True Colors

4

¡No!

¡Por el amor de Dios! Abby, ¡di algo!

Y no fue así.

Pero él tampoco lo hizo. Solo besó mi mejilla y lentamente se levantó de la cama. Sin hacer ruido se acercó a la puerta, la abrió y se deslizó con extrema delicadeza.

De la que nos salvamos, ¿eh?, Abs.

¿Por qué diantres no dije nada? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por q...?

—Sé que estás despierta. Nunca haría nada sin tu consentimiento. Buen día, Abby —interrumpió mis estúpidos pensamientos, para luego volver a cerrar la puerta.

¿Estaba despierto?

Oh.

«Explícame con razones coherentes el porqué de tu huida de la residencia Collins, Abs. ¿Es acaso que huyes de Nate?».

—¡Claro que no! —me contesté en voz alta.

Eran los días normales en los que peleaba con mis pensamientos.

«Pues parece», habló nuevamente esa vocecilla chillona que empezaba a molestarme. Pero, vamos, era yo misma.

—¿De qué lado vas, eh, voz? ¡Somos una! —me contesté mientras caminaba con rumbo fijo a ningún lugar.

«Del lado contrario al que vayas tú, Abs. Ese siempre es el correcto», contestó mi maleducada voz haciéndome fruncir el ceño.

Ya estaba acostumbrada, hablaba —y a veces peleaba— conmigo misma. Y no era precisamente algo de lo que me avergonzara. O tal vez sí, pero qué más da.

Caminaba vagamente por las calles de Counterville cuando se me ocurrió sacar el teléfono y llamar a mi preocupada, cariñosa y melosa madre. Habían pasado un par de semanas y no habíamos tenido comunicación. Eso era bastante raro.

—Topi, ¿eres tú? —preguntó mi madre, con su característica voz agitada. Ella siempre estaba haciendo cosas; simplemente no podía estar quieta.

—Hola, ma. ¿Cómo estás? —pregunté mientras me sentaba en una de las tantas mesas vacías de una cafetería; luego de haber hecho mi pedido, claro.

—Muy bien, Topi, ¿y tú? ¿Ya estás completamente instalada? ¿Cómo te va con el trabajo? ¿Los niños son muy inquietos? ¿Los jefes te tratan bien? ¿Me extrañas? —soltó una risilla luego de hacer tantas preguntas sin respirar. Definitivamente, al lado de mi madre, Chloe era muy tranquila.

—Instalada, sí. Me va bastante bien y los niños son muy lindos. Me están tratando muy bien, los jefes son geniales. Te extraño mucho —contesté a cada una de sus preguntas a pesar de que ya lo había hecho semanas antes.

—Me alegra, Topi. La nonna te manda saludos justo ahora y dice que espera una visita pronto.

—Dile a la nonna que también la saludo y que intentaré ir pronto a casa.

—Topi, de hecho, iba a llamarte hoy...

Oh, no, mi mamá estaba usando «el tono problema». Mis hermanos y yo habíamos acordado llamar así al prevenir frases como:

«Topi... tu hámster-perro-gato se escapó».

«Topi... tu papá no quiere que viajes a Australia».

«Topi, tu hermana vivirá contigo».

«Topi, no puedes sacar una licencia para conducir tu motocicleta».

Y así era siempre. Aunque, pensándolo bien, no era lógico que todas las mascotas escaparan de casa, ¿no?

—Suéltalo ya, ma —reí tratando de sonar casual.

—Dejaremos Italia; nos vamos a vivir a Counterville.

¡¿Qué?!

—¿Por qué? Digo, no quiero sonar grosera, ¿pero por qué?

—Porque te queremos cerca, Topi. Y es lo más cerca que podemos estar, ya que no quieres volver a cas...

—No, no quiero. Y menos si ese niño sigue viviendo con ustedes.

—Abril, es tu hermano mayor. No puedes hablar así de...

—Él no es mi hermano. No lo reconozco, no es él.

—Abril Rizzo, ¿qué ocurre contigo? No voy a discutir por teléfono. Dentro de poco nos mudaremos para allá. Tu hermana también vivirá con nosotros. Así que serás buena hija y buena hermana. Todos los últimos sábados del mes haremos una reunión familiar, como siempre, y estarás ahí. No oiré un «no» por respuesta y sabes que iré a buscarte. Zoe está ansiosa por ver a su hermana y tú también deberías estarlo.

—Oh, sí, superemocionada —dije en un tono fingido de emoción—. Estaré ahí en cuanto estén aquí, mamá —arrastré las palabras sabiendo que no ganaría esa batalla de autoridad.

No podía poner una coma donde la mamma había puesto un punto final; era un hecho.

Fui una tonta. ¿Para qué llamar a mamá? ¡En un minuto había conseguido traer a mi familia —incluyendo a la insoportable de Zoe— de Italia e incluso ser invitada a una reunión! ¡¡Genial!!

—Abby, ¿qué haces por aquí? —sonrió aquel tipo y se sentó frente a mí.

—¿Qué haces tú aquí?

—Te vi en el estacionamiento y decidí seguirte —sonrió entrelazando los dedos y apoyando el mentón ahí.

—Largo de aquí. No quiero hablar contigo, Thomas —hablé enfurecida mientras me levantaba y caminaba con mi café hacia la salida.

Thomas no era precisamente a quien quería ver luego de una discusión con mi madre.

—Hey, ¿no vas a preguntar por qué estoy aquí? —preguntó sonriendo mientras me seguía.

—Ya te digo que no. Seguro mi hermana te dejó y vienes a molestar, ya que está en Italia y mi padre te prohibió entrar a casa —dije aún mientras caminaba y él me seguía. Aceleré el paso y me detuvo agarrándome la muñeca derecha.

—Suéltame.

—Acertaste, pero no del todo. Digamos que tu hermana se aburrió de mí. Pero, vamos, ¿no quieres revivir nuestros buenos momentos? —sonrió alzando las cejas de arriba abajo rápidamente. Yo me solté.

—Eres un asco, Thomas. No te me acerques. Y me alegra que Zoe haya recapacitado. No entiendo cómo pudo estar tanto tiempo contigo —blanqueé los ojos y volví a caminar.

—¡Por lo mismo que tú estuviste conmigo, cariño! —sonrió altaneramente mientras yo presionaba el puño derecho y seguía mi camino.

«No lo verás de nuevo», repetía en mi mente para mentalizarme y no propinarle una buena bofetada.

«Si te he visto no me acuerdo. Si te he visto no me acuerdo».

Tomé un taxi y regresé a «casa». Si iba caminando correría el riesgo de que Thomas me siguiera y nadie quería eso.




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