Tu abandono…, mi venganza

Capítulo 5

NOTA: Aluciné leyendo el capítulo y escuchando esta canción en Youtube

In The Forest 3H - Acoustic Background Music

La invito a leer escuchándola.

 

Conrad

Jazmín se alejó después de que toqué su labio. La imaginé molesta, pero yo sonreí al verla nerviosa y con el paso apresurado. Si antes, solo con mirarla, me había gustado, ahora me encantaba. Qué manera de plantarse en lo que pensaba. Ella era interesante y provocaba llevarle la contraria nada más para verla rabiar y luego darle un beso para callarla. Negué con la cabeza al ver lo que acababa de soñar.

La seguí con la mirada hasta que la vi entrar, y me fui a acostar. Entré a mi habitación y me dejé caer en la cama, entrelacé mis dedos sobre el pecho y miré el techo. Sonreía como un tonto recordando a Jazmín, sus ojos, su boca, su suave cabello, hasta su olor quedó grabado en mi mente, porque cuando la sostuve la tuve tan cerca lo percibí.

Sin embargo, me quedé pensando en su frase final: “No soy una sirvienta más de tu rancho”. ¿Qué había detrás de aquella oración? ¿Qué había querido decir realmente? ¿Qué algo entre ella y yo estaba condenado? Tendría que preguntarle, así de simple, y lo haría cuando ella menos lo esperara.

Ni siquiera me di cuenta cuando caí rendido, porque al abrir mis ojos, ya era de mañana. El sol de verano relucía brillante. El día entraba de buen humor, así me pareció, o tal vez era yo el que estaba feliz.

Me preparé y bajé a desayunar. Recordaba muy bien los tiempos de mis padres y los acaté. No me perdería el primer desayuno juntos después de tanto tiempo. Sin falta, papá y mamá me esperaban.

—Buenos días —saludé besando a mi madre en la mejilla—. ¿Y Caleb?

—Todavía no baja —replicó papá, qué sonriente aclaró—: Él nunca llega a tiempo.

Sin embargo, mi hermano no tardó en aparecer. Supuse que por la novedad de mi presencia. Comenzamos a comer, había extrañado la sazón de hogar, comer con su compañía, recordando viejos tiempos y narrando las más locas anécdotas, riendo a carcajadas.

—No se rían así que parecen unos pueblerinos —Corregía mi madre, pero ni caso le hacíamos.

Caleb y yo nos miramos y carcajeamos de nuevo.

—Déjalos, Carol —ordenó mi padre—. Tienen tiempo si verse. Al menos en casa podemos ser nosotros mismos.

—Será… —replicó mi madre con fastidio—. Por cierto, Conrad, ayer te vi conversando con Mary Bicandi. Qué chica tan bella y es de muy buena familia.

—Ah, sí —Ni siquiera la recordaba.

—Hijo… Ya tienes veintiocho, y tú, Caleb, treinta. ¿Cuándo se van a casar? Quiero nietos corriendo por la casa.

—Me parece que cuando esos nietos anden corriendo por aquí, rompiendo todos tus adornos, no te sentirás muy feliz —dijo Caleb, intentando no reír—. Ya la imagino prohibiéndoles tocar hasta el aire.

Me reí y añadí:

—Sí, como hacía con nosotros. Teníamos que salir a jugar, porque si lo hacíamos aquí, no paraba de gritarnos. Voy a tener muchos hijos para que destruyan la casa.

—Ay, pero este par de muchachos. No me cambien el tema, miren que hablo muy en serio —dijo mamá señalándonos con el tenedor en su mano—. ¿Cuándo se van a casar? Qué vergüenza. Somos una familia con trascendencia. No van a ser un par de solterones sin compromiso. En otros tiempos, unos hombres como ustedes ya estuvieran comprometidos.

—Cuando me enamore, me casaré, mamá. No antes —replicó Caleb—. Y como verás, eso todavía no pasa.

—Bueno, ya sé cómo eres de liberal y alocado, Caleb; pero tú, Conrad, tú eres más centrado y disciplinado. ¿Qué esperas? La hija de los Bicandi es bellísima, pertenece a nuestra clase social y sabe manejarse como una dama de sociedad. Vi cómo te miraba, hijo. Se nota que le gustas.

—Ya, mamá.

—Recuerda que su tío es secretario del partido republicano. Nada en esta vida es gratis. Ya sabes cómo funciona, hijo —insistió mi madre—. Es un beneficio mutuo donde saldrías ganando. Tendrías una bella esposa, educada, que conoces de toda la vida y que te abrirá puertas a cosas aún mejores. ¿Qué opinas si invitamos a los Bicandi a cenar? Y así retoman viejos tiempos.

Mary fue mi novia un par de años, hace tiempo atrás. Y no… No quería regresar a eso.

—Lo único que le gusta a Mary es lo que puede conseguir conmigo, mamá —aclaré—. No la conoces.

—No está mal que una mujer se proyecte al futuro. Claro que buscamos hombres que nos aseguren una vida mejor.

—Ah… ¿Por eso te casaste conmigo? —comentó papá riendo por lo bajo.

—No, Colin. Yo me enamoré de ti.

—Sí, claro. —replicó Caleb, sonriente. Yo estaba dando un trago a mi café y tuve que escupirlo de nuevo en mi taza, porque no pude contener la risa.

—¡Ya basta, pues! —Mamá se levantó molesta—. No se estén burlando de mí. Que falta de respeto.

—Cálmate, mamá. Sabemos que amas a papá. —Intenté tranquilizarla.

—Pero es que me lo tienes que decir, mamá. Sé sincera, por favor. Yo sé que amas a papá, pero no niegues que te impresionó su capital —insistió Caleb.




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