Tres Guerras

13: Entre los muertos

Un nuevo miembro de Alba Dorada acompañó a Kai en esa ocasión. Jonny, el leal amigo y defensor de Lalo iba con él al Polvorín con la excusa de esperar a un informante. Claro, después de eso Jonny se quedaría a ver a una chica, pero oficialmente, esto lo hacía por Alba Dorada.

Ambos entraron por la puerta frente al Mercado de Serra y bajaron las enormes escaleras de piedra hacia el pasillo de la laguna (donde antes Muerto, Keith y Horace pelearon con varios malasangres). Caminaron un poco más hasta llegar a la orilla del puente que atravesaba medio lago hasta las mesas techadas en la ladera de otra colina.

— No sabía que el Polvorín era tan grande – Exclamó Jonny, viendo pasar a un cocodrilo por debajo del puente.

— Y la mitad de su territorio apesta a marihuana – Sonrió Kai – Pero aquí es donde debemos ver al informante.

— ¿Cómo sabremos que es el informante? – Preguntó Jonny.

— Sencillo – Contestó Kai – Vendrá y dirá la mitad de la contraseña de Alba Dorada.

— ¿Esperamos por un nuevo amanecer?

— Y pelearemos por el alba.

Pese a ser alto, de complexión resistente y atlética y de tener un muy buen potencial que explotar, Kai no quería hacer enlistar a Jonny con los "Perros de Caza", una división de Alba Dorada destinada a hacer el trabajo sucio y rondar las calles. Principalmente porque Jonny era un niño de casa y en segundo lugar, porque él vivía casi tan lejos como Kai, apenas uno o dos kilómetros de diferencia respecto a Lalo.

Kai, por otro lado, estaba contento con sus perros de caza actuales. Tenía a Muerto, Keith, Horace, Lázaro, Ibrahim y Ezra en las calles. Hablando de Ezra, el chico debería llegar en unos cuántos minutos más.

— Hora de cambiar de sitio – Sugirió Kai en voz baja – Si nos quedamos mucho tiempo y hay gente viéndonos, es probable que decidan acercarse.

Si Jonny se alarmó, no se lo demostró a Kai. Ambos cruzaron el puente y caminaron hacia las mesas techadas de la colina. Con suerte, Ezra no tardaría demasiado.

        

Ezra llegó corriendo y por poco se va corriendo si Kai no lo detiene. Jonny fue quien le preguntó la mitad del lema de Alba Dorada cuando lo vio, pues lo único que distinguía era un chico con traje negro y quizás un poco ajustado.

— ¿Qué tienes para nosotros? – Preguntó Kai.

— Ya casi termino de limpiar cada distrito. Después de encontrar el cubil de IX, logré descubrir que cada cierto tiempo algunas camionetas entran y salen de un estacionamiento techado en Las Ventas. Cerca, por la laguna, hay una casa bonita con luz y habitantes pero nadie nunca entra o sale.

— Quizás sea la casa de seguridad que estábamos buscando, después de que perdió la de Las Garzas...

Jonny tan sólo giraba la cabeza de Ezra a Kai y de Kai a Ezra, sin entender ni la mitad de lo que cada uno decía.

— ¿Qué tan peligroso es Zeta entonces? – Preguntó Jonny en voz alta.

— Convenció a un chico básico promedio de que convertirse mi mejor amigo y volverse novio de la chica de mis sueños, tú dime qué tan peligroso es - Reclamó Ezra sin voltear a verlo.

— ¿Y si él fue el que envió a Mark a llevarse a Karina? – Volteó Jonny hacia Kai, con un atisbo de esperanza en su mirada.

Kai negó con la cabeza.

— La razón por la cual eres un arma secreta es porque Zeta no podría adivinar que estás en Alba Dorada o por qué lo estás.

Jonny asintió, desilusionado de nuevo. Quizás tan solo estaba buscando excusas para explicarse a sí mismo que Karina lo había abandonado.

        

— No quisiera ser grosero, pero una de ustedes me está traicionando ahora mismo.

Ruth Beckett permanecía firme frente a Zeta, al igual que Tina y Jenn. Aunque fuera del Quincunce ninguna conociese realmente a las otras, ahí eran una sola ante la sombra eterna que simbolizaba Elías Zavala.

— No tengo que recordarles chicas, que todas ustedes tienen material comprometedor en mis manos. Beckett, tengo a tu hermana lamiendo penes. Tina, no imaginas lo rara que te ves metiéndote drogas y caminando en tu casa todo el día mientras gritas incoherencias. Jenn, en serio que te ves muy tierna empaquetando cocaína.

Las tres chicas estaban heladas. Zeta sonrió y su pálido rostro reflejaba más desesperación que autoridad en ese momento. Y Tina lo sabía. Le constaba que ella era la traidora porque pocos días antes, había accedido a trabajar nuevamente con Gwen en El Otro Bando. Zeta soltó un discurso a lo largo del cual varios matones asintieron y gruñeron en señal de aprobación.

Se escuchó un golpe seco en la parte en la que Zeta mencionó los dos asesinatos de agentes de Alba Dorada. Un matón arrastró a un adolescente gordito y de tez morena y lo dejó caer al suelo.

— Estaba espiando, no sabemos cómo entró.

— Gracias Payaso – Sonrió Zeta – Mátalo con una sobredosis de lo que se te antoje.

— Dale ácido – Sugirió Chingada, otro de los matones.

Para Zeta, fue satisfactorio saber que Otis, como se llamaba ese chico, iba a ser abandonado afuera de una plaza por dos Quincunces, con un refresco inundado de ácido lisérgico.

Se alegró aún más al ver que estaba en coma en un hospital cercano, más su alivio se desvaneció en cuanto se enteró de que el Muerto estaba vigilando a Otis en la camilla y que alguien más lo relevaría en unas horas. Nadie sabía cuándo iba a despertar, pero no parecía querer morirse pronto.

Para el segundo día, Otis estaba vivo y Elías Zavala tenía un testigo.

        

Noah Nakamura fue a ver a sus amigos de quinto semestre en uno de los pocos momentos libres que tenían en común. Zarina estaba abarrotada de tareas y Horace estaba con su novia en ese momento. Aunque Kai no estaba con ellos, sí que estaban Juliana, Muerto, Amelia y Keith en la mesa bajo el árbol, enfrente del laboratorio de biología.

— Hola, ¿Qué hacen? – Preguntó Noah con una sonrisa en el rostro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.