Muerto no llevaba ni dos semanas siendo líder de los malasangres y ya se encontraba en una severa crisis. Aunque ellos reconocían su mandato, él no se encontraba del todo cómodo. Aunque los malasangres ya no explotaban a la gente de la Zona 2, seguían siendo temidos.
Cuando el Muerto llegó con bolsas de semillas y abono donadas por Eleazar Salazar, muchos malasangres no se creyeron lo que veían. Al menos cuando vieron al Muerto sacar la primera pala y comenzar el trabajo, ellos no pudieron negarse. Muerto les ordenó a varios malasangres que se habían quejado porque sus ingresos provenían de la extorsión que a partir de ese momento se dedicarían a sembrar y cosechar cosas en la tierra de la Zona 2.
— Si me entienden, quiero volver nuestro santuario en algo más que un basurero. Quiero que la Zona 2 sea sinónimo de paz y gente trabajadora - Gritó aquél día.
Otras dos semanas y el Muerto consiguió animales para darle empleo a los niños de la Zona 2. Si no podían ir a la escuela, al menos impediría que se convirtiesen en delincuentes. Además, a los niños les gustaba cuidar de los cerditos.
Volviendo al punto, Muerto no se sentía en armonía. Había algo ahí que no encajaba. Había ganado limpiamente después de todo. Una tarde calurosa, mandó llamar a Rose Valdez con dos de sus motociclistas. La trajeron en menos de media hora sin hacerle daño, tal y como Muerto les ordenó. Cuando la dejaron dentro de la "oficina" de Muerto, él les pidió que esperaran del otro lado de la puerta.
Rose se sentó frente al Muerto. Él tenía los pies sobre otra silla y una pequeña montaña de botellas vacías de cerveza adornaba su bote de basura. Ambos estaban frente a frente en la oficina del Muerto, un sitio despintado color azul grisáceo que apenas el último mes había dejado de apestar a meados.
— Veo que los pones a trabajar limpiamente.
— Algunos ni siquiera trabajan dentro. Hay unos cuántos que salieron a trabajar como mecánicos o en las estaciones de servicio. Esta gente sí sabe trabajar pero...
— Pero les enseñaron a robar.
Muerto asintió.
— Dime la verdad. ¿Cuál fue la razón por la que querías ser jefa de los malasangres? No creo que hayas querido seguir el ejemplo de tu padre.
Muerto sabía que había tocado una vena sensible respecto al padre de Rose Valdez, pero era algo necesario preguntarle.
— Quería demostrar que yo era mejor. Yo quería mejorar este lugar pero lo estás haciendo mejor de lo que yo pensaba hacerlo.
— ¿Querías demostrar que eras mejor que tu padre? Él se largó y no volvió hasta que eras casi una adulta. Tú llegaste a este sitio a pelear por él a pesar de lo que simbolizaba para ti.
— Desde que vi a esos niños... ¿Cómo querías que los dejara abandonados? Abusaban de ellos aunque pudiesen pagar su cuota.
Muerto sonrió amargamente y le contó lo que les había pasado a los pederastas de entre los malasangres. Los mandó crucificar por los malasangres que habían sido abusados por ellos de niños. Sus cuerpos estuvieron la primera semana de su mandato exhibidos a un lado de la calle principal del basurero. Algunos murieron el primer día, otros tan sólo duraron algunas horas. Los más resistentes seguían vivos al quinto día, aunque dejaron de gritar hace mucho.
— Creo que sin duda alguna ellos se lo merecían.
Mónica Rose Valdez asintió levemente. Su corte de hongo con fleco le tapaba la frente y por poco los ojos también. Lentes de marco grueso, negro y redondo le impedían al Muerto verla directamente a los ojos gracias al reflejo de la brillante luz que provenía del foco en el techo.
— No estoy cómodo siendo el líder de estos hombres, pero no estoy dispuesto a dejar el mando.
— ¿Qué pretendes? - Quiso saber Rose - No puedes cumplir dos deseos tan adversos.
— Quizás no al pie de la letra.
Muerto se levantó y quitó un cuadro horrible de un Che Guevara en la pared a su derecha. Introdujo un código de cuatro dígitos en una antigua caja fuerte y sacó una cadena chapada en oro. Había varias iguales en el interior de la caja fuerte. La cerró y puso el cuadro en su lugar. Le arrojó la cadena a Rose y ella la atrapó con ambas manos.
— Creo que disfrutarás dirigir a los malasangres en mi nombre. Necesitaré un reporte semanal de las actividades aquí y vendré arbitrariamente a visitar la Zona 2 para ver que todo esté en orden. Fuera de eso, tienes a tu disposición a la pandilla - Muerto se detuvo un momento antes de salir del despacho - Y no se te ocurra traicionarme. Tengo suficientes leales escondidos a plena vista por si llegas a intentar algo.
Muerto cerró la puerta después de irse.
— Me estresa todo esto - Exclamó Daya, alterada - Nos presentamos en una hora y media y aún no hemos acabado el altar.
— Vamos a terminar - Intentó tranquilizarla Candy - Mira, estamos por acabar.
— ¿Quién va a presentar el altar? - Gritó la profesora Silverado, buscando entre los presentes con la mirada.
Sentado con Candy y Daya, estaba Carlos Rivera, terminando de acomodar la cruz de sal en el suelo.
— ¿Y por qué estás ayudando a los demás? - Se escandalizó Silverado - ¡Hasta fuiste a buscar las bebidas, pudiste haberte ensuciado!
— No había gente y yo no estaba haciendo nada profesora.
— Ya, sal de ahí. ¡Que alguien le cepille el cabello a este chico!
— Candy, ¿Podrías?
Candy, sin dejar de hablar con Daya, sacó un peine rosado de su bolsa y le indicó a Kai que se volviera a sentar frente a ella.
Kai no sabía cómo se había metido en eso. Un día la profesora Clara te ponía a subir calificaciones y el otro eras el encargado de explicar los elementos de un altar del día de muertos para ganarte tu calificación en ciencias de la comunicación.
Candy, Daya y Kai eran los que iban a exponer todo el trabajo sobre el día de muertos en el colegio. Desde donde Candy lo estaba peinando, Kai podía ver a Amelia y Juliana ayudando a Arthur y los alumnos de Silverado a terminar el altar.
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Editado: 22.12.2020