle así a Claude - Saltó Axel, dispuesto a defender a Claude de lo que Elías fuese a hacerle.
— Cállate idiota - Espetó Zeta.
— ¿Cómo sabías...
Elías no dejó terminar a Claude. Silbó en dirección a la puerta para llamar a alguien que de seguro, esperaba afuera. Cosmo, el chico gordito y sin amigos del grupo de Claude, entró arrastrando a alguien consigo. Cosmo no era particularmente fuerte, pero si Cosmo apuntaba a su espalda con una navaja, Hugo tampoco querría intentar escaparse.
— ¿Tú?
— Fue fácil rastrear a nuestro querido amigo Hugo. Cuando te dejé en libertad y lo llamaste, me enteré de que habías estado hablando con él. Resulta que habló sin intentar ocultar nada.
Claude clavó sus ojos en Hugo, quien ni siquiera mostraba culpa en su rostro, más bien, intentaba ocultar su miedo.
— No me traicionarás - Ordenó Elías - La pagas tú y la paga Axel.
— ¿No que ni siquiera le hablabas? - Preguntó Axel, aún sin entender bien lo que sucedía - ¿No dices que no querías tener nada que ver con Hugo.
— Te explico luego.
— Pero...
— Axel, hazme caso. Te explico luego.
Elías sacó su teléfono y lo sacudió frente a Claude, riéndose de él.
— Ahora tengo algo con que exhibirte. Todos saben que eres un gay muy fácil de "convencer", pero no creo que a Silverado le guste saber qué haces tus porquerías en su salón.
— No lo harías - Lo retó Claude.
— ¿Ah, no?
Zeta se largó con Cosmo, dejando a Hugo con Claude y con Axel. Claude sintió un amargo sabor en la boca. se había mordido los labios demasiado fuerte, pero no tuvo más alternativa que tragarse su propia sangre.
— Mierda.
Tenebra y Sak habían estado ahí el día anterior. Heidi se había parado frente a su grupo y les había perdón por si alguna vez fue mala o cruel con ellos, si los trató injustamente o si tan solo se había portado mal con alguien. Sinceramente, no les importó, pero cuando Tenebra escuchó que la chica también lo hizo con su grupo de administración, sintió que algo andaba mal.
Realmente no se llevaba mucho con Heidi, así que no se sintió con la confianza para escribirle esa misma tarde y preguntarle si todo estaba bien. Puta ansiedad. Si lo hubiese hecho, quizá las cosas habrían sido distintas ese día.
— No te mortifiques - Sugirió Sak - No pudiste hacer nada. No todos aguantan, a veces algunos no resisten y deciden irse, tú no...
— No estás siendo de ayuda Sak.
— Perdón, pero es verdad, yo...
— ¿Siempre tienes que decir cosas tan horribles?
Sak se calló. En realidad, su impulso de decir cosas idiotas superaba sus remanentes de ansiedad. Gracias al permanente efecto de la marihuana en su organismo, Sak solía vivir libre de vergüenza y en un perpetuo estado de relajamiento. Eso y que sentía que el vestido negro de Tenebra era excitante. Sí, tampoco se sentía mal por ser un maldito enfermo sexual con pensamientos como ese a pleno funeral.
Tenebra bajó la cabeza. A Heidi la encontraron ahorcada esa misma tarde. Fue declarado suicidio enseguida. ¿Cómo si no podrían describir a una chica muerta colgada con una cuerda fuertemente sujetada a una viga en el techo de su casa. Se ahorcó en su cuarto.
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Editado: 22.12.2020