NUEVO PERSONAJE:
Jazmín
Entré a la sala de baile del YMCA, acaba de cambiarme, y miré mi atuendo por un momento en el espejo. Me coloqué mi sombrero y sonreí. Me encantaban aquellos aires de vaquera que transmitía y me hacían sentir como si fuera alguien más. Estaba disfrazada, pero en ese instante comprendí que podía ser diferente, diferente a lo que deseaba mi mamá; tan solo debía meterme en mi papel, asumirlo, creérmelo.
«Voy a salir de aquí y tendré una vida», pensé animada. Lograría todo lo que mi mamá me dijo que no conseguiría y que mis hermanos no se atrevieron a soñar o… Eso pensé.
Caleb no llegaba; lo cual me extrañó porque solía ser puntual. Y para mi sorpresa, Conrad entró a la sala. Lo observé extrañada acercarse. Sentí de nuevo aquellas emociones incontrolables por dentro, y el corazón latiendo alocado y a destiempo, como si fuera un carro de montaña rusa.
Él sonrió ampliamente como solía hacer al mirarme y lucía perfecto cuando lo hacía. Saludó con una mano, y luego, acomodó su cabello empujándolo hacia atrás.
«Es perfecto», repetí en mi mente.
Estaba vestido como todo un ranchero, jeans, botas, mangas arremangadas y hasta sombrero. Él solía ser más formal, pero esos aires de tipo rudo eran completamente creíbles, porque caminaba como todo un vaquero.
Me quedé mirándolo como una tonta por un instante. No sabía si había dejado de respirar, si el tiempo se había detenido, o si tal vez todo mi sistema nervioso entró en cortocircuito, pero gracias al cielo, mi cerebro no me defraudó. Me di cuenta de que lo había observado absorta, su entrada y cada paso, así que, se me ocurrió disimular, tras una falsa confusión, el torbellino de emociones que él me generaba.
—¿Conrad? —indagué despreocupada, mientras simulaba revisar el reproductor de música—. ¿Qué haces aquí? ¿Sabes dónde está Caleb?
—Se saluda primero, mini siete —reclamó, ladeando una sonrisa.
—Ah… Hola. Claro —sonreí nerviosa.
Un silencio se apoderó del momento. Él me miraba y yo a él. Recordé su tacto de la otra noche; y más nerviosa me sentí.
—Qué raro… Tú sin decir nada. ¿Estás bien? Te ves nerviosa —dijo el presumido.
—¡Ja! —Reaccioné. Bastaba que Conrad abriera la boca, y mostrara su verdadero yo, para que me hiciera saltar—. ¿Por qué estaría nerviosa? ¿Por ti? No sé qué te crees.
—No sé, solo digo. Sé cómo reaccionan ustedes. No soy tonto, Jaz.
—¿Ustedes?
—Las mujeres… Es raro. Cada una es muy diferente, como si cuando las hicieran rompieran le molde, pero a la vez… La mayoría es predecible. No sé cómo explicarlo.
—Grandioso, Conrad. Entonces soy igual a la mayoría de las mujeres —Negué con la cabeza.
—Acabo de decir que cada una es diferente. Tienes problemas para prestar atención, ¿verdad?
Lo miré con la peor mirada que pude dar.
—Te entendí… Te entendí —Aclaré fastidiada—. Solo estoy molestándote para ver qué más dirás. En fin… Ya que estoy tan nerviosa por tenerte aquí frente a mí tan sexi y blablablá… —Él sonrió—. ¿Puedes decirme dónde está Caleb y por qué no llega? Él es muy puntual.
—Claro. Te debo una explicación… Caleb no se presentará contigo. Lo haré yo.
Señaló su atuendo y yo solo pude fruncir el ceño.
—No entiendo.
—Yo bailaré contigo.
—Pero… ¿Qué pasó con Caleb? ¿Está bien? ¿Le ocurrió algo?
—No, no. Él está bien. Yo le pedí que me permitiera ser tu pareja; y él accedió.
No podía creer lo que escuchaba.
«Este par de…», y ni el pensamiento alcancé a terminar porque estallé cuando todavía Conrad hablaba.
—¿Qué se creen ustedes dos, par de locos? —La indignación me brotaba por la piel. No la pude contener—. Hablan de mí como si fuera algo que pueden pasar de mano en mano, como y cuando les provoque. ¿Qué te pasa?
—Yo quería sorprenderte —balbuceó nervioso, como si acabara de entender lo que había hecho—. Pensé que sería buena ide…
—¡Buena idea, nada! —exclamé enojada. Y comencé a recoger mis cosas—. Con quien bailo, con quien me presento… Nada de eso es problema tuyo. ¡Y menos lo decides tú! —Lo señalé molesta.
—No te pongas así, Jaz. Ya vas a exagerar todo. ¿No puedes ser un poco más relajada?
—No se trata de eso, Conrad. Asumes y asumes cosas. Esto no es el rancho ni soy propiedad de ustedes, para que estén disponiendo sobre mi vida.
—Yo nunca he pensado que seas propied…
—Dile a Caleb que tampoco bailaré nada con él. Como que no hay mucha diferencia entre tu amiguito de la otra noche, el Noah ese y tú. Creen que las mujeres están para complacerlos y hacer todo lo que ustedes quieren —comencé a retirarme, molesta a más no poder.
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Editado: 13.09.2023