Tres Guerras

7: Problemas locales

— Anda, háblale - Susurró Kai al oído de Caín.

— Cállate zorra - Se desesperó Caín.

Ambos estaban a una distancia considerable de Daya. Estaban en clases de deportes y los habían puesto en varios equipos a jugar voleibol. Tanto el equipo de Daya como el de Kai no estaban jugando en ese momento, pero sí el de Mark contra el de la banda de Lalo y en consecuencia: Jonny.

— ¿Por qué no?

Un balón volador cortesía de Checo voló directamente hacia la cabeza de Daya, pero Caín se apresuró a meter una mano y regresarlo al campo a tiempo. Daya ni siquiera habría reaccionado si no fuese porque Caín la salvó de perder la cabeza de un balonazo.

— Gracias - Le dijo Daya tras darse cuenta de que la cubrió del golpe, sonrojándose.

— No fue nada, aunque deberías tener más cuidado. No siempre estaré para cuidarte.

Caín se dio la vuelta y volvió hacia donde estaba antes, junto a Kai.

— Hermano, ¿Qué fue todo eso?

— Me quise ver misterioso.

— Y funcionó - Sonreía Kai - Daya volteó a verte.

— Entiéndelo, no me gusta.

Kai no le creía ni por un segundo. Cuando menos, Daya tenía que atraerle un poco a Caín.

 

Tras la clase de artes, todo el grupo entró de regreso al aula hasta encontrarse a un sujeto que jamás en la vida habían visto. Caín y Daya venían hablando detrás de Kai.

— No sé quién es ese sujeto.

— Ay, yo sí - Se apresuró a decir Daya - Fue el profesor de artes y cultura en mi grupo el curso pasado.

— Ah, órale - Murmuró Kai.

Sobraba decir que Daya no veía memes ni estaba familiarizada con la cultura pop o la jerga común de los adolescentes en Latinoamérica. Para ser justos, Daya ni siquiera parecía ser de Latinoamérica. Era demasiado blanca, plana y responsable para ser del promedio latino.

— Buenos días a todos chicos - Saludó el profesor, un hombre de al menos cuarenta años, bajito, con más barriga que esperanza de vida y el cabello tan corto que parecía que estaba pintado sobre su cráneo.

Ciso y Jake saludaron al profesor. Por supuesto que lo conocían. Kai ocultó su estrés e irritación ante Daya. Ella, a diferencia de la mayoría de los recién llegados, le caía bien. No quería ofenderla mostrando su evidente desagrado hacia sus amigos. Es decir, Lara probablemente le caía aún peor que el amigo Zárate y no ayudaba que algunos de los recién transferidos querían llevarse bien con Zárate. Daya se sentó en su lugar mientras que Kai y Caín miraban al profesor y después se veían entre sí.

— Buenos días, chicos, para la segunda mitad del curso, van a juntarse por equipos para hacer un número artístico cultural que bien puede ser baile o canto. Eso es todo, pasaré lista y me quedaré en esta silla el resto de la hora - Explicó el profesor, señalando una silla a punto de destrozarse por su peso.

Lara y sus amigos (lo que englobaba a Lyn, Flan, Mark, Ciso, Jake y por supuesto, Daya), se reunieron todos en un mismo equipo para organizar una coreografía. Osiris, Fati y Alesha terminaron uniéndose. Eran 10, poco más de la cuarta parte del grupo.

— ¿Deberíamos comenzar a hacer nuestro equipo? - Preguntó Kai.

— Simón, al rato - Contestó Juliana, completamente despreocupada.

        

El maestro Bravo tomó la fabulosa decisión de reprobar primero a la gran mayoría de sus alumnos durante la primera evaluación. Cuando por error reprobó a una de las alumnas estrella (en el grupo de humanidades al que Candy pertenecía), una turba de padres de familia llegó al día siguiente a la escuela dispuestos a despedazar a Bravo y volverlo un forro de asiento de taxi.

— Gracias a su compañerita del grupo de al lado - Sonrió Bravo - Tuve que aprobarlos a todos ustedes con 6/10. Apenas pasaron y si hacen mal su trabajo, aún puedo reprobarlos. Para este segundo parcial, no vamos a trabajar en clase, solo necesitaré que entreguen un trabajo escrito a mano de al menos 30 páginas, interlineado y con letra de molde, con las cinco corrientes filosóficas escritas en la pizarra, sus respectivos autores y una serie de requisitos, todo esto dentro de una carpeta color verde crema.

— ¿No querías pedir algo más, desgraciado? - Balbuceó Caín.

Bravo alzó la cabeza, buscando entre sus alumnos al que había dicho eso, pero no logró encontrarlo.

— Pueden salir.

 

Candy ya estaba afuera de su aula cuando el grupo de Kai salió. En la parte más alejada de todo el Bach 1, dos aulas de humanidades estaban literalmente en la esquina contraria a la que Kai asistía hace apenas un curso. Detrás de esos salones, estaba la bomba de agua del colegio, en una torre de cemento que servía también como almacén.

Candy estaba con uno de sus amigos: Ean. Ean era delgado, moreno, con el cabello ondulado y corto siempre, con la cabeza baja y una sudadera azul con bolsillos a los costados. Era el tipo de chico al que jamás vería peleándose con nadie.

— Hola - Saludó Kai a Candy.

— Hola - Contestó ella el saludo.

— Holi - Sonrió Kai, levantando la mano y agitándola ante Ean.

Ean tan sólo sonrió.

— Tengo algo para ti - Dijo Candy, sacando una nota sellada de su bolsillo - Lo manda Tenebra.

Kai abrió la nota para leerla.

"Heidi Velázquez no se suicidó. Estoy en eso. Sak me acompaña en la búsqueda. Alec y Jaz no creen que haya sido suicidio."

Kai intentó ocultar su alarma. Conocía a Heidi Velázquez. Quizás no en persona, pero Sak la había reclutado hacía relativamente poco tiempo. Heidi era una informante que, juntos a muchos otros informantes de Alba Dorada, había sido enviada a investigar el asunto de la memoria perdida.

Se le había olvidado por completo avisar que dejaran de buscar, pues desde que borró los registros en casa de Gwen, ya no había rastros de dicha memoria ni de su contenido. Heidi bien habría muerto por nada.

Escribió una respuesta en la misma nota: "Gracias por investigar. Heidi Velázquez era una Alba Dorada. Te designo investigadora jefe de este caso, tiene prioridad. Sak, Alec y Jaz responderán ante ti. Serán notificados hoy mismo. ~ Alba Prime".




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