True Colors

7

Helados y gruñidos

Di la vuelta a la calle para estacionar el auto en una fuente de soda que habían abierto meses antes con la esperanza de recrear los años cincuenta.

—Nada mal —habló Nate empujando la puerta para dejarme pasar; yo sonreí.

—¿Será que algún día te vea halagar algo de verdad? —pregunté sentándome en la barra junto a él.

—Eso es un cumplido para mí.

—Pues deberías elevar tu capacidad de cumplidos.

—¡Bienvenidos a Oasis! ¿En qué les puedo atender? —preguntó el chico detrás del mostrador con esa sonrisa que le caracterizaba.

—¿Etienne? ¿Qué haces aquí? —reí saludándolo con un beso en la mejilla y un afectuoso abrazo.

—Trabajo medio tiempo aquí. La tienda de música no paga lo suficiente para mis estudios —encogió los hombros y miró a mi acompañante—: Veo que vienes con tu novio. Es un gusto, viejo —Etienne estiró la mano y Nate la estrechó con desgano. Tenía la misma expresión que Theo y, al parecer, Etienne lo notó.

—No somos novios. Es hermano de Theo y Alai, ¿los recuerdas?

—¡Claro! Sabía que esa mirada la había visto antes, aunque creo que al pequeño no le caí muy bien —contó gracioso, negando con la cabeza. Al parecer al hermano mayor tampoco, tenía esa sonrisa de lado fingida que usaba conmigo cuando lo conocí—. Así que... ¿Qué pedirán? —preguntó llenando el incómodo silencio que formó Nate.

—Hum, dos helados. De chocolate y... —Miré a Nate esperando su respuesta.

—Vainilla —habló por primera vez desde que apareció el francés.

—Ya mismo los traigo —me guiñó un ojo y se fue.

—Tu hermano es igual a ti —reí negando con la cabeza.

—¿Cómo lo conocieron? —preguntó Nate, quien entrelazó los dedos sobre la mesa.

—Tu hermano tuvo la gran idea de querer ir al baño cuando estábamos en el parque, recordé que la tienda de música en donde había trabajado estaba cerca y los llevé —encogí los hombros para no darle importancia y saqué mi teléfono. Tenía dos mensajes nuevos.

Ty

«Hey, Abby. Olvidé decirte que el próximo domingo tenemos un campeonato de baloncesto en la universidad. Si quieres pásate
por aquí :).

P. D.: Si puedes arrastra a mi primo contigo. 22:02».

A lo que respondí con un «confirmo esta semana xx».

Y el siguiente mensaje era de Etienne.

Frenchy

«Oh, querida excuñada, creo que a tu amigo no le caí bien. ¿Por casualidad muerde? Porque juro que oí un gruñido, grrr. 22:05».

A lo que solté una carcajada haciendo sonreír a Etienne que estaba del otro lado del lugar y vi que Nate se asustó.

Está bien, sí. Mi risa no es la más delicada.

—¿Ha pasado algo? —preguntó Nate mirando de un lado a otro, yo negué con la cabeza.

—Ty acaba de mandarme un mensaje. Hay un juego de baloncesto el domingo y nos ha invitado. O, bueno, me invitó. Y me dijo que te arrastrara conmigo —reí bajito, haciéndole sonreír.

Cosas extrañas pasaron este día. Verle sonreír sin ser un cretino no era algo habitual.

—Es una buena idea —asintió encogiendo los hombros, yo lo miré sorprendida, pero antes de que pudiera decir algo llegó Etienne con los helados, el maravilloso helado de chocolate con chispas de colores junto al pálido y aburrido helado de vainilla.

Y creo no estar loca, pero antes de que Etienne se fuera, Nate gruñó haciéndome reír de nuevo, un poco más bajo esta vez.

—Tu helado es aburrido —dije tratando de buscar un tema de conversación.

—Y el tuyo muy colorido —se defendió él tomando del suyo.

—El color da vida.

—La vida es monocromática.

—La vida tiene más colores de los que piensas. La cuestión de esto es saber combinarlos y no quedarse siempre en blanco y negro —respondí, a lo que él solo asintió.

—Touché.

—Merci —hice una reverencia con las manos para luego volver a mi helado—. Aún no me dices el otro favor.

—¿Eh? —preguntó tomando de su helado.

—Dijiste que pedirías otro favor, pero luego de la fiesta.

—Oh, claro… Ya lo olvidé. Si lo recuerdo te aviso —sonrió de lado y volvió la atención a su aburrido y pálido helado. Yo alcé una ceja e hice lo mismo con un alargado y confundido «¿Okay?».

Y el silencio volvió a inundar nuestro camino hacia casa. En el auto decidí poner música. Encendí la radio y empezó a sonar una canción de The Pumpins, mientras yo tarareaba ocasionalmente. No era un silencio incómodo, tan solo uno al que empezaba a acostumbrarme en cuanto se acababa un tema de conversación con Nate.

Cuando llegamos a casa y aparqué el auto, ambos bajamos y entramos para luego seguir el camino hasta llegar a nuestras habitaciones.

—Bueno... Gracias por este día. Creo que si no fuera por ti, Theo y Alai...

—Ya, guarda tus halagos para un día especial —reí negando con la cabeza y agitando la mano con desdén—. Buenas noches, Nate —me despedí con la mano y girando la manija con la otra.

Entonces él se acercó tranquilamente y besó mi mejilla con ternura. Oh Dios, acabo de decir que Nate hizo algo de manera tierna.

Que alguien me diga dónde estoy.

—Buenas noches, Abs, y gracias nuevamente —entonces, como si nada, se fue a su habitación.

Y la calma llegó… Pero no por mucho. Un par de días después llevé a los niños al parque y solo querían ver a Nate.

—¡¡Abby!! —gritó Theo aferrado a un poste de juegos para niños en el parque.

—Ven aquí, enano —reí cargándolo mientras me abrazaba y yo lo llevaba junto a su hermana—. ¿Qué quieren hacer ahora?

—¡Nai! —dijo Alai, a la vez que sacaba el labio inferior; yo la miré y sonreí.

—Ya sé, les tomaré una foto y se la enviaré a su hermano, ¿les parece? —a lo que ellos respondieron sonriendo emocionados.

Tomé un par de fotos y al final envié una en la que Theo abrazaba a su hermana mientras hacían caras graciosas.

Chispita




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