Tres Guerras

12: El arte del engaño

Tocaron a la puerta de Gwen.

— Voy yo - Se ofreció Salvador.

El chico caminó hacia la entrada y abrió.

— Hola Tina, ¿Qué... Oye, no puedes...

Tina caminó directamente al centro de la sala de Gwen y miró a Rómulo, Eva, Pamela y la propia Gwen Marie, sentados en la sala. Salvador se acercó tan pronto como cerró la puerta.

— Gwen, yo...

— ¿Qué quieres? ¿Por qué viniste?

Gwen no podía prescindir de una amiga viniendo a dejarle información de vez en cuando, pero nada más tuvo oportunidad, decidió volver a echarle en cara el hecho de no haberla apoyado en su momento.

— Al final, tenías razón con lo de Lalo. Es decir, Lucy es su novia ahora, ¿No?

— ¿Entonces te tendremos con nosotros? - Sonrió Gwen, invitándola a unirse al Otro Bando otra vez - Quizás Jenn no quiera formar parte de esto, pero no significa que tengas que seguirla.

— Haré lo que pueda.

Pamela salió de la reunión con un panorama aún peor que cuando entró. Pese a que se negaba a colaborar realmente como una Alba Dorada, ella estaba haciendo su propia investigación para ayudar a Sonia y Milo, sus amigos. Pamela llegó rápido a casa y ni bien se acostó en su cama, su teléfono recibió varios mensajes seguidos. Decidió revisarlos de una vez para dormir de ahí a la noche. Era Candy.

Candy quería saber qué es lo que estaba sucediendo. Pamela sabía que Candy era una Alba Dorada y por lo mismo le había hecho prometer que no diría nada de nada a Kai al respecto. Gwen confiaba en ella y no quería ponerse en riesgo por ayudar a Carlos Rivera ni a Alba Dorada en general. Candy le marcó y ambas charlaron durante un corto tiempo acerca de la escuela antes de volver a centrarse en el asunto importante.

— Según dice Gwen, Segovia se murió hace poco - Le contó Pamela a Candy - Y pues, nadie lo ha visto últimamente, nadie ha hablado con él. No sé si esté muerto, pero pareciera que lo está.

— La verdad, dejé de llevarme bien con Segovia desde que supe que tenía esa colección de fotos y videos de chicas, no quería estar cerca de alguien así - Contestó Candy - Es decir, yo no le habría enviado nada jamás, pero me incomodaba saber que quizás él se la pasaba cambiando fotos de otras chicas con otra gente.

— ¿Y lo de las memorias? - Preguntó Pamela - ¿Kai no sabe nada nuevo?

Candy negó antes de contestar con su propia voz durante la llamada. Lo cierto era que Kai no solía darle muchas explicaciones, pero de vez en cuando le sugería que no dejara que su hermano menor estuviese solo en las calles por demasiado tiempo. Era molesto tener que acompañarlo a casa a diario, pero Candy prefería mil veces aguantar sus quejas que aguantarse el dolor si algo le sucedía.

— Tengo que irme - Se despidió Pamela - Hugo necesita que le explique un par de temas para su exposición de sociología mañana.

Candy colgó. Pamela tomó la llamada de Hugo.

— ¿No hay nadie contigo? - Preguntó Hugo en voz muy baja.

— Habla ya.

A Hugo le temblaba la voz. Tenía miedo, eso era algo obvio.

— Se trata de él, de Zeta. De repente comenzó a darle un poco más de libertades a Claude, creo que él me entregó de nuevo. Tengo miedo de que si algo más pasa, Zeta vuelva a tomarla conmigo.

— ¿Alguien más sabe? - Le preguntó Pamela.

— Dos de mis amigas y ya. No me llevo tan bien con ellas como en primer curso, pero creo que todavía me ayudarán si se los pido.

Cuando Pamela le colgó a Hugo también, exhaló fuertemente. Quizás ser Alba Dorada significaría poder repartir su trabajo con el de casa y el de la escuela en más de una persona a la vez. Pero sería otro día.

        

— Acabo de venir de una junta de jefes de grupo - Anunció Lalo en medio del aula un lunes - Dicen que quieren que vengamos a limpiar nuestros salones, entre cuatro y ocho personas por grupo. Quieren que sea mañana mismo que no habrá clases, ¿algún voluntario?

— Tú eres el jefe - Reclamó Ciso - Deberías ofrecerte tú primero antes de andar exigiéndole a otros que...

— Adivina quién fue el primero en poner su nombre en la lista de voluntarios - Lo detuvo Jonny - No me lo vas a creer, pero fue Lalo. ¿Vendrás el viernes Ciso?

— Es que, estoy ocupado - Intentó zafarse el chico - Además, ustedes son muchos y ni siquiera es mi salón.

— Polanski, ¿Serías tan amable de ir por un reporte con la prefecta? - Preguntó Lalo.

Polanski dejó a su novia en donde estaba y se dirigió a la puerta para traer el reporte.

— No puedes meterme un reporte.

— Insolencia y desacato de autoridad, repetidas provocaciones a un compañero - Enumeró Kai, al lado de Lalo.

— ¿Y qué te importa? - Se metió de nuevo Ciso.

— Ni siquiera eres el jefe - Lo secundó Mark - Lalo lo es en todo caso, no tú.

— Que sean dos - Detuvo Lalo a Polanski - Por los mismos motivos - ¿Alguien quiere anotarse como voluntario?

Kai firmó su nombre. Amelia firmó junto a Kai y cuando Polanski volvió al aula con los reportes, leyó la lista de voluntarios y después, se anotó también.

Checo y Corzo estaban en una esquina, pero mientras Corzo le prestaba atención a su respectiva novia (amiga de Carla, la novia de Polanski dicho sea de paso), Checo miraba con desaprobación a Polanski. Vanko y los demás de la banda de Lalo tampoco podrían venir, pero con Lalo, Kai, Amelia y Polanski sería más que suficiente para limpiar todo el salón.

La semana pasó sin que Ciso, Lara o los demás se metieran con Lalo o con Kai de nuevo, en parte porque habían descubierto leyendo el código y reglamento de Bach 1, que un jefe de grupo tenía la facultad de reportar a sus propios compañeros si el tutor lo autorizaba. Por lo tanto, la nueva estrategia del grupo de amigos era lamerles las botas a todos los profesores, fuesen su tutora grupal (la profesora Ross) o no.

El viernes llegó abruptamente y Kai decidió ponerse la ropa más casual (pero vieja) que tenía. Agarró una mochila mucho más pequeña y se la echó sobre un hombro para después despedirse de Ceniza (su mascota) y salir de casa a plena madrugada.




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