True Colors

3

Dramas y vampiros

Me había topado con Nate un par de veces más por la noche, y nadie lo sabía. Cada vez estaba más arrogante, más insoportable. Y más... Era guapo, totalmente.

Como dice la ley de la atracción: si piensas en algo, eso llegará.

—Hola, Abril. ¿Cómo estás? —preguntó él, a la vez que sacó una soda del congelador.

—Como si te importara, Collins —farfullé mientras escribía sin apartar la mirada de la pantalla.

—¿Qué pasa? ¿Te hice algo malo? —dijo estirando el labio inferior como si fuera un bebé a punto de estallar en llanto. Yo reí sin pizca de gracia y negué con la cabeza.

—¿Tienes suerte, eh, Collins? —sonreí mirándolo.

—¿Por qué, Abril? —sonrió apoyando el codo en la encimera y poniéndose muy cerca de mí.

—Porque nunca podrás morir de un derrame cerebral —sonreí ladeando la cabeza. Él se echó a reír.

—Oh, bien, bien. ¡Estamos graciosos! ¡Estás pensando, Chispita! ¿El hámster dentro de tu cabeza empezó a correr en su ruedita? —agudizó la voz, haciendo un movimiento como si sus dedos corrieran.

—¿Chispita? ¡Haz algo productivo y tírate a un pozo! —rodé los ojos y cerré mi laptop—. Ahora, si me disculpas, iré a ver a tus hermanos.

Fingí una sonrisa y caminé hacia la escalera. Como si fuera un déjà vu, tenía enfrente a Nate, quien me impedía el paso.

—Largo de aquí, estorbo —mi cabeza maquinó que tal vez empujándolo podría hacer algo. ¡Era mi culpa por ver tantas películas de acción! Mi fuerza, a comparación de la suya, no era nada. Lo único que provoqué fue que mi computadora casi cayera al piso, y mi dignidad junto a ella.

—¿Estás nerviosa, Abril? —rio acercándose más a mí. Yo lo miré y alcé una ceja tapándome la nariz.

—Uh, ¿Chloe te enseñó sobre higiene bucal o se te perdió el cepillo dental? —negué con la cabeza, riendo. Y él presionó los puños.

—Oh, bebé, ¿te hice enojar? —ladeé el labio, dejé la laptop sobre una mesa y me acomodé la camiseta para luego cruzar los brazos.

—¿Por qué no te vas, Abril? ¿Mis hermanos no te han molestado lo suficiente? —preguntó apoyándose cómodamente en una de las barandas de la escalera.

—Tus hermanos son unos niños preciosos. La verdad, no sé cómo pudiste ser hijo de Chloe y Kyle —negué con la cabeza, fijando la mirada en sus ojos para evitar ver sus brazos desnudos.

Pero la reacción de Nate Collins me desencajó totalmente.

—Cierto —dijo. Él solo asintió y subió a su habitación, enojado, pisoteando los escalones. ¿Qué rayos había sucedido?

Y claro que había sucedido algo, Nate ya no salía por las noches como se le estaba haciendo costumbre. De algún extraño y retorcido modo, extrañaba pelear con él.

¿Y a quién podía yo preguntarle si no hablaba con nadie? Aunque… siempre hay una solución.

—Ya te dije que estoy cocinando. Yo no hablo cuando cocino —dijo la dulce Rose mientras cortaba algunos tomates.

—Rose, ¡por favor! —salté sobre ella, abrazándola de lado, impidiendo que se moviera.

Llevaba varios días ahí, ya se había establecido la confianza para molestarla y bromear sobre todo tipo de cosas. Como había dicho antes, Rose es un ángel.

—¡Abril, eres necia! —reía mientras la liberaba del abrazo—. ¿Qué quieres saber?

—En primer lugar, ¿Nate siempre ha sido así de gruñón?

Y claro, uno cuestiona cómo es que esta loca hace preguntas tan personales, pero, vamos, también quieres saberlo.

—No, no siempre —respondió ella, tratando de alcanzar un recipiente. Yo blanqueé los ojos y se lo pasé.

—¿Y por qué crees que haya reaccionado así? —pregunté dudosa.

Ella sabía todo, mi punto de vista y el de Nate. Rose era la única persona en quien Nate confiaba. A veces me contaba algún secreto del gruñón.

—Abby, nena, hay cosas que prefiero callar. Su vida no ha sido tan fácil, ¿bien? Si quieres saber sobre él, tendrás que conocerlo.

—¿Y cómo lo hago? ¡Ni siquiera sale de su habitación! —me quejé mordiéndome el labio inferior (era una manía que había cogido hace meses y simplemente no podía dejar de hacerlo).

—Bueno... Podrías intentar llevarle el desayuno a su habitación, ofrecerle disculpas por lo ocurrido el otro día —sugirió batiendo los huevos y añadiendo algunas verduras.

—¿Qué? ¿Disculparme por qué? ¡No lo he ofendido! Bueno, no de un modo intencional. Hemos tenido pequeñas peleas. ¡Pero se divertía! —solté sonriendo y recordando las carcajadas que se pegaba viéndome enojada.

—Solo puedo decirte que Nate está encerrado en esa habitación desde hace un año. Tiene una promesa de silencio, y es por problemas familiares. Si le dijiste algo sobre sus padres, seguro está ofendido —afirmó dejando la tortilla sobre el plato y poniendo el desayuno sobre la bandeja.

—Oh... Y yo me burlé de ello —confirmé mientras Rose asentía y dejaba un vaso de jugo de naranja en la bandeja.

—Así que... ¿te animas? —preguntó Rose, señalando el desayuno de Gargamel personificado, la miré dudosa, pero finalmente asentí.

Sentía que estaba firmando mi sentencia de muerte, pero simplemente subía el desayuno a un crío. Tomé la bandeja en una sola mano para tocar la puerta un par de veces. ¿En qué me estaba metiendo? Esperé unos segundos más y entonces sucedió. Nate abrió la puerta con el ceño fruncido. Estaba en pijama.

—Ah... —balbuceé algo ininteligible y señalé la bandeja con la mirada. Él rio negando con la cabeza y cerró la puerta.

¡En mi cara! ¡Lo hizo! Yo no podía creer lo que había pasado. En cuanto reaccioné, me di la vuelta para alejarme de esa puerta. Murmuré cosas que los niños no debían oír.

—Oye, Black —llamó él, ahora con unos jeans y un jersey azul con rayas negras.

Hizo una seña para que me acercara, y la obediente asintió y
lo hizo.

¿Dónde quedó la dignidad, Abs? Oh, sí, en la escalera; o tal vez en la cafetería, junto a tu anterior jefe.




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